Arranca el partido y Rafael Nadal no lleva la rodilla derecha vendada. Eso es un mensaje del español para Nikoloz Basilashvili, su rival por el pase a los cuartos de final del Abierto de los Estados Unidos, y para todos los que quedan vivos en el torneo: quizás le duele, quizás le preocupa, quizás hasta le limita, pero de momento no le impide seguir ganando (6-3, 6-, 6-7 y 6-4) y citarse el próximo martes con Dominic Thiem (7-5, 6-2 y 7-6 a Kevin Anderson) por una plaza en las semifinales. Entonces, el defensor del título deberá despejar las dudas con las que se volvió este domingo al vestuario. Por segundo encuentro seguido, Nadal se llevó un buen susto. [Narración y estadísticas]
“Ha estado pasivo, muy pendiente de los fallos de rival”, dice tras la victoria Carlos Moyà, uno de los entrenadores de tenista. “Debe pensar en hacer más su juego y no ponerse a esperar frente a un rival con el que tiene tanta diferencia de ranking”, prosigue el ex número uno del mundo. “Es cierto que golpeaba mejor la bola los dos primeros días. También es verdad que con el clima que había se obligaba a terminar el punto más rápido. Creemos que a partir del próximo encuentro cambiará”, avisa el mallorquín. “Thiem le va a obligar a jugar a su mejor nivel para seguir avanzando. Enfrentarse a un contrario así le llevará a ser más ofensivo, a tirar más, a crear. Creemos que no habrá problemas en cuanto eso”.
“Lo tenía controlado sin hacer un gran partido”, le sigue Francis Roig, otro de los técnicos del jugador. “Cuando el resultado te acompaña no necesitas buscar más, pero es una realidad que no ha estado a su mejor nivel los dos últimos días. Con Khachanov había razón para jugar un poco más defensivo, pero hoy no tenía motivos”, añade el catalán. “Ahora tiene que dar un salto en la manera de jugar: no puede esperar la bola y dejarla caer porque si a Thiem le pones pelotas a media pista te fulmina”, cierra.
Basilashvili se hace con sus tres primeros juegos al saque con comodidad. De entrada, al georgiano no le afecta el único recuerdo que tiene con Nadal en una pista (la victoria más contundente del español en un Grand Slam, con un solo juego cedido en el pasado Roland Garros). Abrirse paso por su propia memoria, cruzar entre los miedos del pasado, es un reto ganado por el número 37 que le ayuda a competir contra el balear, pero que no le garantiza nada más.
La mañana retrata a un Nadal cansado, un poco pesado, sin la chispa de siempre. Las 4h22m del encuentro anterior se notan en el cuerpo del número uno y le abren la puerta a Basilashvili para jugar muy agresivo, disparando con la mordiente de la que carece su oponente. Desde el arranque, Nadal juega sin asumir muchos riesgos, apostando por defenderse y esperar el error rival. Eso le basta para tener media clasificación en el bolsillo, y quizás es lo que le lleva a mantener el plan. Solo los tremendos latigazos del georgiano (53 ganadores) interrumpen el dominio del mallorquín, que durante los dos primeros parciales no cede ni una vez su saque hasta que lo pierde en el tercero (2-1 de su contrario), lo recupera justo a continuación (2-2) y tropieza en un desempate que sorprendentemente juega mejor que el resto del partido.
Con todo perdido, Basilashvili se suelta y asalta el tie-break a cara de perro. El georgiano, que va dos veces abajo (1-3 y 3-4 y saque de Nadal), hace un esfuerzo físico tremendo para desbordar al español y eso es exactamente lo que consigue. Por primera vez en toda la mañana, el mallorquín tiene la intensidad y los tiros, pero es su oponente el que gana el tercer set y fuerza el cuarto para seguir soñando a palo limpio (de 1-3 a 3-3 en esa manga), flotando en adrenalina y rebosando confianza.
Ante esa situación, el número uno contesta sacando las garras y devora con rabia el tramo final del partido. Así se gana Nadal la victoria: con muy poco brillo porque tampoco necesita mucho más. Basilashvili tiene bueno destellos, algún arrebato ocasional como el que le lleva amarrar el tercer parcial, pero nada que ponga en grave peligro el pase a cuartos del mallorquín. Thiem, claro, anticipa un pulso muy distinto.
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