El portazo que ha dado esta semana José Luis Corcuera a su partido de toda la vida, tras cuarenta años de militancia y después de constatar la victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE, enlaza directamente con la célebre “patada en la puerta” que el político socialista consagró en la llamada Ley Corcuera y que a la postre se ha convertido en el símbolo de su legado político.
Su marcha escenifica los cambios que se están produciendo en el PSOE, en el que la vieja guardia ya no se siente representada y la nueva incluso necesita de este tipo de gestos para largar lastre y tomar distancia del felipismo más rancio con el fin de que se visualice el cambio de mentalidad.
José Luis Corcuera Cuesta nació en Pradoluengo (Burgos) el 2 de julio de 1945 en el seno de una familia trabajadora. Sin estudios universitarios y de formación autodidacta, en 1959 fue becado como aprendiz metalúrgico de la Escuela de Aprendices de Altos Hornos de Vizcaya, en Bilbao, a donde se trasladó su familia cuando él era un adolescente y donde trabajó durante años como electricista.
En 1973 ingresó en el PSOE y en UGT, los dos ejes de su carrera política que por entonces actuaban en la clandestinidad y donde Corcuera se empezó a forjar como hombre fuerte del sindicato del metal e íntimo colaborador Nicolás Redondo, el histórico dirigente de UGT.
Ya entonces solía decir que aprendió economía y derecho negociando el Acuerdo Nacional de Empleo (ANE) y otros pactos con el entonces vicepresidente segundo del Gobierno de UCD y ministro de Economía, Fernando Abril Martorell, entre otros pesos pesados de la Transición.
Cuando en 1979 obtuvo el acta de diputado por primera vez y se empezaron a producir las primeras divergencias entre el Partido Socialista y UGT, Corcuera optó por el partido. Aquello le costó la amistad con Redondo, que vetó su ingreso en el Gobierno mientras pudo, hasta que Felipe González le convenció con la condición de que si Corcuera accedía al Consejo de Ministros lo haría al frente de una cartera que no tuviera relación directa con el sindicato.
El expresidente de la Comunidad de Madrid, Joaquin Leguina, reprodujo en su libro El camino de vuelta: del triunfo de Felipe González a la crisis del PSOE lo que Corcuera dijo a sus íntimos sobre su salida de UGT: “Yo dejé el sindicato, entre otras cosas, porque no estaba de acuerdo con una organización que hacía cosas que a mí me parecían incorrectas. Que Nicolás Redondo le diga a José Luis Corcuera que la UGT tenía que ser como la CFDT en Francia, es decir, absolutamente independiente del partido… Que Nicolás Redondo me diga eso a mí… ¡Él, que había defendido toda su vida lo contrario!”.
Aquel cisma anticipó las firmes convicciones que han acompañado a Corcuera durante todo su recorrido político y las dificultades que siempre ha tenido para resolver sus diferencias de forma pacífica y sin estridencias.
Desde entonces no ha dejado de protagonizar sonados encontronazos dentro y fuera de las organizaciones a las que ha pertenecido, resueltos siempre con portazos y patadas algo teatrales, que responden a un carácter tosco pero fundamental para entender la transición del socialismo español en los últimos años.
Antes de convertirse en ministro del Interior en 1988, el antiguo sindicalista ya era considerado como un ministro en la sombra al actuar como mediador entre el Gobierno y las centrales sindicales para negociar la recolocación de los trabajadores excedentes de los astilleros Euskalduna y Astano.
De su cercanía a Felipe González da cuenta su ascenso al Ministerio de Interior, a donde llegó el 11 de julio de aquel año para sustituir a José Barrionuevo tras la etapa negra de los GAL, todo un reto que dejó el 24 de noviembre de 1993, cuando el Tribunal Constitucional declaró nulo el apartado más polémico de la llamada Ley Corcuera, que permitía “la entrada y registro en domicilio” por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad si tenían constancia de que se estaba cometiendo un delito flagrante.
Durante este periodo se sucedieron sus altercados con el mundo del periodismo, como recientemente le recordó Carmelo Encinas en 13TV, cuando le acusó de amordazar a la prensa durante su etapa ministerial. “Yo he llamado a algún medio de comunicación para decir que lo que están contando es inexacto —explicó Corcuera después—. He cogido el teléfono y he llamado en directo… Callarme, nunca”.
En aquellos años también discutió acaloradamente en Televisión Española (18 de noviembre de 1988) con el entonces director de Diario 16, Pedro J. Ramírez, que fue despedido por su editor (8 de marzo de 1989), Juan Tomás de Salas, tras sacar a la luz el escándalo de los GAL y recibir fuertes presiones del PSOE.
