El destino tiene relación con lo histórico. Así ocurre en la vida de los hombres y en la deriva de cualquier familia. Lo determinó Heidegger, pero mucho antes lo había explicado Platón y propagado con éxito el cristianismo. Es una relación causa–efecto. Somos porque antes fueron. Las marcas del pasado pesan a veces más que cualquier otra huella del ADN.



Los vestigios del ayer en la familia Rato se remontan al siglo XIX en Asturias y conforman una característica singular: el poder. Poder económico, autoridad social, pujanza empresarial y mando político. Aunque, eso sí, las últimas generaciones han añadido una deriva preocupante al exitoso árbol genealógico de esta familia: su paso inexorable por la cárcel.

Rodrigo Rato entra en el furgón.



Esta semana hemos conocido la confirmación del Tribunal Supremo de la condena a cuatro años y medio de cárcel que la Audiencia Nacional le había impuesto a Rodrigo Rato, ex presidente de Bankia, por el uso fraudulento de las llamadas tarjetas black. Una decisión que aboca al que fuera vicepresidente del Gobierno con José María Aznar a ingresar en prisión. Parece ser que ha renunciado a solicitar medidas excepcionales, como sería un indulto o recurrir al Tribunal Constitucional, y habría decidido ya cumplir su condena en la cárcel de Soto del Real (Madrid). Una situación para nada novedosa en su familia: su padre Ramón Rato Rodríguez-San Pedro y su hermano Monchu (Ramón Rato Figaredo) también dieron con sus huesos en prisión al ser condenados en 1967 por evadir dinero a Suiza. Es la maldición de una estirpe. El destino carcelario de los Rato.



Todo se remonta, como se ha indicado, a mediados del siglo XIX en Oviedo. Allí el bisabuelo de Rodrigo Rato, Apolinar Rato y Hevia Argüelles estudia Derecho y, una vez licenciado, viaja a Cuba donde ejerce como fiscal y funcionario de la Administración española. En tierras de ultramar hace gran fortuna y mejor matrimonio: se casa con una condesa francesa llamada Ana Duquesne. De vuelta a Asturias, en 1880 nace el abuelo de Rodrigo, José María Rato Duquesne que años después contrae matrimonio con María Concepción Rodríguez-San Pedro y Alvargonzález, de los “ídem de toda la vida”: familia solariega asturiana, armadores de buques y con negocios en todo el tejido preindustrial de la región. Un dato importe, el suegro de Rato Duquesne: Faustino Rodríguez-San Pedro, uno de los ocho bisabuelos de Rodrigo, se especializa en Derecho Mercantil y Financiero, asesorando a las mejores empresas y Bancos españoles de aquel momento y, lo más importante, triunfa en política, llegando a ser, primero alcalde de Madrid, luego ministro de Hacienda con Francisco Silvela, más tarde ministro de Asuntos Exteriores con Antonio Maura, para terminar en las carteras de Instrucción Pública y Bellas Artes en el conocido como “gobierno largo” de Maura (entre enero de 1907 y octubre de 1909). Todo un antecedente de éxito en la política para la familia.

El matrimonio Rato Rodríguez-San Pedro tiene 10 hijos, el último en llegar fue Ramón (padre del que años después alcanzaría ser Director Gerente del Fondo Monetario Internacional) que nace en 1907 en la casa solariega de los Rato en la parroquia gijonesa de Caldones. Ramón Rato padre fue un hacha en todos los sentidos: estudió Derecho, recorrió media Europa en su juventud, amplió estudios en Múnich, escribió varios libros y fue profesor de Derecho Penal. Cuando estalla la Guerra Civil se encuentra en Perú, pero inmediatamente regresa a España y se encuadra en el bando franquista. Entabla amistad con Millán Astray y participa junto al órgano de propaganda de Franco en Burgos (integrado por Víctor de la Serna, Ernesto Giménez Caballero, Juan Aparicio y Dionisio Ridruejo) en la fundación de Radio Nacional de España.



Nada más terminar la guerra, en 1939, contrae matrimonio con Aurora Figaredo Sela, perteneciente a una familia con amplísimos intereses en la minería, astilleros y bancos. Del matrimonio nacen tres hijos: el mayor Ramón en 1940, la mediana María de los Ángeles y, el más pequeño, Rodrigo en Madrid, en 1949.

Ramón Rato da el salto a los negocios



Durante la posguerra Ramón Rato padre, ejerce unos años de juez, pero inmediatamente da el salto a los negocios, primero al hacerse con la emisora de Radio Toledo en 1941 que sería el embrión de la después denominada Cadena Rato, y tras la compra del 80% del Banco de Siero al que renombra como Banco del Norte, creando también el Banco Murciano. Pero sus ojos siguen puestos en Europa y adquiere otro Banco en Suiza, la Banca Werra a la que pasa a denominar Banque Siero. También intenta realizar otra operación similar con otras entidades financieras en Amberes. Y es, precisamente, en el negocio bancario donde comienza el origen de sus problemas judiciales.

