Juan de Dios López llevaba una vida “completamente normal” en Roquetas de Mar (Almería). Estaba comprometido –aunque no casado–, tenía trabajo y disfrutaba –como todos– de los fines de semana. Nadie pensaba que de un momento a otro se fuera a esfumar, que fuera a desaparecer sin dejar rastro, que sin mediar palabra saliera para no volver. Al menos, durante 10 días, el tiempo que su familia lo lleva buscando sin descanso. Tienen, todavía, la esperanza de encontrarlo. “Pensamos que le ha podido pasar algo”, cuenta su hermano, Ignacio, a EL ESPAÑOL. Pero nada grave. No había, al fin y al cabo, motivos.
Juan desapareció el pasado cinco de abril. Llevaba unos pantalones y una sudadera de color azul, y unas zapatillas rojas. Es decir, el uniforme de trabajo. Fue visto, por última vez, a las 19:00 horas cerca del camino Hoyo de Cuenca. Desde entonces, nada. No se le ha vuelto a ver por la localidad. Se ha trabajado para encontrarlo desde entonces, pero sin resultados.
¿La razón? No hay ninguna, según la familia. Aunque, antes de desaparecer, había reconocido que tenía “problemillas en el trabajo”, cuenta su hermano en conversación con este periódico. “Pero no creemos que fueran graves. No tanto como para que haya ocurrido algo. Eso se soluciona y ya está”, prosigue Ignacio. Juan de Dios López trabajaba en un semillero de la comarca del Poniente como peón. A sus 26 años, tenía experiencia en el sector. “De haberlo dejado, no hubiera tenido inconvenientes a la hora de encontrar algo”, prosiguen sus familiares.
Sin embargo, el cinco de abril, desapareció. “Llegó a casa y dijo que necesitaba despejarse”, recuerda su hermano. A partir de ahí, todo es un misterio. Juan de Dios se esfumó sin dejar rastro, en plenas facultades físicas y mentales, y sin tener problemas aparentes con nadie. “No creemos que haya sido otra persona. No había razón para nada”, insisten los familiares.
Juan tenía dos hijos, una ‘mujer’ –“no lo era, pero como si lo fuera”, inquiere Ignacio–. Pasaba su vida sin inconvenientes, entre el trabajo y la casa. “Y los fines de semana, se tomaba unas tapillas”, reconocen. Es decir, hacía lo que cualquiera en Roquetas de Mar. Era una persona querida y que siempre había estado a disposición de todo el mundo. Por eso, su desaparición es aún más extraña.
Y por eso, sus familiares, desde el mismo día en que desapareció, se han movilizado para encontrarlo lo antes posible. Han pegado carteles con sus datos de identificación y con su foto; han hablado con los medios y con las autoridades; y han hecho (hacen) todo lo posible para dar con su paradero. Han rastreado la playa, la montaña y todos los aledaños con la ayuda de diferentes dispositivos. Pero, de momento, nada.
Sin novedades, sólo les queda seguir pidiendo ayuda dando dos números: el de la Guardia Civil de Roquetas de Mar (950 328 415) y el de la familia (640 025 621). Con una esperanza: encontrarlo vivo, que todo haya sido un accidente.
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