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A Alejo Stivel le dijeron hace poco que no ha tenido tiempo para morirse. Llegó huyendo de la Argentina dictatorial y se sumergió en la gran fiesta que era la democracia española, un sarao interminable de lunes a domingo en el que vivió durante años. Como frontman de Tequila, nos pidió que saltáramos con él, que bailáramos un rock and roll en la plaza del pueblo, que le dijéramos que le queríamos.

Él se quiso a su manera. Se regaló todo tipo de experiencias, y también de excesos. Era un animal, ya lo dice en la canción que ahora saca con Sabina, otra fiera con la que compartió décadas de salvajismo y goce. A Alejo, ya como productor, le debemos que Joaquín se mostrara por primera vez con su voz rota en su piedra angular hecha disco, 19 días y 500 noches. Luego, no volvieron a trabajar más juntos: "Me dijo 'quiero firmar un contrato contigo para que me produzcas los próximos cinco discos' y yo le dije que no. No tenía ningún sentido, los contratos no valen para nada salvo para ir a juicio".

La vida de Alejo Stivel es un fractal de mil vidas, una colección de vergeles y desiertos, de años oscuros de adicciones, de casi muertes. De hecho, Stivel recuerda a aquel programa inefable, 1.000 maneras de morir. ¿La más absurda? Quizá aquella en La Habana, cuando Mike Tyson… Perdón, mejor que lo cuente él.

Alejo Stivel durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Alejo Stivel durante la entrevista con EL ESPAÑOL. David Morales E. E.

P.– En Yo era un animal canta a los años en los que vivía de noche, no sabía frenar y dormía de día. ¿Recuerda qué le parecía la vida normal, la vida diurna, en aquellos tiempos?

R.– No se parecía nada a la vida normal de una persona normal. De hecho, tengo otra canción que se llama Yo quería ser normal. Era una vida muy frenética, me pasaban en un día las cosas que a una persona normal le pasan en un mes. Tenía épocas en las que dormía un día sí y uno no, y así durante meses, pero era muy divertido. Podría decir que he vivido varias vidas en una por la cantidad de cosas que me pasaron en esos años.

P.– Joaquín Sabina la escuchó y se vio reflejado, claro.

R.– Totalmente. Hay ciertos paralelismos en la historia.

P.– ¿Qué le ha parecido verse recreado con IA, a él que no tiene ni teléfono móvil…? 

R.– Sí, sí, sí, me dijo una frase muy cachonda cuando lo vio, me mandó un mensajito y me dijo: 'Sabía que eras inteligente, pero no que eras artificial'.

P.– Es una frase muy sabinera.

R.– Total, total. Y lo que también creo es que además de IA tuve que utilizar la inteligencia natural, porque el planteamiento surge primero y después se aplica la tecnología.

P.– Sin inteligencia natural la cosa no puede escalar.

R.– De momento, no.

P.– En su libro Yo debería estar muerto dice que recuerda un 20% de todo aquello, de esa vorágine de noches y éxito…

R.– Sí, digo un 20% por decir, porque podría ser un 5% o un 10%. El libro está lleno de anécdotas, y puse de lo que me acordaba, porque he accedido a la memoria a través de la emoción, he revivido esos momentos como quien hace una terapia de regresión.

P.– ¿Cómo era un día de concierto de Tequila y, sobre todo, la noche que le seguía?

R.– Es que nunca había un día igual a otro. En mi vida, en esa época y en esta, no hay un día igual al siguiente: me acuesto a una hora diferente, como a horas diferentes, hago actividades diferentes… Carezco totalmente de rutina, lo cual es mucho más divertido que tener una vida estructurada, pero hay gente que no podría vivir así. Yo estoy acostumbrado, es mi modus vivendi. Muchas veces dicen eso de 'tienes que salir de la zona de confort'… A mí lo que me gustaría es ir un ratito a la zona de confort, porque nunca la piso.

P.– Como devota de Joaquín, tengo que darle las gracias por haber conseguido que despojara su voz de artificios. Cantó por primera vez con su voz rota en 19 días y 500 noches, el disco que le produjo. ¿Por qué no se dio colaborar más?

R.– Eso tendrías que preguntárselo a él.

Alejo Stivel durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Alejo Stivel durante la entrevista con EL ESPAÑOL. David Morales E. E.

P.– He leído que le ofreció grabar los cinco siguientes discos… ¿Qué pasó ahí?