La familia Rato siempre ha denunciado una razón política detrás de estos procesos: según ellos, Ramón Rato padre se había acercado al núcleo monárquico de don Juan de Borbón en Estoril y, al intentar ejecutar un crédito en 1966 de cuatro millones ochocientas mil pesetas que había concedido a Nicolás Franco, hermano de Francisco Franco, éste accionó la maquinaria de la Justicia para que les aplastase. Así, 15 días después, en una espectacular operación policial, salen detenidos y esposados de los salones del antiguo Hotel Castellana Hilton, Ramón Rato padre y Ramón Rato Figaredo mientras estaban celebrando la boda de su hija y hermana: María de los Ángeles Rato Figaredo con Emilio García Botín, sobrino de Emilio Botín. Un escándalo en “la crème de la crème” de las finanzas españolas.

Condenado a dos años de cárcel



Lo cierto es que meses después, el 17 de febrero de 1967 el Juzgado Especial de Delitos Monetarios, condena a Rodrigo Rato padre a tres años de cárcel y dos multas, por un total de 176 millones de pesetas por evadir dinero español a Suiza. Junto a él son igualmente condenados Monchu (Ramón Rato Figueredo) a dos años de cárcel y 44 millones de pesetas; Faustino Rato Rodríguez-San Pedro (tío de Rodrigo Rato por vía paterna) a una multa de cinco millones por cómplice; Ignacio Gutiérrez Ovejero, a una multa de 400.000 pesetas; Francisco Bengoechea Llorente a una multa de 200.000 pesetas, y, Emilio Señorea García a una multa de 300.000 pesetas. La sentencia no dejaba lugar a dudas: Ramón Rato creó una “organización clandestina” en Madrid con la finalidad de evadir dinero y divisas a Suiza bajo la cobertura del Banco de Siero. Para ello, creó una sucursal en Ginebra, el Banque Siero, a través del cual “se extrajeron un total de 70 millones de pesetas de España que fueron depositadas en diferentes bancos suizos”.

Ramón Rato, hermano de Rodrigo Rato.



Después de permanecer una temporada en la cárcel, padre e hijo son indultados por el Gobierno del general Franco en 1971 quien consideró también que se les debía devolver las multas que les habían impuesto en la sentencia.



Es en ese momento, donde nace la leyenda de que, el patriarca de la familia al salir de prisión, determinó que era imposible hacer negocios en España sin contar con un fuerte respaldo político, por lo que repartió las tareas de cara al futuro empresarial entre sus hijos: Monchu se dedicaría a los negocios de la familia, mientras que Rodrigo, que se había licenciado en Economía por la Complutense y se encontraba realizando un Máster en Administración de Empresas en Berkeley (California), dedicaría todo su tiempo a la política.



Y así fue, porque mientras Monchu fue el encargado de ampliar y gestionar toda la red de emisoras de la Cadena Rato (llegaron a tener 72 emisoras en propiedad) y los negocios de la familia en la embotelladora Refrescos y Bebidas de Castilla (Rebecasa), Rodrigo se entregaría en cuerpo y alma a la política. Y lo hizo desde muy joven, ingresando en el primer partido de Manuel Fraga, Reforma Democrática en 1977.

Financia Alianza Popular



Ramón Rato padre fue uno de los financiadores históricos de Alianza Popular: cuentan que en su origen donó al partido ocho millones de pesetas. Los más antiguos militantes de esta organización recuerdan también que la sede del distrito de Salamanca era propiedad de la familia Rato. Lo cierto es que, pese a la inicial ayuda paterna, fue Rodrigo Rato por sus meritos quien logró hacerse una exitosa carrera política: diputado por Cádiz en 1982 y luego sucesivamente por Madrid, ministro de Economía desde 1996, hasta llegar a ser vicepresidente primero del Gobierno en 2003.

Las vidas de los dos hermanos no marcharon paralelas en éxitos porque mientras el pequeño triunfaba en la política el mayor se estrellaba con las cuentas. “Tan buena persona como con mala suerte en los negocios”, recuerda una persona que fue próxima al padre de Patricia Rato. Y eso que, aún en vida de Ramón Rato Rodríguez-San Pedro, Monchu consiguió el pelotazo de su vida: en 1990 vendió 63 de las 68 emisoras de radio que entonces tenía la Cadena Rato a la ONCE (Organización Nacional de Ciegos de España) por 5.400 millones de pesetas de entonces. Las inversiones inmobiliarias y en fondos realizadas a posteriori no fueron todo lo exitosas que se esperaban y, con el tiempo, se convirtieron en ruinosas.

Rodrigo, Gela y Ana (hijos de Rodrigo Rato).



