Ser mujer en esta sociedad es un reto constante, pero ser mujer y gorda es una condena. Desde que tenemos uso de razón, se nos enseña que la única manera de ser valiosas es ser delgadas, deseables, moldeables a los estándares que dicta el patriarcado. ¿Cuántas mujeres han crecido sintiendo que su cuerpo era un error, una carga, un obstáculo para su propia felicidad? ¿Cuántas de nosotras hemos sido reducidas a cifras en una báscula, a centímetros de grasa que hay que exterminar, a una “antes y después” que dicta nuestra valía?
La gordofobia es violencia. Una violencia cotidiana, sistemática, disfrazada de preocupación por la salud, de consejos bienintencionados, de comentarios casuales sobre “lo bien que se ve una cuando baja unos kilitos”. La violencia que sufrimos las mujeres gordas no es solo una cuestión de burlas o insultos. Es la negación de nuestra existencia en los espacios públicos, la condena al ostracismo social, la falta de representación en el cine y la publicidad. Es vernos convertidas en chiste, en advertencia, en fetiche o en proyecto de redención, pero nunca en protagonistas de nuestra propia historia.
Porque la tiranía estética del patriarcado no solo nos dice cómo debemos lucir, sino que nos castiga cuando no encajamos. Y lo hace con consecuencias reales: la salud mental de las mujeres está siendo devorada por la obsesión colectiva con la delgadez. La ansiedad, la depresión, los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son el precio que pagamos por una sociedad que nos ha inculcado que nuestro cuerpo es inaceptable si no cabe en la talla esperada. Y esto no es una exageración. Datos recientes indican que las mujeres con obesidad tienen un mayor riesgo de desarrollar ansiedad y depresión debido al estigma y la discriminación que enfrentan. No es la gordura la que nos enferma, es la manera en la que el mundo nos trata por ser gordas.
El impacto es aún más brutal en la adolescencia, cuando la presión social y el juicio ajeno se convierten en verdugos invisibles. En las redes sociales, los jóvenes replican lo que ven en casa, lo que han aprendido de sus padres, de la televisión, de la publicidad. No sorprende entonces que TikTok y otras plataformas estén infestadas de discursos gordofóbicos disfrazados de “motivación” o “disciplina”. Niñas de 12 o 13 años hacen dietas extremas, evitan ser fotografiadas, cuentan cada caloría con terror. ¿Cómo podría ser diferente si crecen en un mundo que les dice que ser gorda es el peor destino posible?
No se trata solo de estética, se trata de poder. De quién tiene derecho a existir con dignidad y quién no. De quién recibe atención médica adecuada y quién es enviado a “bajar de peso” antes de que siquiera se le realicen estudios. De quién puede caminar por la calle sin miedo a las miradas de desaprobación o las burlas. Porque en esta jerarquía impuesta, la gordura no es vista como un tipo de cuerpo, sino como un fracaso moral. Y si eres mujer, ese fracaso se multiplica: tu existencia entera parece girar en torno a tu capacidad de ser objeto de deseo. Y si no entras en el molde, se te niega la belleza, la salud, el respeto, incluso el amor.
Es hora de reconocer la gordofobia como lo que realmente es: una herramienta del patriarcado para mantenernos controladas, inseguras, dependientes de la validación externa. Una mujer que se odia a sí misma es una mujer que no desafía el statu quo. Una mujer que vive contando calorías y pidiendo disculpas por el espacio que ocupa es una mujer que no puede alzar la voz, que no puede exigir derechos, que no puede reconocerse como suficiente tal y como es.
No se trata de romantizar la gordura, frase que nos cansamos de leer y escuchar para desautorizarnos. Se trata de entender que la diversidad corporal existe y que la violencia estética es inaceptable. Se trata de dejar de poner nuestra vida en pausa esperando a ser lo suficientemente delgadas para merecer vivir. Se trata de romper con generaciones de mujeres que han creído que su valor radica en su peso. Se trata de ser libres.
Mary Carmen Bozal Jurado
Secretaría de Comunicación de Chunta Aragonesista (CHA)-Zaragoza.