R.– Él me ofreció… El día que terminamos el disco nos fuimos a hacer un ida y vuelta por la Castellana, a las 4 de la mañana, con el techo de mi coche abierto y él con medio cuerpo fuera de la ventanilla, oyéndolo a todo volumen... Parábamos en el semáforo, y otra gente paraba y flipaba, claro: Sabina saliendo de un coche, cantando, a las 4 de la mañana de un día cualquiera. Ese día fuimos a su casa después y me dijo: 'Quiero firmar un contrato contigo para que me produzcas los próximos cinco discos'. Y yo le dije que no. No tenía ningún sentido. Los contratos no valen para nada salvo para ir a juicio. Y yo, obviamente, no pretendía ir a juicio con él de ninguna de las maneras. Le dije que ya veríamos, que me avisara si quería cuando hiciera el próximo, que éramos amigos y los contratos son la mejor manera de romper amistades.

P.– Y luego no llamó.

R.– Bueno, encontró otra opción que le sería más cómoda en ese momento, tampoco tenía ningún compromiso, justamente.

P.– Ha cosechado éxitos por donde ha ido. ¿Por qué un cantante, un frontman, empezó a producir para que los que brillaran fueran otros?

R.– Yo no lo decidí. Fue el destino. Yo no dije un día 'ahora dejo de cantar y me hago productor'. Una cosa trajo la otra y me encontré un día produciendo discos, fuera de los escenarios. Y de hecho todos esos años que no canté siempre pensé que en algún momento volvería, pero claro, produje 250 discos y eso me tomó un ratito de tiempo, estuve veintipico años que no tenía tiempo para cantar hasta que corté porque era una rueda que no acababa. Lo que sí decidí en un momento dado fue volver a cantar.

P.– Volvió en solitario en 2011. ¿Cómo lleva su carrera? Tiene un concierto esta semana…

R.– Tengo el viernes Salamanca y el sábado Valladolid. Después, Málaga y Sevilla, y el 13 de marzo tengo Madrid, el teatro Barceló, donde presentamos Viva Tequila en 1981, y donde en la reunión de 2008 volvimos a presentar la gira, así que es un lugar especial. Ahí voy a dar mi primer concierto solista en Madrid, y me hace mucha ilusión, espero que a todos los que estén leyendo esto les apetezca venir. Yo no monto conciertos: monto fiestas. Y en ellas no está el público mirando expectante y aplaudiendo al acabar cada canción, mi propuesta es que yo lo doy todo y que la gente también venga a darlo todo, a cantar, bailar y saltar. Para mí el público es parte del espectáculo, es un miembro más de la banda y quiero que salgan exhaustos. Soy como unos grandes almacenes: garantizo la calidad y la satisfacción, y si usted no queda satisfecho, le devolvemos el dinero a la salida.

Alejo Stivel durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Alejo Stivel durante la entrevista con EL ESPAÑOL. David Morales E. E.

P.– En su libro, Yo debería estar muerto, cuenta un montón de situaciones en las que pisó el borde del abismo. ¿Cuál cree ahora que fue la peor de todas?

R.– No lo sé. Hubo varias. Y te voy a corregir: yo estuve en el abismo. ¿Sabes esos dibujos animados que hasta que no se da cuenta sigue el Coyote en el aire? Y cuando mira para abajo es cuando cae. Yo no miré para abajo, me dije que no era el momento para irme. Alguien me dijo hace poco que yo no tenía tiempo para morirme.

P.– Cuénteme la de Mike Tyson.

R.– Pues con Carlitos Tarque, mi amigo el cantante de M-Clan, nos fuimos a Cuba unas vacaciones. Estábamos en el Hotel Meliá, nos fuimos a dormir una siesta, y como yo no podía dormir bajé a dar una vuelta. Y cuando se abre el ascensor, en el lobby, enfrente había un sofá. Y ahí veo a un señor tirado, despatarrado, con los ojos cerrados, y era muy parecido a Tyson. Me quedé shockeado, mirándolo, preguntándome si era o no, y en esto que abre los ojos (no sé si sintió mi mirada penetrante a pesar de estar muy borracho a las cuatro de la tarde), me miró y yo no reaccioné, seguía absorto. Entonces pega un salto, se me pone frente a frente, nariz con nariz, esa mole humana, y me dice: '¿Qué pasa contigo?'. Mi instinto fue el del Correcaminos, salí pitando más rápido que la luz. Si ese tipo, así de borracho, me pega una hostia, me manda al hospital en coma. Era la época de Navidad y al día siguiente salió en prensa cómo la había liado con el arbolito de Navidad del lobby, tirándole las bolas a todo el mundo. Yo me preguntaba qué coño hacía Mike Tyson en La Habana, y al parecer había ido a conocer a un boxeador viejo muy famoso… Después fui al mostrador de recepción, llamé a Tarque y le dije 'Mike Tyson me ha querido pegar', y se partía de risa: 'Tú y tus historias'.

P.– También cuenta que dejó las drogas de la noche a la mañana, cuando empezaron a suponer un problema. Joaquín dice en el documental de León de Aranoa lo mismo, que pudo dejarlas sin ayuda. Pero claro, eso lo puede hacer un porcentaje muy pequeño de la gente, ¿a qué cree que es debido?

