Iglesia de San Nicolás, también conocida como iglesia de San Xoán, Portomarín (Lugo)

Iglesia de San Nicolás, también conocida como iglesia de San Xoán, Portomarín (Lugo) Cedida

Cultura

La iglesia de Galicia que se salvó de ser inundada gracias a sus vecinos: recuerdo de un acto épico

Ante la inundación del viejo Portomarín (Lugo) en 1963 para construir el embalse de Belesar, los vecinos del pueblo se unieron para salvar parte de su vida y de su historia: reconstruyeron piedra a piedra una iglesia que hoy es un símbolo de identidad

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Galicia destaca por su rica historia en la que se distinguen impresionantes monumentos y un patrimonio cultural que refleja la esencia de sus pueblos. Entre los tesoros que la forman, el Camino de Santiago Francés se erige como la ruta más transitada por los peregrinos, repleta de lugares y relatos fascinantes en un entorno de naturaleza sin igual. Sin embargo, hay una historia que brilla por sí sola: la iglesia que se alza en Portomarín es testigo del esfuerzo colectivo de un pueblo que la trasladó piedra a piedra, conformándose como un emblema del románico tardío nacido de la fe y la estrategia. 

Se trata de una iglesia que ha resistido a varios siglos de historia e, incluso, a las fuerzas de las aguas del río Miño que inundaron el pueblo de Portomarín (Lugo) para posibilitar la construcción del embalse de Belesar. Por este motivo, el municipio que hoy conocemos como Portomarín es relativamente joven, con poco más de 60 años de vida. ¿Cómo logró este templo mantenerse en pie? Todo fue gracias a la reconstrucción piedra a piedra por parte de los vecinos.

Construida entre finales del siglo XII y principios del XIII

La iglesia-fortaleza de San Nicolás (también conocida como iglesia de San Xoán) no es una iglesia cualquiera, sino un símbolo de resistencia declarado Monumento Histórico-Artístico desde el año 1931 que se ha convertido en una parada obligatoria para todos aquellos peregrinos que realizan el Camino de Santiago Francés. 

Este templo de aire castrense fue levantado por la Orden de San Juan de Jerusalén, caballeros que se preocupaban por la seguridad y el espíritu. Con la ayuda de sus gruesos muros y su robustez, el objetivo de esta iglesia-fortaleza era vigilar el puente que cruzaba el río Miño, así como servir de refugio a todos los peregrinos que pasaban por el lugar. A lo largo de su vida, pasó por las manos de la Orden de Santiago para regresar a la de los Hospitalarios, quienes se acabarían convirtiendo en la Orden de Malta. 

Además de la impactante historia que caracteriza a San Nicolás, también destaca por su increíble arquitectura, cuyo diseño y ejecución se le atribuye al taller del maestro Mateo. La fachada principal, adornada con un magnífico rosetón de diseño geométrico, es todo un ejemplo de arte y simbolismo. En el tímpano de la portada principal un majestuoso Pantocrátor se erige como figura central, mientras que las arquivoltas se adoran con representaciones de los 24 ancianos del Apocalipsis. 

Las portadas laterales no son menos en cuanto a esplendor y detalle. La puerta norte, por ejemplo, es una representación de la Anunciación, elegantemente enmarcada por arquivoltas con motivos geométricos. Por otro lado, la puerta sur despliega un verdadero festín visual: aquí, las figuras de santos se entrelazan con animales, motivos vegetales y escenas humanas que parecen cobrar vida bajo el juego de luces. Todo ello se completa con el rosetón y las tres celosías góticas de su parte trasera. 

En su interior se encuentran restos de pinturas góticas, un baldaquino renacentista del siglo XVI y una escultura de Cristo Crucificado del siglo XIV, tallada en madera policromada.

El templo que el agua no pudo inundar

En los años 60, cuando las aguas del embalse de Belesar se disponían a engullir el antiguo Portomarín, declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1946, se tomó una decisión de gran valor que es todo un orgullo a día de hoy: piedra a piedra, la iglesia fue desmontada y reconstruida en su ubicación actual. Así, se consiguió preservar un monumento histórico. No obstante, el resto del pueblo quedó sepultado bajo las aguas del embalse desde el año 1963 por obra del general Franco y el presidente de Fenosa por aquel entonces, Pedro Barrié de la Maza.

Viviendas, huertas, campos, viñas, canales y siglos de historia quedaron en el olvido por la construcción de una presa para la producción de energía eléctrica. Cientos de personas vieron como ante sus ojos se esfumaba el lugar que había sido su vida, su pasado y su presente. 

Los vecinos de Portomarín tomaron una decisión que hoy en día perdura en la historia del pueblo, y también de Galicia. Con el único objetivo de salvar parte de su historia, decidieron trasladar piedra a piedra parte de su patrimonio. Numeraron cada una de las piedras de la iglesia románica de San Nicolás y volvieron a levantarla en el centro del nuevo pueblo, al lado del Ayuntamiento. Junto a ella, también lo hicieron con la iglesia de San Pedro, un arco del puente romano que hoy preside la entrada de la villa o con el Pazo Conde da Maza o el de Berbeteros.