Son los años en los que Corcuera era protagonista habitual de la actualidad informativa. En plena batalla contra ETA —bajo su mandato se llevó a cabo la detención de la cúpula etarra en Bidart—, Corcuera fue uno de los puntales de las conversaciones del Gobierno en Argel, a donde acudió su secretario de Estado, Rafael Vera, para explorar una posible tregua con la banda terrorista tras la detención del histórico dirigente de la organización, Josu Ternera.
En realidad, el antiguo electricista se había convertido en piedra de toque de al menos tres de los grandes asuntos que caracterizaron los diferentes gobiernos socialistas en aquellos años: la reconversión industrial, las negociaciones con ETA y la implantación del Tren de Alta Velocidad en España.
Sus intensas reuniones con el entonces ministro del Interior francés, Pierre Joxe, hasta altas horas de la madrugada en París o Madrid, se alternaban con sus visitas aquel mismo verano de 1988 al chalet de su íntimo amigo, Eduardo Santos, en Formentor (Mallorca) junto al entonces ministro de Industria, Claudio Aranzadi, para explorar la posibilidad de que los franceses utilizaran la política antiterrorista para negociar el contrato del Tren de Alta Velocidad de la empresa ferroviaria francesa Alsthom, a la que en ese momento representaba Santos, después de ejercer como director general de Industrias Siderometalúrgicas, y negociar con Corcuera la reconversión industrial de los altos hornos.
El peso de Corcuera en ese complejo proceso fue decisivo y estuvo en el germen de lo que más adelante comenzó a configurarse como parte de la financiación del Partido Socialista en la sombra.
No en vano, en aquel tiempo se empezaban a configurar despachos de influencias alrededor del PSOE y de los grandes contratos derivados del Instituto Nacional de Industria (INI) o el Tren de Alta Velocidad, como GMP o GTP Consultores, controlados por personajes como Juan Carlos Mangana Morillo, casado por entonces con Mercedes Medel, la secretaria personal de Corcuera en el Ministerio, y hermana de Valentín Medel, antiguo responsable del Área de Circulación y Transporte del Ayuntamiento de Madrid y persona clave también en las finanzas del PSOE. Todo ello mientras su amigo Santos era objeto de estudio al haberse convertido en uno de los intermediarios preferidos del Gobierno socialista (caso Macosa - Alsthom, con exenciones fiscales del 97 por ciento previas a su salida a bolsa) tras su etapa como gestor público, en el país en el que, según el entonces ministro de Economía, Carlos Solchaga, era más fácil hacerse rico más rápidamente.
Este es el Partido Socialista que Corcuera vivió intensamente y cuyas esencias ha defendido con vehemencia hasta esta semana en cuantos programas de televisión ha intervenido como tertuliano a lo largo de los últimos años.
Así quedaba patente hace unos meses, cuando se mostró crítico con el camino emprendido por el partido comandado por Sánchez, al llamar en directo al programa de radio Julia en la Onda, para decirle a la jueza Margarita Robles, afín a Sánchez, que su decisión de votar no a la investidura de Rajoy era “como ir a la peluquería, que haga lo que le parezca bien”. Las redes sociales estallaron contra el exministro por sus comentarios machistas sin ofrecer ninguna otra argumentación para defender su postura.
De forma significativa, el único reducto donde Corcuera ha podido defender sus puntos de vista de manera regular en los últimos meses ha sido la cadena 13TV, controlada por la Conferencia Episcopal, a la que acude como analista político y donde se ha convertido en el mayor aliado de Mariano Rajoy a la hora de justificar su continuidad en el poder.
Sirva de muestra el tremendo rapapolvo que le echó a Alberto Sotillos, exmilitante socialista próximo a Podemos e hijo de Eduardo Sotillos, el que fuera portavoz del primer Gobierno de Felipe González, por defender el referéndum catalán. "¡Tú qué vas a ser de izquierdas! —le espetó en directo— ¡Tú qué vas a ser de izquierdas! ¡Si has vivido toda tu vida como un burgués! ¡Y ahora también! ¡Tú qué coño vas a ser de izquierdas! ¿Tú, qué sabes de trabajar?", a lo que Sotillos trató de responder que trabajaba desde los 16 años, que era profesor universitario y autónomo, y que llevaba cotizando a la Seguridad Social desde hace nueve años. Corcuera, descompuesto, sólo acertó a decir: "¿Qué vas a trabajar tú? ¡Si tú no has trabajado en la vida! ¡Lo sé y tú también! ¡No has pegado un golpe!".
En este punto, la audiencia de 13TV se disparó —La Marimorena, el espacio presentado por Carlos Cuesta, alcanzó los 751.000 espectadores, una cifra inaudita para sus números habituales— anticipando el divorcio del viejo aparato del Partido Socialista con las juventudes actuales de la izquierda vinculadas a Podemos o al nuevo socialismo que representa Pedro Sánchez, del que Corcuera se dio de baja en la agrupación socialista de Portugalete (Vizcaya), la misma del ex lehendakari Patxi López, el pasado lunes, tras conocer los resultados de las primarias del PSOE.
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