Los cuatro mitos sobre alimentos orgánicos y transgénicos que debes dejar de creer
Regulados desde hace casi 30 años, ni unos son más saludables, ni los otros más perjudiciales.
15 febrero, 2018 02:55Noticias relacionadas
El debate sobre si los alimentos orgánicos, ecológicos o también llamados biológicos son mejores que los alimentos convencionales no ha dejado de crecer durante los últimos años, sobre todo alimentado por famosos y otra índole de individuos que han instado a sus fans a seguir sus malogrados consejos. Si bien el concepto esencial de este tipo de alimentos es bueno -intentar no consumir pesticidas y que el alimento sea lo más natural posible-, se sabe que no siempre lo natural es más sano, y el hecho de que un alimento orgánico o ecológico duplique literalmente su precio respecto a su homónimo "normal" es un sinsentido, y los mensajes de miedo sobre los pesticidas también, según diversos estudios científicos.
Por ejemplo, un estudio llevado a cabo en 2009 por la Universidad George Mason (EEUU) llegó a la conclusión de que se exageran los posibles peligros para la salud del uso de productos químicos sobre los alimentos. En otras palabras, se sufre la ya denominada "quimiofobia", cuando en realidad son muchos los productos químicos que ya contienen de por sí los alimentos, y otros tantos son necesarios para hacerlos comestibles y seguros -sin que ello signifique que se conviertan en ultraprocesados-.
Precisamente el uso de pesticidas es uno de los problemas que más preocupa a aquellos que buscan consumir productos orgánicos o ecológicos, siendo una gran mayoría los que esgrime este motivo para desembolsar más dinero por su alimentación. Sin embargo, de nuevo los estudios afirman que el hecho de que un alimento sea denominado como "orgánico" no implica el nulo uso de pesticidas, pues también los usan. Además, evitar determinadas frutas o verduras en un vano intento de evitar dichos pesticidas es contraproducente, pues además de contener niveles irrisorios, la alimentación del consumidor se verá perjudicada por el consumo de otros alimentos supuestamente más seguros en su lugar.
Por ello, hoy repasaremos algunos mitos en referencia tanto a los alimentos orgánicos o ecológicos como el uso de alimentos transgénicos. Qué dice la ciencia, y por qué debemos evitar los engaños de la industria alimentaria.
No, los alimentos orgánicos no son más seguros por no contener pesticidas
En primer lugar, uno de los principales motivos de los consumidores para elegir alimentos orgánicos es que no usan pesticidas para su elaboración, un argumento que la industria alimentaria potencia llegando a duplicar los precios de un producto orgánico respecto a su homónimo normal. De hecho, según una encuesta de tendencias de mercado de Whole Foods realizada en 2005, hasta el 70% de los consumidores de alimentos orgánicos los compran precisamente para evitar los pesticidas.
El hecho de poder vender un alimento como "orgánico" está estrictamente regulado por diversas organizaciones y gobiernos. En España, por ejemplo, esta regulación sobre productos orgánicos o ecológicos existe desde el año 1989, destacando el hecho de que nuestro país es el primero en superficie de agricultura ecológica en toda la Unión Europea y el cuarto a nivel mundial.
Por definición, este tipo de alimentos no puede haber sido tratado con fertilizantes sintéticos o plaguicidas durante los tres años previos a su cosecha, sin embargo, esto no implica que estén totalmente libres de residuos de fertilizantes. De hecho, en Estados Unidos, la certificación orgánica USDA permite que existan feromonas y vacunas animales, además de un limitado número de pesticidas naturales. De hecho, una encuesta publicada en 2011 demostró que hasta el 39% de más de 500 muestras orgánicas contenían residuos de pesticidas, aunque a niveles muy por debajo de los límites seguros establecidos para el consumo.
