
La Comisión Europea ha pedido información adicional a la Agencia del Medicamento, retrasando la aprobación de Leqembi.
La interminable espera del primer medicamento que retrasa el alzhéimer: por qué no llegará a España en 2025
La Comisión Europea frenó la aprobación del fármaco a pesar de que los expertos ya le habían dado su visto bueno.
Más información: El primer fármaco contra el alzhéimer en décadas en Europa 'solo' servirá para 20.000 pacientes en España
El visto bueno que dio la Agencia Europea del Medicamento al primer medicamento que retrasa el deterioro cognitivo generado por la enfermedad de Alzheimer parecía dejar el camino libre a la minoría de pacientes que podrían beneficiarse de él. Pero ha surgido una inesperada barrera: la Comisión Europea.
Es inesperada porque su papel suele ser meramente burocrático: estampar el sello a las decisiones de la Agencia. Esto hará que la llegada al fármaco a España se retrase nuevamente y probablemente haya que esperar hasta 2026, casi tres años después de que se aprobara en Estados Unidos.
"Que la Comisión Europea lo retornase [a la Agencia] no es lo habitual", subraya Raquel Sánchez del Valle, coordinadora del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología.
"Normalmente, es más un trámite, pero tiene que aprobarse por unanimidad. En esta ocasión, parece que hubo un país que se manifestó en contra y volvió a la Agencia, que ha señalado que no hay elementos para cambiar su criterio".
Si usted no está familiarizado con la historia de Leqembi, quizá le resulte sorprendente que el primer fármaco contra el alzhéimer en décadas esté teniendo trabas para llegar a los pacientes, pero hay que retrotraerse cuatro años atrás, hasta 2021, cuando comenzó el 'adugate'.
Este es el nombre oficioso de la polémica generada por aducanumab, el predecesor de Leqembi: fue aprobado en Estados Unidos en junio de aquel año obviando la opinión negativa del comité asesor que lo había analizado.
Aducanumab era el primer medicamento que conseguía eliminar placas de proteína amiloide, que se acumulan entre las neuronas de las personas con alzhéimer. Se pensaba que, destruyendo estas placas, el deterioro cognitivo se frenaría, pero resultó que no era así.
Fue un escándalo: al no desmostrar eficacia, las aseguradoras se negaron a pagarlo, el laboratorio comercializador (Biogen) decidió abandonarlo a su suerte y la agencia reguladora estadounidense hizo un ridículo innecesario. Europa nunca consideró su aprobación.
Microhemorragias cerebrales
Así que todo el mundo estaba suspicaz cuando llegó Leqembi (marca comercial del fármaco lecanemab). Esta vez sí mostraba eficacia, aunque pequeña: ralentizaba en un 27% la progresión del deterioro cognitivo al cabo de año y medio, pero esto significaba tan solo medio punto de mejora en la escala de 18 que mide este deterioro.
Además, estaba el riesgo de efectos adversos graves como microhemorragias potencialmente mortales en el cerebro de algunos pacientes, especialmente aquellos que portaban dos copias del gen APOE4, una variación genética presente en un pequeño porcentaje de pacientes.
Tras muchos debates, Estados Unidos aprobaría de forma acelerada Leqembi en enero de 2023 y le daría la aprobación definitiva ese mismo julio.
En Europa, sin embargo, las cosas iban más lentas. "Sabemos que la aprobación de la EMA [la agencia europea] es más garantista, va siempre mucho más lenta que la agencia estadounidense", comenta Raquel Sánchez del Valle.
A nadie le extrañaba entonces que se pidieran nuevos datos para asegurarse que el beneficio del fármaco es superior al riesgo. Aún así, el Comité de Medicamentos de Uso Humano de la EMA rechazó en el verano de 2024 aprobar Leqembi.
Había pasado un año desde que Estados Unidos contaba con un fármaco para el alzhéimer y Europa (con la excepción de Reino Unido), de momento, no tenía ninguno. Poco después se aprobaría otro medicamento más de este tipo, donanemab, al otro lado del Atlántico. Dos a cero (tres si contamos aducanumab).
El pasado noviembre pareció revertirse esta situación. La EMA emitía esta vez una recomendación positiva y todo parecía encarrilarse pero todavía quedaba un nuevo e imprevisto bache.
Por regla general, la Comisión Europea tarda una media de 67 días hasta que autoriza la comercialización de un fármaco recomendado por la EMA pero, una vez pasado ese plazo, lo que hizo fue arrojar un jarro de agua fría las expectativas de médicos y pacientes.
