“Ha habido un momento en el que me he alegrado de que el partido hubiese acabado”.
Las palabras de Roger Federer suenan a alivio y rendición, y tienen marcadas un rastro del fuego que le quema la piel. El suizo acaba de caer en los octavos de final del Abierto de los Estados Unidos ante John Millman, que ha sido capaz de remontarle un partido casi perdido (del 6-3, 5-4 y 40-15 del número dos al 3-6, 7-5, 7-6 y 7-6 del australiano) para citarse con Novak Djokovic (6-3, 6-4 y 6-3 a Joao Sousa) por una plaza en las semifinales. La victoria es del sorprendente Millman, desconocido para el gran público e incapaz de ganarle a un top-10 hasta entonces (0-10), pero el triunfo también le pertenece a la noche de Nueva York, que se cobra una víctima ilustre: a los 37 años, Federer se asfixia en la altísima humedad (89%) que transforma la pista en una sauna en la que se queda sin fuerzas, vacío, completamente seco.
“Me han afectado mucho las condiciones de esta noche”, reconoció el suizo pasadas las dos de la madrugada. “Hacía muchísimo calor, me costaba respirar. Creo que el techo provoca que no circule el aire y esto hace que el torneo sea totalmente diferente”, prosiguió el campeón de 20 grandes, apuntando a la estructura de la cubierta retráctil estrenada en 2016. “Es incómodo sudar sin parar. Tienes los pantalones empapados, lo tienes todo empapado, pero intentas seguir jugando. Pierdes energía cada minuto y se hace muy complicado”.
A Federer le aguanta el cuerpo una hora. En ese tiempo, el suizo consigue poner pie y medio en cuartos (tiene dos puntos con su saque para mandar 6-3 y 6-4 en el marcador) mientras va gestionando como puede la agobiante sensación de estar achicharrándose. Poco a poco, la humedad se impone al número dos: primero; Federer cede dos veces su servicio (de 5-4 a 5-7) y pierde el segundo parcial, luego; empieza a quedarse sin saque (49% de primeros) y a encadenar un montón de errores (termina con 77) por querer ir demasiado rápido en unas condiciones tan lentas, finalmente; el suizo se inclina, pese a que dispone de oportunidades en las dos mangas restantes (punto de set en el tie-break de la tercera y 4-2 en la cuarta) y se va abatido, con la cabeza hundida entre los hombros. El genio no está hecho para jugar en el infierno.
“Cuando te sientes así, todo se pone del revés”, aseguró el suizo, que al marcharse eliminado estiró hasta 11 los años que lleva sin levantar el título en el torneo. “Hoy hacía mucho calor y no me avergüenzo de ello. Desafortunadamente, son cosas que pasan de vez en cuando”, añadió. “Es momento de seguir adelante y descansar. Estoy feliz por tener ahora un tiempo para mí. Volveré para la Laver Cup y si todo sale bien, terminaré el año fuerte”.
Por segundo grande consecutivo, Federer se marchó dejando escapar un encuentro que tenía bajo control. Si en Wimbledon perdió con Kevin Anderson después de malgastar una bola de partido y tras dejarse remontar una ventaja de dos sets, en el Abierto de los Estados Unidos cayó ante Millman siendo incapaz de aprovechar el amplio abanico de ocasiones que se le abrió ante los ojos. Un par de buenos motivos para ver qué ha pasado en la cabeza del suizo entre el colapso y el apagón.
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