Por otro lado, cabe destacar el hecho de que la exposición a plaguicidas no implica toxicidad per se. Si bien es cierto que los estudios han demostrado que los alimentos convencionales contienen una mayor cantidad de residuos de pesticidas en comparación a los alimentos orgánicos, los riesgos para la salud asociados a dichos residuos se han exagerado, pues se trata de niveles mucho menores a los límites establecidos. En otras palabras, en comparación, el consumo de alimentos orgánicos o no orgánicos por el hecho de querer evitar los pesticidas no tiene un beneficio significativo para la salud.
Eso no significa que los pesticidas no sean tóxicos, todo lo contrario. En la década de 1930 el DDT demostró su potencial tóxico, y se sabe que los agricultores más expuestos a los pesticidas por su trabajo también tienen más riesgo de enfermedad. Lo que significa es que, a pesar de que a elevadas dosis son peligrosos, para el consumidor medio los pesticidas no implican un riesgo para la salud, pues las directrices sobre su uso en alimentos se han vuelto cada vez más estrictas y ya de por sí los agricultores han disminuido su uso en las últimas décadas en los alimentos convencionales.
No, los alimentos orgánicos no son más saludables
Otro de los conceptos erróneos asociados al consumo de alimentos orgánicos es que son "más saludables" que los alimentos convencionales. De hecho, los mismos vendedores de este tipo de alimentos defienden que su consumo nos hace sentirnos más saludables, una afirmación cuanto menos engañosa.
Así lo afirman los estudios. Por ejemplo, un gran metaánalisis publicado en 2012, es decir, una extensa revisión de hasta 240 estudios sobre el valor nutricional de los alimentos orgánicos en comparación a los convencionales, publicada en Annals Of Internal Medicine, no dejó dudar a dudas: existe una gran falta de evidencia científica sobre que los alimentos orgánicos sean mejores nutricionalmente que los alimentos convencionales. Es decir, que no hay evidencia para defender que los alimentos orgánicos son más saludables.
Por otro lado, eso sí, esta revisión si sugirió que el consumo de alimentos orgánicos podría reducir relativamente la exposición a residuos de pesticidas, como ya hemos comentado, y la ingestión de bacterias resistentes a los antibióticos.
Asimismo, otros estudios se han centrado en analizar si el hecho de que determinados alimentos orgánicos contengan una mayor cantidad nutrientes beneficiosos implicaría que dichos alimentos son "más saludables".
Uno de estos trabajos es otra revisión de hasta 170 estudios publicada en el British Journal of Nutrition en 2016, la cual llegó a la conclusión de que los lácteos y carnes orgánicas sí contenían una mayor cantidad de ácidos grasos omega-3 (un tipo de grasa saludable relacionada con la disminución del riesgo cardiovascular). Sin embargo, a pesar de contener unos niveles mayores de esta grasa saludable, este estudio concluyó que estas cantidades no justifican los precios que se imponen a los productos orgánicos, pues los alimentos convencionales -carnes y lácteos- también contienen este tipo de nutrientes, aunque en menor cantidad.
No, los alimentos transgénicos no son peligrosos para la salud
En otro orden de conceptos, tenemos los alimentos transgénicos o alimentos modificados genéticamente, cuya base esencial es que su ADN ha sido modificado de forma permanente para contener genes que los protegen de plazas, malezas e incluso virus letales.
Este tipo de alimentos llevan en el mercado más de 20 años, aunque el debate sobre su consumo aún es extenso dada la polémica acerca de sus posibles efectos sobre la salud humana.
Este tipo de tratamiento genético es similar al cruce entre especies, un método muy usado en la agricultura desde hace miles de años. La diferencia es que se trata de un proceso mucho más rápido capaz de transferir rasgos muy específicos, aunque también puede conllevar ciertos riesgos si se transfieren rasgos no deseados. Aún así, cabe destacar que los estudios al respecto afirman que los beneficios superan con creces a los riesgos, ya que el método del cruce natural es muy limitado y la ingeniería genética es capaz de incluir rasgos externos en un mismo organismo.