Lo mismo sucedió con la crisis de Rebecasa (Refrescos y Bebidas de Castilla) la embotelladora y distribuidora familiar que poco a poco fue viendo como les fueron rescindiendo los contratos: primero con Cadbury Schweppes, luego cervezas San Miguel, luego las bodegas Berberana y el remate final lo reciben cuando los sindicatos de trabajadores presentan una querella contra la familia por presunto alzamiento de bienes. La querella no fue admitida por el Supremo, pero la familia tuvo que conseguir apoyo financiero de las grandes Bancos. Las deudas de Rebecasa alcanzaron los 16,2 millones de euros y arrastran a más empresas de familia. La situación de Rodrigo Rato era muy incómoda, era ministro de Economía, tiene que controlar la actividad de los Bancos en su faceta pública pero necesitaba de su ayuda en su vida privada. Esta gestión siempre fue criticada y algunos apuntan a que fue una de las razones por las cuales José María Aznar no le designó sucesor. El dedazo del presidente señaló en cambio a Mariano Rajoy. Otras fuentes más fidedignas señalan que las discrepancias entre Aznar y Rodrigo Rato se acrecentaron por el apoyo de España a EE.UU. durante la invasión de Irak. Rato no estaba de acuerdo y algunos testigos señalan que fue en este momento cuando el presidente del Gobierno le borró de su cuaderno azul.



A comienzos del siglo XXI poco quedaba del glorioso imperio empresarial de los Rato. Las pocas emisoras de radio se encontraban en números rojos y la oposición no deja de denunciar que muchas de las empresas privatizadas por el PP habían ido en ayuda y rescate de los negocios de la familia Rato, que se precipitaban cuesta abajo. Ese fue el caso del préstamo millonario de la Argentaria de Francisco González, pero también conviene recordar los nombres de Juan Villalonga, Manuel Pizarro, César Alierta y Emilio Botín que acudieron dispuestos en ayuda de la familia del vicepresidente primero y, sobre todo, superministro de Economía.

Actividad política de Rodrigo Rato cuestionada



Otro caso diferente fue el crédito concedido por HSBC a las emisoras de radio por 525 millones de pesetas cuando su endeudamiento duplicaba los fondos propios. Para más inri ese mismo Banco fue utilizado como agencia de valores para colocar fondos del escándalo de Gescartera. La actividad política de Rodrigo Rato quedó muy cuestionada, mientras que la gestión empresarial de su hermano Monchu fue, asimismo, muy criticada.



Rodrigo Rato no abandonó la política, la política le abandonó a él. Pero tuvo un buen retiro: fue nombrado Director Gerente del Fondo Monetario Internacional del 2004 al 2007, con honores y categoría de jefe de Estado y un sueldo impresionante: casi 400.000 dólares al año libres de impuestos. De ahí que nadie entendiera su renuncia prematura sin ninguna explicación. Eso sí, no abandonaba Washington con una mano delante y otra detrás: le quedaba una pensión vitalicia de 54.531 euros anuales.



Rodrigo Rato volvió a España y vio como todos sus antiguos amigos, que él había llevado hasta la cima del éxito económico, se habían convertido en millonarios y él, en comparación, seguía siendo “un pobre”. De ahí que decidiera que, de ahora en adelante, se iba a dedicar a ganar dinero. Y así lo hizo, porque en poco tiempo pasó a ganar 680.000 euros anuales como consejero del Banco Lazard francés. También fue consejero asesor del Banco de Santander. Ya, en 2010, cobraba 2,7 millones de euros como presidente de Caja Madrid, cargo que compatibilizaba como consejero no ejecutivo de Iberia que le remuneraba con 120.000 euros anuales.

Rodrigo Rato, a la salida de Bankia a Bolsa.



Su gran error fue propiciar la fusión entre Caja Madrid, Bancaja y otras seis Cajas de Ahorro arruinadas más para alumbrar así a Bankia, con su estrambótica salida posterior a Bolsa. Su sueldo fue reducido en 2001 por decisión del Gobierno en 1,7 millones de euros, quedándose en 600.000 euros al año, que no está nada mal. Pero la intervención de la entidad financiera ya estaba decidida. Rodrigo Rato dimitió de la presidencia de Bankia en 2012. Ese mismo año falleció su hermano Ramón.

A partir de ese instante el hermano pequeño inició su particular vía crucis judicial, del que la sentencia de las tarjetas black es únicamente una estación. El próximo mes de noviembre tendrá que volver a sentarse en el banquillo por la presunta salida fraudulenta de Bankia a Bolsa. En otro juzgado de Madrid se sigue investigando un presunto blanqueo de ocho millones de euros.

Para no romper con la tradición familiar, Rodrigo Rato nombró en diciembre de 2017 a sus tres hijos, nacidos de su primer matrimonio con Gela Alarcó, Gela (29), Ana (22) y Rodrigo (20) apoderados de sus seis sociedades familiares. Una donación de 2,5 millones de euros a sus hijos está siendo también investigada por la Justicia. La maldición de los Rato parece que no ha finalizado. Al menos de momento.

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