A finales de este enero, la Comisión pedía a la EMA considerar nueva información aparecida sobre la seguridad de Leqembi tras su visto bueno y, además, considerar si la redacción de las medidas de minimización de riesgos era lo suficientemente clara.
El 28 de febrero, los expertos europeos reiteraban el visto bueno al fármaco, por lo que la pelota está nuevamente en la Comisión. "La EMA ha dicho que no hay elementos para cambiar su criterio, así que ha vuelto a la Comisión y la próxima votación será por mayoría, no por unanimidad, por lo que es probable que, esta vez sí, sea aprobado".

Washington University
Los resultados de esa votación se esperan para finales de abril o primeros de mayo, unos 160 días después del visto bueno de la EMA y casi tres años después de que Leqembi esté comercializado en Estados Unidos.
Tras la aprobación europea queda un siguiente escollo: la aprobación a nivel nacional y el proceso de fijación de precio por parte del Gobierno central y las comunidades autónomas. Según un estudio de la patronal europea de laboratorios farmacéuticos, desde el visto bueno de la EMA hasta la llegada al sistema público español de salud suele tardar 22 meses por lo que no sería hasta 2027 cuando llegará.
La doctora Sánchez del Valle considera que lo más probable es que no esté disponible en todo 2025 pero que las compañías fabricantes (Biogen y Eisai) pueden ofrecer un programa de acceso temprano "con un cierto número de dosis a precio limitado que sirva para empezar a tratar a pacientes y empezar a organizarnos".
Porque la aprobación de Leqembi implica un cambio en los servicios de Neurología. Aunque solo unos 20.000 de las 800.000 personas con alzhéimer podrían beneficiarse del medicamento, hace falta una nueva organización, que permita hacer nuevos tests que indiquen la idoneidad del paciente y organizar los hospitales de día para ofrecer la medicación, que es intravenosa.
La doctora señala que todavía no hay demasiados datos sobre el uso en vida real de este fármaco allí donde está permitido pero hasta el momento parecen corroborar los de seguridad, "que se temía que fueran peores que los de ensayos clínicos pero no ha sido así".
Los pacientes quieren 'arriesgarse'
Mientras tanto, reconoce, las preguntas por el medicamento "son una constante en las consultas en el último año". Así lo corrobora Jesús Rodrigo, director de la Confederación Española de Alzheimer (Ceafa). "Si se ha aprobado en otros países, no se entiende que en Europa se estén dando tantos rodeos".
Rodrigo recuerda que los pacientes europeos "están perdiendo una importante oportunidad con estos retrasos, puesto que los candidatos actuales no van a poder acceder al tratamiento", ya que el fármaco se recomienda solo para aquellas formas leves de la patología.
"Sabemos que no es la panacea, que no cura y que solo un número muy reducido de pacientes va a poder acceder a este tratamiento; y si se les pregunta directamente a estas personas si están dispuestas o no a asumir los riesgos que conlleva, la respuesta mayoritariamente es afirmativa, por lo que no se entiende tanto reparo".
La portavoz de los neurólogos españoles apunta en la misma dirección. "Querríamos fármacos más eficaces, más seguros, más fáciles de administrar y más baratos, pero este puede abrir la puerta a una serie de fármacos mejores, ya hay estudios que muestran formas más seguras de aplicarlo, subcutáneas en lugar de intravenosas".
También subraya que la administración del fármaco debe ser una decisión individual del paciente. "Se tiene que administrar en un momento en que se ven independientes; algunos me dicen que, sabiendo lo que se les viene encima, prefieren arriesgarse. Otros prefieren esperar y no asumir el riesgo".
Mientras tanto, una nueva polémica surge en el camino de Leqembi. En Reino Unido, el Instituto Nacional para la Excelencia en la Salud (NICE por sus siglas en inglés), ha rechazado este mismo mes la financiación pública del fármaco.
Lo hace por segunda vez, tras un primer 'no' en agosto de año pasado. Las razones: un beneficio real pero escaso, una "falta de evidencia sobre los efectos a largo plazo" y unos costes "mucho mayores de lo que el NICE considera un uso aceptable de los recursos del NHS", el sistema público de salud británico.
Con un precio mayor de 300 euros por solución de 200 mg, se estima que el coste anual puede situarse en torno a los 24.000 euros.
Con todo, la decisión no es definitiva. Un comité de expertos discutirá el asunto el próximo mes de mayo y su decisión se espera que esté disponible antes de finales de julio.