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"Nací en una familia católica pero moriré siendo musulmana", dice una de las españolas conversas al Islam que ha podido entrevistar EL ESPAÑOL. "Odiaba a los moros y ahora tengo hijos con uno", dice otra. El Islam considera que todas las personas nacen en un estado natural de sumisión a Alá (fitrah), y que en algún momento de sus vidas "regresarán" a sus origines. Paula, María y Jésica son algunas de ellas, jóvenes españolas que "se sintieron libres" cuando "abrieron su corazón" a esta religión, y que ahora batallan contra los prejuicios y críticas constantes: "Me decían que si iba a poner bombas".

Este diario ha intentado ponerse en contacto con bastantes mujeres regresadas al Islam, pero muchas de ellas no han contestado, algunas prefieren no exponerse, y otras tenían que "consultar con su marido" su participación en este reportaje: la respuesta ha sido un contundente pero sencillo no.

Sin embargo, estas trés conversas no han dudado en compartir su experiencia de transformación religiosa, con el propósito de viabilizar y normalizar una situación que en muchas ocasiones es enjuicida por los españoles y por la propia comunidad musulmana a la que quieren pertenecer. "El Islam es perfecto pero los musulmanes no. Mucha gente nos señala continuamente, pero yo estoy muy segura de mi fe", resalta Paula. 

La influencer española conversa al Islam Paula Lebrón.

La influencer española conversa al Islam Paula Lebrón.

La palabra musulmán significa "aquel que alcanza la paz sometiéndose a la voluntad de Dios", y se calcula que hay cerca de 1.200 millones de personas practicantes de esta fe en todo el mundo. Según el último estudio demográfico de la población musulmana realizado por la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE), en el territorio nacional viven 2,4 millones de musulmanes: 1,3 millones son de nacionalidad extranjera, 1,1 españoles, y el INE estima que 200.000 de ellos son conversos. "Seríamos más si no hubiera tanto escrúpulo e ignorancia sobre esta religión", manifiestan las entrevistadas.

Las españolas musulmanas

Sin presiones, ni obligaciones y de forma orgánica, así es como han narrado el proceso de transformación a la vida musulmana, pero todos sus viajes han ido acompañados de numerosos baches. "Fui una persona de ideas bastante conservadoras, en el pasado he sido muy racista, incluso me daba asco todo lo relacionado con los árabes", se sincera María Bermudo, ahora musulmana, con marido marroquí y madre de tres hijos musulmanes.

Una fotografía de Jésica Sánchez.

Una fotografía de Jésica Sánchez. Cedida

"Cuando empecé mi conversión tenía una pareja muy racista, no soportaba verme practicar mi nueva fe y no me dejaba ponerme el hiyab. Me miraba con cara de asco y me decía que me quitara el velo o me iba a escupir. También me amenazaba con quemarme todo lo que tenía relacionado con el Islam", lamenta Sánchez. Ahora lleva dos años practicando el Islam y soportando, a menudo, comentarios de sus compatriotas como: "Ya no eres española, si te gusta tanto ser musulmana vete a otro país. Ve a Irán o Afganistán, ¡ya verás!".

Jésica Sánchez es una joven burgalesa de 24 años, también conversa, casada y a la espera de su primer hija, y explica que el acercamiento al Islam no surge de una manera premeditada. "Simplemente es una curiosidad, un interés que no tiene descripción, es el encuentro con una paz y tranquilidad que nunca había experimentado". 

"A mí me encontró, me llamó", dice Bermudo sobre su conversión al Islam. Al poco tiempo de considerarse musulmana conoció a un marroquí, la razón de disputa con sus padres al considerarlo "un ser inferior". "Me sentí bastante avergonzada porque en su día yo llegué a pensar así. Mi conversión fue mi dura, nunca me había enfrentado a tanto odio, y solo por amar a una persona de otra religión", añade.

María Bermudo lleva 16 años practicando el Islam, 11 con su marido y 3 hijos musulmanes en común.

María Bermudo lleva 16 años practicando el Islam, 11 con su marido y 3 hijos musulmanes en común. Cedida

"Todos cometemos errores, no somos perfectos y nunca he pretendido parecerlo. Cuando me mudé a Sevilla para estudiar, mi compañera de piso era musulmana y me presentó a chicas conversas. Mi mundo cambió por completo, pude ver y vivir otra realidad, me di cuenta de lo confundida que estaba, los daños que me habían causado tener prejuicios y lo cerrada que estaba de mente. Me sentí libre por primera vez en mi vida y decidí que en el Corán podía encontrar las respuestas a todas mis preguntas", aclara Bermudo.

El rechazo de sus hermanos de fe

Paula Lebrón lleva nueve años como musulmana conversa y, la onubense, dicharachera y valiente ante todo lo que se tenga que enfrentar, ha conseguido crear una comunidad en redes sociales de más de 300.000 seguidores en la que muestra su vida como española regresada al Islam. "Me expongo en redes para demostrar que somos más que una cara bonita. Me he cansado de recibir críticas constantemente, ya me dan igual. Solo quiero poder inspirar a otras personas, ayudarlas y que se sientan libres de ser como son", cuenta.

Paula Lebrón tiene más de 300.000 seguidores en redes sociales.

Paula Lebrón tiene más de 300.000 seguidores en redes sociales.

Aparte de soportar los comentarios racistas de los ciudadanos españoles que le han llegado a llamar "hija de puta" por llevar velo siendo andaluza, o a mirarla como si fuera si tuvieran a una terrorista delante, Lebrón se llevó una gran decepción con los mismos musulmanes. "¿Cómo se atreven a decir que hay discriminación si son ellos los primeros que me discriminan?", se pregunta Paula.

