Arte

Nadav Weissman. Perturbadoras fábulas infantiles

Ground Floor

4 octubre, 2007 02:00

Estación de tren y vías de ferrocarril, 2007

Galería Juana De Aizpuru. Barquillo, 44. Madrid. Hasta el 25 de octubre. De 2.000 a 25.000 E.

La encendida polémica desatada el año pasado en Francia sobre el contenido presuntamente pornográfico de la exposición celebrada en el CAPC de Burdeos Présumés Innocents-L’Art Contemporain et l’Enfance (2000) evidenció la extrema sensibilidad que se ha desarrollado en torno a la protección de los niños, suponiendo uno de los últimos debates acerca de los límites de la libertad artística. Al tiempo, la discusión intelectual que provocó, subrayó la importancia que la indagación acerca de lo infantil ha adquirido para los artistas centrados en la identidad del sujeto, interesados por la adaptación social a la que a éste se somete, interiorizando valores "naturalizados" y la resistencia que se aloja en su inconsciente como fuente interna de subversión. Según René Schérer, el cuestionamiento radical de la concepción esencialista de la infancia también implicaría una deconstrucción de la noción de adulto, ya que, siguiendo al Nobel de Literatura en 1919 Carl Spitteler - de gran influencia para Freud-, en la experiencia íntima de cualquier persona, no existe el niño, pues éste es siempre una creación del adulto. De manera que la tendencia a la sobreprotección de la infancia para mantenerla alejada de la violencia y del sexo, indicaría la incapacidad de los adultos para abordarlos, reclamando así el concurso clarificador del arte.

En aquella exposición, aunque hubiera encajado a la perfección, entre las doscientas obras de setenta artistas, no figuraba todavía el joven Nadav Weissman (Haifa, 1969), cuyas exposiciones desde 1998 se sucedieron exclusivamente en Israel, hasta que en 2005 su obra fue seleccionada en varias colectivas en Alemania y Estados Unidos. En 2006, de la mano de Octavio Zaya, su trabajo fue mostrado en nuestro país en Globos Sonda (MUSAC) y Del Revés Inside-Out. Artistas contemporáneos de Israel (MARCO), además de su participación en ARCO con la instalación Behind the Fence.

La perturbación que provocan sus instalaciones es difícil de olvidar y en esta su primera exposición individual en Madrid, Weissman vuelve a recrear a lo largo de toda la galería un espacio otro, patio trasero o sótano, conducido por los raíles de un tren de juguete, y en donde se incluyen varias construcciones de madera, pinturas, dibujos en vídeo y sus característicos personajes infantiles, algunos en pañales encerrados en agigantadas urnas de plástico con papeles revoloteando a modo de agitados copos de nieve, y algún otro, apresado y amenazado sexualmente por un perro. En conjunto, la obra destila un humor grotesco, avivado por notas coloristas que aligeran la truculenta trama que insinúa.

La aparente y pueril ingenuidad formal de Weissman apunta a ese escozor obsceno que recrudece los traumas infantiles, al obligarnos a habitar el sótano, lugar de lo prohibido, tan recurrido en las películas de adolescentes de Wes Craven (El sótano del miedo), los cómics underground y en las novelas sobre la niñez, especialmente de autores hebreos, como Una pantera en el sótano, de Amos Oz. Puesto que, como apuntó Zaya, "todo lo que se refiere a Israel ya está marcado y significado de un modo u otro en nuestra conciencia moderna", inevitablemente la identidad judía de Weissman le añade un fondo histórico traumático -por ejemplo, en esos vagones repletos de huesecitos, destinado a entrar en el túnel de la estación-, pero su trabajo se ha hecho merecedor ya de una recepción más amplia.