Por otro lado, este tipo de ingeniería genética no se limitaría solo a dotar a organismos de rasgos de forma artificial, sino que es capaz de transferir rasgos entre especies; como ejemplo, tenemos la bacteria Bacillus thuringiensis, un tipo de microorganismo con potencial insecticida natural. Ahora, la ingeniería genética ha sido capaz de crear maíz que puede expresar la misma proteína insecticida de esta bacteria, algo que hace innecesario rociar al maíz de productos plaguicidas y poder protegerse por sí mismo de las plagas deforma natural. Esto evitaría la toxicidad de los plaguicidas, tanto para el cultivo como para el ecosistema en general.
Respecto a los posibles efectos sobre la salud de los plaguicidas, los diversos países tienen opiniones encontradas: la Unión Europea prohíbe a los agricultores el uso de transgénicos, Estados Unidos pide su etiquetado por ley, y la India los ha acabado aceptando por necesidad.
Actualmente, sin embargo, estas reacciones son infundadas y no tienen evidencia científica alguna según la Organización Mundial de la Salud. De hecho, la modificación genética aumentaría la seguridad de los cultivos, y no al revés, haciendo innecesario el uso de pesticidas e incluso potenciando los alimentos dotándolos de más nutrientes, algo que en determinadas partes del mundo podría significar un gran aumento de salud de la población con acceso limitado a los alimentos.
Al menos, esos son los datos disponibles en la actualidad. No existe evidencia de que un alimento transgénico pueda dañar la salud, aunque esto no implica que no sea necesaria regulación y mucha más investigación al respecto. El miedo en relación a los transgénicos es normal, pero ello no implica que se deba negar el gran avance ligado a este tipo de técnica.
No, los alimentos transgénicos no dañan el medio ambiente
Finalmente, otra de las opiniones en contra de los alimentos transgénicos afirma que este tipo de productos son dañinos para el medio ambiente, temiendo que las modificaciones genéticas puedan "contagiarse" a granjas cercanas, o que puedan suprimir la biodiversidad natural del área donde se cultivan -dado que se trata de alimentos más resistentes que los convencionales-. Asimismo, dicha opinión asegura que los transgénicos requieren un mayor uso de herbicidas, algo que hace que las malas hierbas sean más resistentes y puede dañar por consiguiente la biodiversidad.
Esencialmente, existe parte de verdad en estos argumentos, pues las modificaciones genéticas sí han demostrado "saltar" a cultivos locales cercanos, aunque de forma puntual. Asimismo, un estudio de 2016 sí demostró que los agricultores que criaban soja genéticamente modificada para resistir a los herbicidas usaban mayores cantidades de este producto, algo que sí aumenta el riesgo de producción de malas hierbas y perjudica la biodiversidad.
Sin embargo, se trata de casos puntuales, y en general los transgénicos no causan tanto daño como sus críticos suelen afirmar. De hecho, el mencionado trabajo de 2016 también demostró que el uso de transgénicos reduce finalmente la cantidad de pesticidas necesarios para obtener la misma cantidad de maíz en comparación a cultivos convencionales si se usaba maíz genéticamente modificado para resistir a las plagas. Por su parte, otro trabajo publicado en 2014 en PloS ONE afirmó que los cultivos genéticamente modificados tenían un rendimiento hasta un 22% superior respecto a las variedades no transgénicas, lo que implica más comida por menos uso de tierras de cultivo, algo que ayudaría en consecuencia a la biodiversidad, evitando perturbar la vida silvestre.
Por su parte, otros trabajos afirman que los cultivos genéticamente modificados necesitan menos agua que las variedades de alimentos convencionales.
Todo esto no implica que la ciencia afirme que los transgénicos son mejores para el medio ambiente. Simplemente implica que no son peores, aunque parece que requieren menos recursos que los alimentos convencionales.