“Yo ahora me voy a tomar una Coca Cola”. La frase de Rafael Nadal a Carlos Bernardes, juez de silla de su partido contra Kei Nishikori por la medalla de bronce de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, destapó el enfado del mallorquín por lo que estaba ocurriendo en la pista. “A mí no me jodas, esto no es legal”, le dijo el número cinco al árbitro tras ver cómo su rival se marchaba al vestuario al inicio del tercer set, volviendo 10 minutos más tarde y frenando el ritmo que el campeón de 14 grandes había tomado, remontando desde un 2-5 en el segundo parcial para acabar ganándolo en el tie-break, forzando el set definitivo.
“Evidentemente, cuando uno remonta tras ir perdiendo 6-2 y 5-2, gana el set y el rival se va 12 minutos al vestuario sin volver… alguien tiene que controlar esto”, protestó el mallorquín tras el partido. “En Río de Janeiro [2015] me puse los pantalones al revés y no me dejaron volver a ponérmelos normales”, prosiguió, recordando aquel incidente en su encuentro contra el uruguayo Cuevas, donde también estaba Bernardes en la silla. “Al final, nunca pasa nada”.
¿Qué dice la norma al respecto de lo que hizo Nishikori en Río? La regla es clara y permite a los jugadores acudir una vez al baño por partido. Esa visita tiene que producirse al final del set o antes de sacar, si es que se trata de una emergencia. La regla, sin embargo, no habla de tiempo. Lógicamente, cada tenista puede ir más rápido o más lento, jugando así con ese intervalo para detener el buen momento de su contrario.
En cualquier caso, el jugador no puede hacer otra que no sea acudir al servicio. No puede ducharse, ir solo a lavarse la cara, recibir instrucciones por parte de su entrenador o incluso sentarse a descansar. Para eso, un árbitro le acompaña desde que se marcha de la pista hasta la misma puerta del baño, controlando que todo el camino se desarrolle sin infringir las leyes. En caso de pasarse de la raya, el jugador recibe una sanción (un warning, como el que podría sufrir por perder tiempo entre saques) cuya gravedad depende de los que haya ido acumulando durante el partido, si es que ha acumulado alguno.
Antes de empezar la tercera manga, Nishikori se marchó del estadio número uno rumbo al baño. En el Centro Olímpico de Tenis de Río de Janeiro hay dos opciones para los jugadores: acudir a los servicios que están a medio camino entre las pistas uno y dos o ir a los de la central, a unos 300 metros de donde se estaba jugando el cruce contra Nadal. Si el japonés eligió la primera opción (ir a los baños más cercanos), se pudo encontrar con público (también usan algunos de esas cabinas prefabricadas) o con la puerta cerrada (los árbitros tienen llave para reservar el uso a los jugadores). Si se decidió a ir a la central, la distancia que cubrió fue bastante más larga.
Sirva un ejemplo para ejemplificar el problema. Los jueces de silla que arbitraron durante la semana partidos en las pistas más lejanas (siete y ocho, por ejemplo) se encontraron con interrupciones muy largas (entre 10 y 12 minutos) cada vez que un jugador acudía al baño por lo lejos que estaban, pero no actuaron de ninguna forma: si las normas se respetan durante el trayecto, no hay nada que un juez de silla pueda hacer, salvo esperar a que el tenista regrese y el juego se vuelva a poner en marcha.
Nadal, que se levantó del banquillo y se puso a moverse para activarse, intentando no bajar las revoluciones, solicitó la presencia del supervisor de la Federación Internacional de Tenis (ITF) para discutir el tema. “¿Te parece bien que alguien esté fuera 12 minutos?”, le dijo el balear, echando chispas. “¿No pasa nada? ¿Esto lo permite la organización?”, siguió, antes de aparcar la discusión para pelear un bronce que se le escapó pese a un esfuerzo titánico.
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