“Aquí lo único importante es ganar”. El mensaje es claro, viene de Rafael Nadal y quiere dejar las cosas en su sitio. El número uno del mundo, que ha llegado hasta las semifinales del Abierto de los Estados Unidos sin enfrenarse a uno de los 50 mejores jugadores del mundo, ha hecho exactamente lo que tenía que hacer: ganar sin importar el rival. Como Pablo Carreño, clasificado por primera vez en su carrera para la misma ronda después de un camino asequible (cuatro oponentes de la fase previa en sus primeros cuatro partidos en el torneo, algo que jamás había ocurrido). El gijonés, por supuesto, tiene también un mérito tremendo porque ha conseguido aprovechar la oportunidad que el resto ha dejado escapar, y que estaba al alcance de cualquiera que se hubiese atrevido a cogerla. En consecuencia, Nadal y Carreño, que han fabricado un escenario histórico en Nueva York (nunca antes dos españoles habían jugado las semifinales del último grande del año), están unidos por el mismo don: el de cazar las ocasiones que les han pasado por delante para quedarse a una sola victoria de verse en la lucha por el título.
“No cuenta a los rivales que has ganado o has dejado de ganar, lo que cuenta es ganar o no hacerlo y eso es lo que queda de por vida”, reflexiona el campeón de 15 grandes, citado con Juan Martín Del Potro en la penúltima ronda. “No está Murray, no está Djokovic, no está Wawrinka, no está Nishikori y no está Raonic. Es verdad, pero ha tocado así y es una coincidencia”, prosigue el balear, que sabe muy bien de lo que habla porque en lesiones tiene un graduado. “Es parte del deporte y no pensemos que tiene menos mérito ganar porque haya algunos que no estén. Yo he visto muchos torneos grandes por la tele, desgraciadamente más que cualquiera de los que ahora no están. ¿Significa eso que tienen menos valor porque yo no estuviese? Evidentemente no”, cierra el mallorquín.
El último grande de la temporada nació con las ausencias por lesión de Murray (cadera), Djokovic (codo derecho), Wawrinka (rodilla izquierda), Nishikori (muñeca derecha) y Raonic (muñeca izquierda) y empezó a acumular bajas importantes durante la competición (Alexander Zverev, Marin Cilic, Dominic Thiem, Grigor Dimitrov, David Goffin, Jo-Wilfried Tsonga o Tomas Berdych) que terminaron provocando que el cuadro se abriese de par en par, como hacia tiempo que no pasaba. Así, por ejemplo, Nadal se encontró jugando con Leonardo Mayer en tercera ronda cuando la lógica del ranking decía que le esperaría Richard Gasquet, con Alexandr Dolgopolov en octavos (en lugar de Berdych) y con Andrey Rublev en cuartos (deberían haberse cruzado con Dimitrov o Goffin). A Carreño, que derrotó a cuatro rivales de la previa y luego al argentino Schwartzman (33 mundial) le pasó más o menos lo mismo, aunque multiplicado por tres porque no era ni mucho menos era un candidato al principio del torneo.
“Sí, tengo una oportunidad muy buena, pero no es un regalo”, avisa el gijonés, que ha caído en los dos precedentes con Kevin Anderson, su rival por la final. “Si los cabezas de serie han perdido es por algo, lógicamente. El nivel actual es muy alto y cualquier jugador te puede ganar un partido. Al final, tienes que estar concentrado durante todo el encuentro para marcar esa diferencia que te haga ser mejor”, añade Carreño, que tiene pie y medio dentro del top-10 (en función de los resultados de Anderson y Del Potro) y estará metido de lleno en la pelea por clasificarse para la Copa de Maestros de Londres, en la que ahora mismo es séptimo. “No creo que el camino que me queda vaya a ser fácil. Los cinco partidos que he tenido hasta ahora han tenido sus dificultades. De cara a lo siguiente, solo pienso en las semifinales. Ahora ya todo es posible”.
En Nueva York, la habilidad que han demostrado los españoles no es cualquier cosa: ganar cuando no están los favoritos también merece un buen aplauso.
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