"Muchos musulmanes se creen con la voluntad, como si fueran dioses, para decidir quien entra en su religión y quien no. Las conversas somos iguales de musulmanas que cualquiera, pero parece que para algunos no", critica. Exponerse en redes, desviar a otras hermanas, ensuciar su religión…, son algunas de las cuestiones que le echan en cara.

"Mi propia comunidad me machaca. ¿De qué van? ¿Quiénes se creen? Me pinchan para hacerme sentir insuficiente, nunca me han aconsejado, a mí me acosan. Quieren tumbarme, pero no lo van a conseguir. Muchos musulmanes me ladran porque son infelices y lo ven todo blanco o negro, pero yo sé cuáles son mis aciertos y mis errores", afirma. Aun así, el problema está en que estos musulmanes que no toleran a las conversas, en muchas ocasiones, consiguen reprimir a españolas que se quieren acercar al Islam. "Hay que ser más fuertes que ellos, muchos se creen perfectos, pero eso solo es trabajo de Alá", indica.

Paula Lebrón ha estudiado la carrera de Filosofía.

Paula Lebrón ha estudiado la carrera de Filosofía. Cedida

Alá, musulmanes y conversas

"Solo me justifico ante Dios, me han llamado puta por enseñar el cuello", sigue Lebrón. María, por su parte, cuenta que su experiencia con la comunidad musulmana se basa en continuos altibajos, ya que algunos te llegan a admirar por el cambio que has decidido dar mientras que otros juzgan desde el inicio. "Muchos no entienden que algunas de nosotras no podemos llevar el velo desde el primer día, ya sea por la presión social o por otros motivos. No podemos cambiar nuestros orígenes ni la familia que tenemos, podemos tener otra religión, pero no se trata de perder toda nuestra esencia", advierte.

Según describen las entrevistas, una minoría musulmana las juzga en cada paso que dan. "Se hacen musulmanas por moda", "estas lo que quieren es un habibi" -un amor-, "buscan llamar la atención"..., son algunos de los comentarios con lo que tienen que lidiar. "Que me digan estas cosas a mí, que llevo 16 años como musulmana, 11 casada con mi marido marroquí y tres niños en común, me parecen nada más que tonterías", admite María.

De izquierda  a derecha, Paula Lebrón, María Bermudo y Jésica Sánchez.

De izquierda a derecha, Paula Lebrón, María Bermudo y Jésica Sánchez.

"Repelentes de gilipollas"

"Ignorantes hay en todos los lados, da igual de donde sean, sus culturas o religiones", alegan las conversas. Jésica menciona a este diario que ha sentido mucha islamofobia por parte de los españoles, pero que gracias a su cambio, le ha servido para saber qué personas quiere a su lado y quiénes debían marcharse del mismo. Y María argumenta que quien te quiere de verdad, lo hace independientemente de tus preferencias religiosas.

Paula, María y Jésica, todas concuerdan que es importante recordar el pasado y no arrepentirse de él, pues al final es una especie de camino. "Llegamos a ser lo que somos por lo que fuimos", dicen. "Siempre fui muy rebelde, he hecho lo que he querido. Antes se me acercaban hombres por llevar escote, me sexualizaban, ahora llevo velo y voy más tapada y me siguen criticando. Te oprimen cuando vas medio desnuda y también cuando vas tapada, esto es un problema social. Que lleve velo es un repelente de gilipollas y una golosina para los racistas", piensa Paula.

Bermudo, desde su experiencia, sostiene que llevar el hiyab es una de las cosas que más complicaciones le ha supuesto, ya que llevarlo es crear una identidad visual que es "reprimida por la sociedad en la que vivimos". "Pueden llegar a cerrarte puertas laborales y sociales, a insultar a tu familia, a discriminarte o a hacerte miles de preguntas por si mi marido me obligara a ponérmelo", enfatiza.

La vida musulmana

Encontrar el sentido de la vida no es tarea fácil, y estás jóvenes lo hallaron en el Islam. María lo describe como un camino de aprendizaje, estudio y convivencia que le ha servido para conciliarse con ella misma y con su entorno, con el que ha mejorado su salubridad y le ha enseñado a ser más tolerante, comprensiva, igual al resto.

La conversión al Islam trae consigo mandamientos y tradiciones a las que hay que adaptarse, y algunos de ellos, depende de para quien, cuestan más que otros. Jésica se está acostumbrando a no decir "tantos tacos", María se moderniza con el poco uso del hiyab y Paula se reinvierte con sus redes sociales y su afán por el maquillaje.

Las tres musulmanas conversas al Islam afirma haber encontrado las respuesta que necesitaban con su fe.

Las tres musulmanas conversas al Islam afirma haber encontrado las respuesta que necesitaban con su fe.

Aun así, Jésica aclara que el Islam fue la luz al final del tunal en un momento vital de perdición, de oscuridad. Gracias a él pudo salir de la depresión en la que se encontraba y dar con las respuestas que necesitaba para hacer las cosas lo mejor posible.

Paula sencillamente resume su religión como la vía que le salvó la vida. "Había pasado por muchas cosas feas en mi vida y mi fe me hizo superarlas. El concepto de libertad es un ejercicio que debe practicar cada uno y, en mi caso, el Islam me ha llenado el corazón de ilusión y sosiego, pero lo que más me gusta es que no hay una imagen de Alá como tal. ¿Qué es Alá?, es un dios, es una energía, es algo que se siente, pero no se sabe qué es", plantea Lebrón. "Yo me he aceptado y mi familia también, que me sigan criticando e insultado ya es cosa de ignorantes", sentencia.