El año de las buenas prácticas
El Reina Sofía ha sido protagonista desde el anuncio del concurso público para elegir director
Era previsible que la lista de las mejores exposiciones del 2007 la encabezase Luis Gordillo: Iceberg tropical (MNCARS), una perfecta revisión de su obra, de un modo ágil, divertido y dinámico. Lo único que extraña es que se haya quedado en 7 de los 12 votos posibles, quizá por la cautela de mis colegas, en un año de votaciones muy repartidas.Con un voto menos, tres exposiciones. Un teatro sin teatro (MACBA), un estudio sobre la incidencia del lenguaje del teatro en las artes plásticas, que es una auténtica exposición de tesis: sugerente y analítica, documentada y provocadora. Junto a ella, dos revisiones de la obra de artistas esenciales, planteada una desde el conocimiento y cierta transgresión (Warhol sobre Warhol) y la otra desde el rigor académico (Durero y Cranach). La primera la organizó La Casa Encendida, a la que hay que reconocer coherencia en su programación y una notable habilidad para definir su lugar; con la segunda, el Museo Thyssen-Bornemisza se mantiene entre los elegidos. Algo que ocurre con el Museo del Prado, cuyas Fábulas de Velázquez obtienen 4 votos, mientras incluye otra muestra (Tintoretto) en el bloque siguiente, junto al Cardiff y Miller del MACBA y algunos estrenos (Círculo de Bellas Artes de Madrid con Momentos estelares de la fotografía, MARCO de Vigo con Tiempo al tiempo, y Patio Herreriano de Valladolid con Intocable), cada una con 3 votos. Significativa, sin duda, es la desaparición de espacios que gozaban de un predicamento casi arrogante. La conclusión parece obvia: la abundancia de museos y centros de arte provoca cierta saturación de programaciones con un perfil muy próximo, por lo que destacan quienes mantienen una reflexión clara y específica, no sujeta a los giros de la moda.
2007 es el año de la ampliación del Museo del Prado, tras un largo y polémico proceso. Un acontecimiento feliz, porque aumenta el espacio expositivo, facilita el recorrido al visitante e introduce racionalidad en las dependencias internas. El resultado abre más el Museo a la sociedad y acerca sus dependencias, algo esencial en una institución de su importancia y dimensión. La obra de Moneo cuenta con la complicidad de las puertas de Cristina Iglesias, un ejemplo de escultura pública bien resuelta.
Si el Museo del Prado da un paso más en su modernización, el MNCARS vive otro año de polémicas, que llevaron a la dimisión a su directora, Ana Martínez de Aguilar, cuando el museo ofrecía una imagen objetiva mejor, con excelentes exposiciones de Gordillo, Carlos Pazos, Wolfrand Laib y Le Corbusier.
Escribo en las vísperas de que se conozca el nombre de su sucesor/a, que es el que debería titular este escrito. La llegada de César Antonio Molina al Ministerio de Cultura, y especialmente la de José Jiménez a una reforzada Dirección General de Bellas Artes, anunciaba el cambio. José Jiménez había impulsado la creación del Instituto de las Artes y, desde él, la redacción de un Código de Buenas Prácticas que incluía entre sus objetivos el nombramiento de los directores de museos mediante concursos públicos internacionales: a nadie le debería extrañar que lo aplique. La filosofía tuvo rápido eco, especialmente por lo traumáticas que resultaban algunas destituciones, atribuibles a cuestiones políticas. Durante 2007 se incrementó el diálogo entre asociaciones de artistas, galeristas, críticos y directores de instituciones. César Antonio Molina, a quien nadie puede negar su capacidad de trabajo y su entrega, se puso al frente de la demanda. La convocatoria del concurso ha tenido un efecto incontestable: paralizó buena parte de las descalificaciones rápidas, incrementando el tono soterrado de los rumores. El museo necesita que el elegido tenga tras sí reconocimiento en criterio e independencia. Los museos y centros no se arreglan dotándoles de mayor presupuesto, sino con una reflexión previa sobre lo que se tiene (estructura, medios, personal) y los objetivos. Especialmente, porque, aunque jóvenes como instituciones, empiezan a tener unas cargas que pesan en demasía.
2007 es, también, el año en el que en la Documenta se anunció a Ferrán Adrià, aunque su presencia resultó aérea; en el que España acudió a la Bienal de Venecia merced a un acuerdo entre el Ministerio y las Comunidades Autónomas, en este caso la gallega; en el que las galerías temieron con motivo una drástica lista de exclusiones para ARCO 08; y en el que vimos excelentes exposiciones en galerías de provincias. Y lo curioso es que es el próximo trimestre el que va a fijar las reglas del juego en los próximos años. n