Mikel Landa llegó a Movistar hace un año como la "esperanza" del conjunto español. Así le bautizó Eusebio Unzué, director del equipo, pero de momento las carreteras le contradicen. O, al menos, quieren hacerlo.
El ciclista alavés ha sufrido dos caídas en el último mes que le han alejado de la victoria en el Tour de Francia y en la Clásica de San Sebastián. La primera de ellas fue en la etapa adoquinada de la carrera francesa, la que acababa en Roubaix. Sobrevivió a todos los pavés, parecía que tenía todo controlado para llegar a la semana de los Alpes entre los menos perjudicados de los favoritos. Pero no. Un despiste, que tu rueda se enganche con una alcantarilla mientras bebes agua, acabó con todo.
No fue solo una pérdida de tiempo. Esa caída le dejó unos dolores en el costado que no le abandonaron en el resto de la carrera. Fue un tormento en La Rosière y Alpe d'Huez. Le dolía en cada pedalada, en cada esfuerzo por levantarse del sillín y perseguir al resto de favoritos.
"Es un problema muscular, y por mucho que quiera olvidarme, no puedo", confesó en la cima de Alpe d'Huez. Se le veía en la cara, en sus veinte segundos sufriendo en silencio antes de hablar con los periodistas, en sus estiramientos al llegar a la cima. Y, a pesar de todo, era el mejor colocado de Movistar en la clasificación general. Aspiraba a todo. Acabó séptimo.
Su siguiente cita con la competición fue este sábado. Corría en su casa, quería ser el mejor, el asfalto volvió a ponerse en medio. Faltaban 20 kilómetros para la meta. Esta vez fue un ciclista de Dimension Data (Ben King) el que se despistó: miró atrás, giró su rueda delantera y provocó una caída en el grupo de cabeza de carrera. Landa estaba allí.
Casi no podía moverse. Otra vez la espalda. Tuvieron que llevárselo en camilla y con collarín. Antes de subir a la ambulancia en dirección al hospital dejó un mensaje de tranquilidad: "Estoy bien". Pero el primer parte médico anunciaba que podía ir a más: "Traumatismo lumbar". Luego, las pruebas del hospital lo confirmaban: "Fractura sin desplazamiento de la apófisis espinosa de la vértebra lumbar L1". Es decir, tendrá que guardar reposo durante dos o tres semanas.
Su única alegría este año ha sido su victoria en la cuarta etapa de la Tirreno Adriático. La única. Aunque ni siquiera esa victoria le valió para acabar en el podio de la general. Sí consiguió ser segundo en la Vuelta al País Vasco, pero las platas son siempre agridulces.
Objetivo: Vuelta a España
Su próximo objetivo, si la espalda se lo permite, es la Vuelta a España. Llegaría justo. Quiere ganarla. Será su quinta participación, la primera en los últimos tres años. A pesar de ser la "esperanza", Landa no será el único líder de su equipo, puesto que tendrá que volver a compartir galones con Nairo Quintana y Alejandro Valverde.
Pero a Mikel Landa no le acaba de convencer esa tricefalia desarrollada por Unzué. Antes de fichar por Movistar dijo que no iría a un equipo "para ser segundo". Él quiere liderar. En un principio venía para eso, pero Unzué decidió que fuera la propia carrera la que decidiera quién tenía más opciones. Y la carrera cambió varias veces de opinión. En Tourmalet, Landa fue el líder; en Col du Portet, Nairo.
Con esa estrategia Landa ha conseguido peores resultados que en su época como gregario de Chris Froome en Sky. El año pasado, en el Tour, fue cuarto. El podio estuvo a solo un segundo. Este año, con esos cambios de opinión y las caídas, quedó a más de siete minutos y medio de Geraint Thomas.
Astana ya le ha tentado para que fiche por ellos y le han ofrecido ser el único líder de la formación en las grandes vueltas. Él tiene un año más de contrato con Movistar, pero su 'annus horribilis' en Movistar le puede hacer cambiar de idea.
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