Sí, Rafael Nadal también remonta sobre tierra batida. El viernes a mediodía, el español selló su pase a las semifinales del Masters 1000 de Roma por primera vez en cuatro años (desde 2014) tras darle la vuelta a un partido que le había dado la espalda, que pintaba muy feo, superando 4-6, 6-1 y 6-2 a Fabio Fognini y citándose por una plaza en la final del domingo con Novak Djokovic, que venció 2-6, 6-1 y 6-3 a Kei Nishikori para enfrentarse al mallorquín más de un año después (semifinales de Madrid 2017) y escribir el episodio número 51 de la rivalidad más larga de todos los tiempos. [Narración y estadísticas]
“Él estaba jugando con una intensidad alta y creando golpes ganadores desde posiciones complicadas, cogiendo la pelota muy pronto, cambiando direcciones…”, explicó luego Nadal. “Me hacía jugar con demasiada tensión, a nivel de no saber muy bien lo que iba a producir. He cometido algún error importante, pero es cierto que no puedo pasar de estar 4-1 a 4-6”, se recriminó el tenista. “No debe pasar. Tengo que intentar parar ese momento, aguantarlo, porque son picos que tienen altibajos. Puedo ceder un break, pero el otro tengo que protegerlo como sea”, insistió. “No lo he hecho, y esto ha sido lo negativo. Luego he aceptado el mal momento, y romperle el saque en el principio del segundo set me ha dado confianza. He apretado más la pelota con mi drive y he recuperado un poco el control del partido”, cerro el balear.
Fue una de esas extrañas ocasiones en las que el público no se posiciona claramente del lado de Nadal. Lógicamente, al jugar en Roma contra el mejor tenista italiano del ranking, el mallorquín se encontró un ambiente hostil, típico de una eliminatoria de Copa Davis. Con el apoyo del gentío, que celebró los aciertos como goles y se lamentó de los fallos llevándose las manos a la cabeza, Fognini se movió en su salsa, gustándose al saberse protagonista y disfrutando hasta el extremo de esa sensación.
Ajeno a todo eso, impermeable al ruido que nació desde la grada y que abrió la puerta para que la electricidad se acomodase dentro de la pista, Nadal asaltó el pase a las semifinales con las ideas claras. Buscándole las costuras a Fognini en el desplazamiento lateral, intentado que su oponente no le pegase a la pelota a placer, el balear llevó la bola de lado a lado hasta desestabilizar a su contrario, que pronto entregó su saque, colocándose a contracorriente prematuramente.
Fognini, sin embargo, tiene la capacidad de producir tiros dificilísimos sin apoyos, impulsado por la inspiración a golpe de muñeca. Ese privilegio, al alcance de los jugadores con mucho talento en el ADN, ha puesto a Nadal en apuros en muchos otros partidos, desarmándole desde posiciones donde según la teoría no habría sido posible construir disparos tan buenos. Se llama facilidad, al italiano le sobra y así volvió a demostrarlo en mitad del primer set en Roma.
Con los cuartos controlados, Nadal ganando 4-2 y saque, el italiano soltó tres zarpazos de la nada, tres latigazos sorprendentes, que le ayudaron a romper el saque del número dos para empatar justo a continuación el encuentro. Con 4-4 en el marcador, y tras descontarle 50 intensos minutos al inicio del duelo, el italiano rompió la estructura que el campeón de 16 grandes había instaurado en el partido y se rebeló.
Ceder su saque por primera vez en el partido, no colocarse 5-2, le costó a Nadal perder la primera manga y meterse en un buen lío. Desde ese momento, desde el break, el español enlazó varios errores incomprensibles, casi todos con el revés, asombrosamente descoordinado, y Fognini se desató, volando de línea en línea hasta ganar el primer parcial en una reacción grandiosa (de 1-4 a 6-4, propinándole al mallorquín un parcial de 5-0) que puso en pie a toda la pista.
Como le ocurre a todos los genios que viven de la inspiración, ese fino trance de duración incalculable, el italiano se desconectó un poquito en el principio del segundo set y Nadal comprendió que era su momento de volver a apretarlo todo, y posiblemente de comenzar a ganarse el pase a las semifinales dando un puñetazo en el cruce.
Efectivamente, el número dos no se equivocó. Saliendo del bache con decisión, amarrando el segundo set perdiendo un solo juego, el mallorquín se plantó en la manga decisiva enseñando sus armas, de nuevo jugando con tiros profundos, y terminó con un Fognini desanimado, vendado en la rodilla izquierda (sintió “algo”) y sin fuerzas para nada más que agachar la cabeza.
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