José Coronado, un patriarca mafioso contra los clanes gitanos en ‘Gigantes’
- La serie 'Gigantes' es la gran apuesta de Movistar+ para el último trimestre de 2018.
- Coronado y su director, Enrique Urbizu, analizan las claves de la ficción.
- Urbizu le dio a Coronado su único Goya por 'No habrá paz para los malvados'.
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Hay una España que normalmente no se muestra en la ficción. Es una España sucia, sin brillo, que huele a taberna de mala muerte y a sudor. Un país que la comedia que triunfa en la taquilla oculta, pero que se esconde en los barrios y calles de cada ciudad. Por ello son necesarios directores como Enrique Urbizu, uno de los mejores cronistas de esa cara B de nuestro país como demostró en No habrá paz para los malvados y en La caja 507, filme que se anticipó a la especulación urbanística y a la corrupción mucho antes de que estuviera en la portada de todos los periódicos.
En su salto a la televisión Urbizu vuelve a las cloacas cañís. En este caso las madrileñas. Gigantes es una apuesta valiente y muy negra de Movistar+ en la que el director -junto a Jorge Dorado y los guionistas Michel Gatambide y Miguel Barros- clava sus garras en una España que se mueve por el rastro trapicheando y sobreviviendo entre el mercado negro de antigüedades y la venta de droga. Una ficción compleja, adulta y sin cortapisas que ya ha sido renovada por una segunda temporada y que se centra en la familia Guerrero, dominada de forma dictatorial por un patriarca con los rasgos de José Coronado, que a pesar de su corta presencia en la serie es el espíritu que siempre la sobrevuela.
Él es la parte de arriba de una pirámide que y de una estirpe que perpetúan sus tres hijos (Nene Lebrado, Isak Ferriz y Daniel Grao) y que ha aprendido el negocio familiar con formas mafiosas. La droga como forma de hacer dinero y la violencia como manera de relacionarse y de imponer respeto. Los Guerrero han llegado a dominar los bajos fondos madrileños, lo que les ha llevado a enfrentarse con clanes gitanos que han perdido su supremacía en las calles. Un enfrentamiento que recuerda al de indios y vaqueros en este western ibérico -como casi todas las películas de Urbizu- que también habla de un mundo tan masculino que se fagocita entre sí, y de cómo la ausencia de valores se hereda más que la raza, algo que escenifica el personaje de Carmen Guerrero, que prefiere seguir la senda de sus familiares en vez de proteger su parte gitana.
España de posguerra
Para Enrique Urbizu, la España que él retrata, y que era lo que más le interesaba de la idea original, es “una España muy profunda que habría que situarla en la feroz posguerra madrileña, en la España del estraperlo” y con la que ha pretendido “crear una mitología inexistente en el panorama de la ficción delictiva en España y que se mueve en un ecosistema poco tratado, el rastro, el negocio de las antigüedades y todo ese mundo”.
Otro de los temas fundamentales de Gigantes es la familia como centro violento y donde la maldad se inocula como un veneno. “Es la familia sin figura femenina, porque la ausencia de la madre es el arco que mejor explica ese clima de devastación al que se ve obligado pese niño, que ve esa ferocidad implantada porque se ha quedado solo”, explica el director a EL ESPAÑOL. Urbizu trata los negocios de los Guerreros como si fueran casi empresarios, algo que confirma con sorna: “Claro que son empresarios, tienen toda la lógica del capital, sólo que no pagan impuestos”.
Es un hombre que esta atacando a su entorno, y más a sus hijos, porque les quiere convertir en perros rabiosos listos para morder
El perverso patriarca de esta familia es José Coronado, al que Urbizu le ha dado siempre sus mejores papeles y hasta su único Goya. Su Abraham Guerrero es una bestia sin sentimientos, pero a pesar de la dureza Coronado se ha “divertido muchísimo dando vida a este Mefistófeles en ese Madrid”. “Está peleado con la vida, y sin embargo es un ganador a su estilo, y quiere mantener a su familia a flote, pero a costa de una vida que les ha dado que se la dan mejor a muchos perros. Es un hombre que esta atacando a su entorno, y más a sus hijos, porque les quiere convertir en perros rabiosos listos para morder. Su problema es cuando sus hijos empiezan a ver el mundo lejos de lo que piensa Abraham y lejos de sus principios y quiere abrirse ,y eso le va a provocar más amargura porque ve que se acaba su época y porque llegan sus cachorros. Por un lado le va a gustar ver lo que ha conseguido, pero por otro es terrible”, dice Coronado a este periódico.
Violencia y falta de valores
En esta familia la violencia es parte de “su forma de relacionarse con el mundo”. “El pequeño lo ha convertido en oficio, pero también se lo quitan, le frustran. Tomás, que es el más brutal, el más despiadado, sí que tiene ese disfraz de tío respetable, de que ha salido de ese entorno. Rechaza eso igual que de alguna forma rechaza a sus dos hermanos. A uno lo ha abandonado, y al otro, después de traicionarlo y de pasar diez años en la cárcel no le considera un igual y se lo quiere quitar de en medio desde que sale de prisión”, apunta el director.
Para Urbizu, Gigantes muestra que “la familia es donde se nos conforma, porque los comportamientos que ves en tu hogar impregnan el resto de tu vida, y no es lo mismo si te crías en un ambiente de necesidades sometido a una violencia brutal de carencia de valores, porque entonces el otro para ti es algo que te interesa, pero por el que no tienes ninguna empatía”.
Gigantes es un nuevo salto en la ficción española, que va ganando en complejidad a la vez que se va oscureciendo y olvidando esa máxima que la hacía apelar a espectadores de todas las edades. Urbizu bebe del western, del cine negro y de series que ama como The Wire y otras que no ha visto: “todo se debe al respeto por el material, hay que dejar que respire y que nos trabaje a nosotros, es él el que debe guiarnos, y si se parece a Los Soprano, no tengo ni puta idea”. Genio y figura del cronista de la España que huele mal.