El crespón negro que Rafael Nadal llevó en su victoria de octavos de final del Masters 1000 de Cincinnati (7-6 y 6-2 a Albert Ramos, que también compitió con su ropa marcada por la señal del luto) habló de dolor, de rabia y también de impotencia. Con esa muestra de respeto enganchada a su camiseta amarilla, el mallorquín se acordó de las víctimas del atentado terrorista de Barcelona, que dejó al menos 13 muertos y más de 100 heridos y llegó a cuartos de final sin tiempo para celebrar nada. En unas horas, el español volverá a la pista para enfrentarse a Nick Kyrgios (4-6, 7-6 y 6-3 al croata Karlovic) después de que la lluvia suspendiese la jornada el jueves por la noche y le obligase a jugar dos partidos para optar a una plaza en las semifinales. [Narración y estadísticas]
“Estoy muy contento por la victoria de esta tarde”, se arrancó Nadal tras derrotar a Ramos, con la grada aclamándole. “Ha sido un partido complicado, con condiciones difíciles porque hacía mucho viento”, añadió el mallorquín. “En general, estoy feliz por estar en cuartos de final, aunque esta noche tengo un partido muy duro ante Kyrgios. Espero estar preparado y jugar a mi mejor nivel para tener opciones”, prosiguió Nadal, que jugó con el recuerdo del atentado de Barcelona presente en su cabeza. “Lo que ocurrió ayer en Barcelona ha sido algo terrible, estamos todos destrozados aquí y por todos los lugares del mundo. Quiero mandar un mensaje de apoyo a todas las víctimas, familiares, conocidos y amigos. Y evidentemente a la ciudad de Barcelona y a España en general”, continuó. “Es una tragedia grande que crea dudas e inseguridad, pero es el momento de estar unidos y ser fuertes”.
Tras marcharse a su hotel cerca de la medianoche, Nadal llegó al torneo muy temprano y se fue a calentar esperando un día largo. De ese entrenamiento se marchó el número dos listo para aguantar las curvas del viernes, que primero le exigió paciencia (Garbiñe Muguruza y Svetlana Kuznetsova jugaron casi tres horas, retrasando el inicio del cruce del mallorquín), después un esfuerzo importante (la resistencia de Ramos, que aguantó mucho más que en su último encuentro, en la final de Montecarlo esta temporada) y finalmente le dejó a las puertas del test más importante al que se ha enfrentado en todo el verano, que será el duelo ante Kyrgios de cuartos.
En el comienzo del partido con Ramos, Nadal padeció las consecuencias del tremendo e imprevisible vendaval que condicionó el duelo entero. Con el viento soplando desde todas partes, y sin ningún patrón concreto, el mallorquín penó para adaptarse y eso se tradujo rápidamente en errores que estuvieron cerca de costarle un disgusto porque su contrario mordió, viendo que el balear estaba un punto errático. Sorprendentemente, Ramos controló los intercambios desde atrás, llevando la iniciativa y mandando con decisión, algo que no se reflejó en el marcador.
Nadal, que hizo suya la primera manga gracias a la ayuda de su saque (77% de puntos ganados con primero, 82% con segundo), se recompuso cuando más lo necesitaba: con todo apretado, bordeando el tie-break, el número dos adelantó su posición en la pista, le ganó metros a la línea de fondo y encontró la agresividad que la situación le pedía a gritos para desbordar a Ramos en ese tramo decisivo, en el que las decisiones pesan tanto como la raqueta.
El catalán, en cualquier caso, aprovechó muy bien su condición de zurdo para complicarle el partido a Nadal. Con un control de bola excepcional, Ramos abrió la pista una vez tras otra con su derecha y remató luego el punto hacia el otro lado, poniendo a correr al mallorquín de ángulo a ángulo. El número 24 del mundo tuvo opciones en ese primer set, también en el segundo (2-1 y 0-40), pero acabó perdiendo el tren, como tantos otros esta temporada. Para vencer a este Nadal hace falta hacer algo excepcional, aunque el mallorquín este lejos de su mejor versión.
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