isaac barrientos opinion articulo valladolid 1

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Valladolid

Un saque de banda y un zarpazo

28 septiembre, 2018 12:54

Voy a declinar el tentador y resolutivo recurso de la comparación. Y eso que por ténue que pueda ser la relación que alguien tenga con el fútbol, un gol del calibre del marcado por Nacho, con esa textura y de esa manera, con una volea desde fuera del área, cazando el balón al vuelo; transporta al aficionado a recuerdos de ensueño.

Pero el tremendo impacto de Nacho en el partido comenzó de una forma más sútil, cinco minutos antes de marcar uno de los goles de la temporada en Zorrilla. Si en Vigo el lateral fue autor de dos asistencias de gol, ante el Levante su persistencia en los centros al área no estaba teniendo la misma fortuna. Sin embargo, su conexión con Toni siempre es fluida y acompasada.

El saque de banda es uno de esos recursos casi ocultos del fútbol, sólo trasciende ante potentes lanzadores que colocan la pelota a decenas de metros de la línea lateral, o en aquellos lances en los que la posibilidad de romper el fuera de juego pone en evidencia despistes sonrojantes de la defensa.

Con el 1-1 y el Pucela convencido de lograr la justicia deportiva y ganar el partido, Nacho lanzó el saque de banda en profundidad hacia la carrera de Toni, que iba camino de desbordar a la defensa y volver a buscar el área por enésima vez cuando Vukcevic lo derribó por detrás, con una mala decisión que terminó con su segunda amarilla del partido. Era el minuto 54 y la grada celebró la tarjeta roja casi como un nuevo gol.

La jugada a balón parado concluyó con un disparo de Toni que se convirtió en córner tras rechazar en un defensa. Después llegó la locura.

“Era una jugada que proponía el cuerpo técnico y ha salido bien. Estoy muy contento por el gol y encima ha sido fruto del trabajo, así que felicitaciones para todos”; así de simple lo sintetizaba Nacho después del partido. Como si nada, como si fuese una jugada cualquiera, como si centrar un córner (impecable el de Míchel) y golpear al aire desde casi veinte metros en el preciso instante en el que el balón cruza por ahí fuese algo que se puede ajustar con normalidad al milímetro.

Las cámaras de la retransmisión televisiva captaron a Ronaldo, flamante propietario del club, viendo en el palco la repetición del gol, con un asombro que sintetizaba el sentir de una afición en estado de enajenación transitoria por explosión de alegría inesperada.