R.– Por instinto de supervivencia. Si seguía con esa vida iba a vivir muchos menos años que si me cuidaba. Y también un poco por hastío, ya pasé 4.500 noches en esas experiencias, y pensé que la 4.501 iba a ser muy parecida a la 3.274. La verdad, casi casi me parecía algo exótico estar limpio, una excentricidad. Me limpié, me costó, pero tomé la decisión. Y Joaquín cuando estábamos grabando el disco, me decía 'tú dejaste la droga más difícil de todas, que es el aplauso del público'. A esa droga nadie se resiste, la gente sigue en el escenario aunque haga el ridículo y ya no esté en condiciones. Y yo estuve 25 años sin eso, creo que soy capaz de administrar mis adicciones con buen resultado.

P.– Ha descubierto ese lado luminoso, y tranquilo, de la vida.

R.– Sí, tranquilo entre comillas. Tengo mucha actividad, hago mil cosas, estoy de aquí para allá. Y no estoy relajado en una playa.

P.– Un poco como su madre, que fue actriz, y estuvo trabajando hasta el final, ¿no?

R.– Sí, en un momento dado cambió de actriz a profesora de actuación, pero sí, hasta los últimos días trabajó. La última vez que salió de casa fue para dar una clase.

P.– ¿Qué tiene de ella aún hoy?

R.– Yo soy un mama's boy, porque a pesar de que ella se volvió a casar y su marido era más mi padre que mi padre biológico, y estaba muy presente, lo de ella era una omnipresencia, era muy protectora, sobreprotectora. Puede que tenga su integridad. No le gustaba mentir, y yo miento sólo si es estrictamente necesario, porque además soy mal actor en la vida real y se me nota. Trato de no cagarle la vida a nadie, de ir con la conciencia tranquila y de ser bueno.

P.– Dentro de esa honestidad, tuvo una situación delicada con La Oreja de Van Gogh, cuando les dijo a los músicos que no estaban como para grabar su primer disco. ¿Cómo se consigue hacer eso para que no te odien? ¿Tienen buena relación a día de hoy?

R.– Bueno, no sé… A pesar de que lo aceptaron en ese momento porque la opción era esa, después no volvieron a grabar conmigo. La opción era grabar con mis músicos o esperar mucho tiempo para grabar, porque si grababan ellos ese disco no iba a funcionar nunca porque no sabían tocar. Yo propuse que ensayaran un año, machacar, machacar, machacar, y la compañía me dijo que en 28 días el disco debía estar en la calle, así que la única solución era usar músicos de mi equipo, y ellos aceptaron. De hecho, estuvieron en la grabación, preguntándoles a los músicos, muy interesados. Participaron activamente desde atrás, pero luego no me volvieron a llamar. Un artista cuando vende millones de copias cree que es bueno, que eso lo avala, y creo que ahí se disgustaron conmigo y cambiaron de opinión.

P.– ¿Cómo ve la industria?

R.– No sé qué es la industria hoy, sé lo que es la música. La música está muy viva, llena de conciertos, con una asistencia que bate récords cada año. Ya no ganamos dinero con los discos, pero como consumidor de música tengo claro que, si estoy en una playa remota y quiero escuchar una canción, con cuatro golpecitos de móvil la estoy escuchando. El consumo musical se ha desarrollado de una forma increíble. ¿Qué va en contra de los derechos de los artistas? Sí, pero así es la vida, todas las rosas vienen con espinas.

Alejo Stivel durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Alejo Stivel durante la entrevista con EL ESPAÑOL. David Morales E. E.

P.– Se ha fomentado el directo, a cambio, ¿no?

R.– Sí, el directo siempre ha estado, pero ahora hay muchos más artistas. Cualquiera con un pequeño ordenador puede grabar un disco y meterlo en las redes. Antes había 100 artistas, salían en la tele y los conocía todo el mundo. Ahora hay alguien que llena el Bernabéu y yo no sé ni quién es, porque va dirigido directamente a su público. Bueno, cambió todo, no hay derecho a queja, hay que aceptarlo y seguir adelante.

P.– ¿Qué tiene en la mesilla de noche?

R.– Tengo un despertador, no es el móvil, pero es digital. Le hablo, porque me daba mucha pereza setear el móvil. Tengo algunas revistas, algún libro, tengo tapabocas, que lo he descubierto últimamente, una cinta adhesiva para no respirar por la boca por la noche. La boca no está hecha para respirar, la nariz tiene unos filtros para limpiar las toxinas y la boca no. Sobre todo para alguien que habla y canta está muy bien. Y al principio da un poco de claustrofobia, pero te acostumbras, y ahora te diría que casi ya lo necesito para dormir.