A la izquierda, Eulogio Quintanilla, veterinario y ex alcalde de Alcázar de San Juan. A la derecha, Jesús Ramón Galán, su descendiente

A la izquierda, Eulogio Quintanilla, veterinario y ex alcalde de Alcázar de San Juan. A la derecha, Jesús Ramón Galán, su descendiente Cedidas

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Los Quintanilla llevan 200 años siendo veterinarios y hoy un real decreto del Gobierno pone en peligro su negocio

Tras dos siglos vinculados al sector veterinario, la nueva legislación amenaza la continuidad familiar de su profesión. "Dificulta mucho nuestro trabajo".

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Uno no es rubio ni tiene los ojos castaños porque quiere. Son caprichos de los genes. Lo mismo le ocurre a la familia Quintanilla. No deciden ser veterinarios. Simplemente, lo son. Una dinastía de veterinarios digna de monarcas heredada por 6 generaciones. Una pasión transmitida de hijo a hijo, que hoy perdura bajo la sombra de una polémica nueva legislación.

La entrada en vigor de un nuevo real decreto obliga a los veterinarios a registrar digitalmente todos los antibióticos prescritos, lo que ha desatado una oleada de indignación en el sector a escala nacional.

Esto también salpica a los últimos descendientes de la familia Quintanilla, Jesús Ramón Galán y su hija María Jesús Galán Alonso, ambos veterinarios. Esta profesión juega un papel protagonista en la memoria histórica de su familia.

La dinastía de los Quintanilla

Esta saga de veterinarios comenzó en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) con el nacimiento de Miguel Quintanilla Rubio en 1820. Este se formó como albéitar, una profesión antigua que se centraba en el cuidado de caballos y mulas de carga, el embrión de los actuales veterinarios. 

Con tan solo 16 años, su hijo, Benito Quintanilla, accedió a la Escuela Superior de Veterinaria. Lo hizo con una autorización especial del Director General de Instrucción Pública, debido a que la edad mínima para ingresar era de 17 años. Esto le abrió las puertas a la profesión, que a su vez contagiaría a su hijo Eulogio Quintanilla Izquierdo. Este último también ostentó el cargo de alcalde de Alcázar de San Juan. Desgraciadamente, Eulogio falleció a los 30 años, antes de conocer a su propio hijo. 

Calle dedicada a Eulogio Quintanilla en Alcázar de San Juan

Calle dedicada a Eulogio Quintanilla en Alcázar de San Juan Cedidas

No obstante, la muerte no significó un obstáculo para la continuidad del legado familiar. Además de heredar el gusto por la profesión, su hijo también portó su nombre. Eulogio Quintanilla Justo, hijo póstumo primogénito de Eulogio, heredó la clínica. Su hermana, María Quintanilla, tuvo a Jesús Ramón Galán, la piedra angular de esta historia.

Jesús Galán, ADN de veterinario

Jesús Ramón Galán, historia viva del sector veterinario en España, nació en Alcázar de San Juan, tal y como las cuatro generaciones anteriores. El linaje de veterinarios nunca había estado más cerca de terminarse. Tal y como relata el propio Jesús, su abuela le decía: "Olvídate de ser veterinario, que ya sois muchos". Por primera vez en mucho tiempo, la corriente familiar podía cambiar de cauce.

A día de hoy Jesús Ramón Galán lo tiene claro: "Si volviera a nacer volvería a ser veterinario, y a la siguiente reencarnación también". ¿Cómo, entonces, desarrolló su pasión al margen de la oposición de su abuela?

Durante su infancia, Jesús pasó largos períodos de tiempo en Montánchez, pueblo cacereño de su padre. Allí conoció a Don Amador, un amigo de la familia que le introdujo de lleno al gremio. "A mí me quería mucho, me llevaba a su finca y allí pasaba tardes enteras sin que mi abuela lo supiera". Jesús recuerda además cómo incluso Guillermo golpeteaba con una varita al caballo, y este respondía tumbándose para que pudiese subir.

La ilusión por el sector veterinario, que cultivó desde pequeño, se materializó en su primer trabajo, allá por 1978, tras terminar la carrera y el servicio militar obligatorio. El destino quiso devolverle a tierras extremeñas, en concreto a Zorita. Allí comenzó sus andaduras como veterinario. Según dice, se dedicaba tanto a la vertiente sanitaria como a la agraria, ya que antes no existía especialización, sino que "se hacía de todo". 

Con el tiempo sus responsabilidades crecieron, y se dedicó a ser inspector provincial en Cáceres por las mañanas. Su vida de oficina no estaba exenta de acción, ya que por la tarde se dedicaba de lleno a una clínica de inseminación artificial de vacas. Jesús asegura haber asistido en el parto de más de 200 vacas al año. "Yo era un experto, aunque había veces que por una ranura de un duro había que sacar 5, por lo que había que recurrir a la cesárea."

Continuó escalando hasta convertirse en jefe de servicio de Sanidad Pública y Consumo de Extremadura en 1993. Tiempo después, regresó a su empleo original de veterinario de matadero, primero en Arroyo de la Luz, y después en Cáceres. Por motivos de salud, fue trasladado al control sanitario de los hospitales de San Pedro y Virgen de la Montaña, ambos en Cáceres capital. Allí se jubiló con 65 años en 2016.

Jesús Ramón Galán y su hija María Jesús Galán, ambos veterinarios

Jesús Ramón Galán y su hija María Jesús Galán, ambos veterinarios Cedido

Cepos legislativos

Uno de los grandes desafíos en la carrera de Jesús fue la adaptación a la legislación europea una vez España ingresó a la Comunidad Económica Europea, la actual Unión Europea. Se tuvieron que reformar infraestructuras enteras para garantizar que no hubiera cruces en el proceso de elaboración de la carne.

Para eso se requería una maquinaria más sofisticada, y una gran suma de dinero para poder comprarla. "La financiación del ministerio era insuficiente, y se corría el riesgo de que te cerrasen el negocio". Tras cinco meses de trabajo incansable, el negocio fue autorizado y Jesús pudo salir adelante.

Hoy su hija María Jesús Galán, perteneciente a la sexta generación de veterinarios, se enfrenta a otro problema legislativo. El Real Decreto 666/2023 obliga a los veterinarios desde el pasado 2 de enero a registrar minuciosamente todos los antibióticos que prescriben a través de una plataforma informática llamada Presvet. 

Esto se hace para cotejar los datos con el fin de controlar las resistencias que se  desarrollan por el abuso de estos medicamentos. Sin embargo, esta regulación implica trabas logísticas, ya que "dificulta mucho el trabajo a las clínicas" cargándolas de burocracia. Veterinarios de toda España han echado el cierre temporalmente a sus clínicas y se han sumado a la manifestación nacional convocada el pasado martes 11 de febrero.

Las sanciones por no comunicar las prescripciones van desde 600 euros, en los casos más leves, a los 1,2 millones de euros, en los más graves. María Galán, al igual que su padre, desearía que sus hijos también continuasen con el legado familiar, pero según dice "No es una profesión bien reconocida, que es lo que se merece".

Su clínica, situada en el centro de Cáceres, cumplió diez años en 2023, y lo celebró tanto con su padre como su marido, también veterinario, así como con toda su familia. Padre e hija aseguran que en la cena familiar de Nochevieja no se habla en absoluto de su profesión, aunque claro está que se respira la pasión en el ambiente.