Hay un ganadero que mantiene la finca abierta siempre. La visitan diariamente 27.100 personas. La primera cancela está lejísimos del cortijo y el copiloto no tiene que bajarse para abrirla. En realidad no hay copiloto, ni coche, ni caminos de tierra. Ya no se conduce hasta Cádiz para ver un toro ensabanado. Los caballos galopan alrededor del visitante, las vacas lo miran fijamente y la hierba lo roza. Para hacer la luna basta con apagar la luz en casa. La Palmosilla desafía el concepto clásico de ganadería misteriosa, cerrada bajo llave, y tampoco tiene señales que alertan del peligro del bravo en la ampliación que ha hecho de la finca: Instagram es ahora el nuevo alambre y detrás de él pastan todos sus ejemplares, se repasan las eralas y se tientan los machos.
“La imagen comunica mucho mejor que la palabra”, indica Javier Núñez, su propietario, usuario muy activo de la conocida aplicación con @lapalmosilla, donde cada día sube fotos y vídeos de su actividad campera. “Instagram es perfecto para enseñar el campo”. Licenciado en Derecho, está convencido de que su experiencia online le ha ayudado a abrir esta ventana. “Trabajé desarrollando la startup de una inmobiliaria y la parte comercial de Mundotoro, ticketing y tienda virtual desde el 98 hasta 2004”, señala.
Ahora, además de la garrocha, agarra el móvil y se cuelga la cámara de fotos. “Lo tengo como parte de mi vida. Siempre voy cargado. El campo tiene muchas cosas que ver. La gente conoce el toro en la plaza. Lo que hay detrás no”. Al principio probó con Youtube, “el canal de la ganadería tenía algunas visualizaciones pero no era tan directo”, y Twitter, “es una red social muy agresiva, no me gusta estar pendiente del debate, ya no participo, lo tengo sólo para enterarme de cosas”, y finalmente se decantó por la red social de imágenes. “Cuando permitía subir vídeos de quince segundos resultó un reto seleccionar lo mejor. Me entretiene mucho”.
La Palmosilla está repartida en dos fincas, La Palmosilla, en Tarifa, una finca que da al mar con 180 hectáreas para 160 vacas de pura naturaleza, libertad y ecología. Y La China, de 560 hectáreas y donde viven todos los machos y el resto de hembras. “La ganadería, el entorno, los animales que conviven con el toro, lo especial de su situación geográfica, todo eso aparece en mi cuenta”.
Una ventana para descubrir “la riqueza medio ambiental que genera el toro de lidia. Es real, está ahí”. Sus antepasados los crían desde 1760, “doce generaciones ininterrumpidas”, cuenta Javier, que compara su familia con los Pérez Tabernero de Salamanca. Eso le permite ampliar sus contenidos. “Hay historias y anécdotas que me gusta dar a conocer”. El hierro, además, es el más antiguo de la familia Núñez. “Mis antepasados lidiaron en Madrid en 1790, en Cádiz en 1813 y en Sevilla en 1825”. Las típicas corridas inventadas por Franco. “Nuestro hierro se utilizó para lidiar reses bravas ininterrumpidamente hasta 1940. Se retoma la actividad en el 96, formando una ganadería con animales nuevos”.
La localización también agrega una característica más para alimentar su cuenta en Insta. “Somos la ganadería más al sur de Europa. Me gusta fotografiar la arquitectura rural de aquí. Nuestro cortijo es diferente al resto: el viento nos ha hecho adaptarnos al medio y forja un carácter diferente en los toros”, que avanzan a través de la tercera y cuarta generación de reproductores: “tienen ya su propia personalidad”.
El uso de Instagram le ha permitido construir una marca y una comunidad internacional pegada a ella. “Tengo seguidores de Japón, Nueva Zelanda… y 12000 son latinoamericanos. Los contenidos gustan. La gente tiene empatía”. No sólo cuelga fotos de toros, como el resto de ganaderos, todo tiene un sentido. “Es todo el trabajo detrás de una ganadería. Herraderos, tentaderos, cualquier actividad. Es bueno que la gente lo vea y lo valore”.
A través de su cuenta, Javier Núñez también hace concursos de fotografía y explica conceptos camperos. “La gente interactúa conmigo bastante. En el último sorteo recibí 400 o 500 fotos. El otro día utilicé la palabra malear, muy campera, me preguntaron que era y lo expliqué. A una persona de ciudad se le puede escapar un poco todo esto y está bien que se asome desde una aplicación que se usa tanto”.
Es consciente de la imagen rancia del ganadero. “Entiendo que el que esté en un atasco y me vea a caballo repasando las vacas piense que soy un señorito. Pero es mi trabajo. Hemos tenido la culpa nosotros. No soy un cazurro, hablo inglés, he trabajado fuera de los toros y he vivido en el extranjero. Sí me considero un privilegiado porque el campo se ha convertido en un producto de lujo”.
Instagram también es una herramienta para promocionar su ganadería con los profesionales y aficionados. “Es útil, sobre todo con el toro en la calle. Los profesionales están al día de todo. El boca a boca funciona. Hay una hora taurina en la que rugen los teléfonos con historietas. Vichean mi cuenta y cuando vienen a casa preguntan. Los que compran un toro para soltarlo en su ciudad o pueblo lo ven antes de venir, sirve del filtro, preguntan el precio y si viajaban hasta aquí ya sabes que está casi vendido”. Y mantiene el canal de Youtube como un banco de datos. “Tengo unos 3000 animales grabados en vídeo. Se accede con una clave y puedo disponer de todo ese material en cualquier lugar. La tecnología sirve para seguir trabajando y estudiando la ganadería”.
También se encuentra con insultos. “Los antitaurinos son tremendamente agresivos. Te llegan a hacer bullying, es un acoso. Es muy bueno poder bloquearlos. Otros abusan de tu educación”. La ganadería es un muro de realidad. “Supone un gran reto. Jugamos con el comportamiento de animales. Es pura incertidumbre. Los fracasos son muy estimulantes, sirven para acudir a la raíz, profundizar”.
La alquimia dentro de un laboratorio que se tambalea. “La batalla que libramos está relacionada con la libertad y el respeto. No me tengo que meter en la vida de nadie. Ni juzgarlo moralmente. Puedo estar nada de acuerdo con esa persona, pero no voy a coartar su libertad. Muchos me dicen que no me dedique más a esto. ¿Quién es usted para decirme lo que tengo que hacer? Es una guerra de educación. En esas, la España silenciosa es más sensata”.
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