Valentín de Madariaga: "Soy un aprendiz de coleccionista"
Valentín de Madariaga delante de una escultura de Xavier Mascaró
Arquitecto de profesión, Valentín de Madariaga (Sevilla, 1960) es un hombre tranquilo y afable. Casado y con dos hijas mellizas, su vida transcurre en un coche, entre Sevilla y Algeciras, donde tiene repartido su trabajo. Hablamos con él precisamente durante la hora y media que tarda en realizar a diario este desplazamiento.
-¿Cuándo empezó a comprar?
-A los 25 años, a punto de terminar Arquitectura. Empecé a salir con mi mujer y descubrí en casa de sus padres el arte contemporáneo. Mi suegro llevaba tiempo metido en este mundo. Mi primera compra fue una obra de Joaquín Sáenz, un pequeño óleo comprado a plazos en la galería Rafael Ortiz de Sevilla.
-¿Cuáles son las líneas básicas de su colección?
-No sigo una línea de colección concreta. Compro aquellas obras que me hacen vibrar positivamente. Por mi profesión, me encantan todas las arquitecturas y los artistas relacionados con ellas. Me interesa mucho la fotografía, de arquitecturas o no: Thomas Ruff, James Casebere, Pedro Calapez, con sus formas maravillosas, Ernesto Neto, con esos volúmenes que recuerdan a espacios, o Dionisio González, con sus favelas elevadas a obra de arte...
-¿Qué le falta a su colección?
-Mucho... todavía soy un aprendiz de coleccionista.
-¿Hay alguna pieza que se le ha escapado?
-Innumerables. Nunca he podido abarcar todo lo que me gustaba. Hay artistas que me apasionan a los cuales no he podido acceder por imposibilidad de precio o porque ya estaban vendidos. Perdí un Andreas Gursky porque no llegué a la puja...
Errores que enseñan
-¿Se ha arrepentido alguna vez de una compra?
-Sí, de alguna que otra, pero de los errores también se aprende. Para mí son como “mis niños” y soy incapaz de desprenderme de ninguno. Son parte de la colección y, para bien o para mal, influyen en ella.
-¿Cuál es su pieza favorita?
-Me encanta una fotografía de un paraíso de Thomas Struth con la que di mi primer gran salto cuantitativo en el mundo del arte contemporáneo. Me lancé al vacío. Comprar arte es como una droga, es muy peligroso porque tú mismo te vas saltando las barreras autoimpuestas y te dejas llevar por la pasión.
-¿Viene a ARCO?
-Por supuesto, dos días como mínimo. El primero, recorro toda la feria y hago mi lista y el segundo intento cerrar algún trato. Me encanta la feria que está empezando a ser una de las más importantes del mundo.
-¿Cómo le afecta el hecho de que más de 20 galerías españolas (muchas andaluzas) no estén presentes en esta edición?
-Me produce gran tristeza que tantas galerías españolas se hayan quedado fuera, pero comprendo que la globalización también haya llegado al mundo del arte contemporáneo. Es muy complicado mantenerse en primera línea dentro de este mundo. Basel funciona igual, allí sólo hay un 25 por ciento de suizas, y lo mismo pasa en Nueva York.
-¿Compra también fuera? ¿Cuál es su feria favorita?
-Sí, me divierte mucho, es muy interesante ver lo que se cuece fuera. Me encanta ver lo recién salido del horno. La mejor, por supuesto, ArtBasel y su filial en Miami, más lúdica pero que en poco tiempo ha llegado a mucho.
-Cuando piensa en el futuro de su colección: ¿la ve en algún museo, quizá en su propia fundación?
-No me lo he planteado todavía pero me encantaría que mis hijas continuaran con nuestra colección. No me importaría exhibirla en el futuro si esto puede hacer que otras personas disfruten de ella y se decidan a coleccionar.
-¿Qué debe cambiar en España para que el coleccionista dé la cara?
-Es una cuestión de educación. Desde pequeños deben ensañar en los colegios e instituciones a valorar y entender el arte contemporáneo, igual que se aprenden otras materias, para que, al tener posibilidad, sea habitual el coleccionar y natural el mostrar tu colección a otros. Además, claro está, de las ventajas fiscales, desgravaciones importantes en caso de donaciones y reducción de impuestos como el IVA. Que no sea un tema elitista, que sea natural. Me da envidia ver en Suiza a un abuelo con su nieto en la feria o en una galería...
Ayudar al arte joven
-¿Cuál cree que es el papel del coleccionista en el entramado del arte contemporáneo?
-Es un papel muy importante pues debe activar y proteger el mercado del arte contemporáneo español. Apoyando a artistas jóvenes, a galerías, y fomentando su creatividad. El mercado del arte todavía hoy es de los estadounidenses y de los alemanes y el peso español está muy mermado aunque hay maravillosos artistas que desgraciadamente no triunfan por falta de un trampolín.
-Tengo entendido que es usted un mecenas, que ayuda a artistas jóvenes andaluces...
-Soy un apasionado del arte contemporáneo e intento atraer a cuanta más gente mejor. Desde hace seis años y gracias a Juana de Aizpuru soy vicepresidente de la Fundación BIACS, promotora de la Bienal de Sevilla. Y esto lo hago por amor al arte, para acercar el arte contemporáneo a Sevilla. Por otro lado, convencí a mis cuatro hermanos para crear una colección de arte contemporáneo desde la empresa familiar, la Colección MP de la Fundación Valentín de Madariaga y Oya (mi padre), y ya llevamos 4 años comprando, asesorados por Pepe Cobo, obras relacionadas con el medio ambiente y la naturaleza. Y en Campo de Gibraltar hemos habilitado un cortijo para que artistas jóvenes puedan trabajar. Allí tienen sus talleres, producen y nos pagan con obra, y cada verano montamos una exposición.
-¿Cree por tanto que el arte tiene que ser una pasión pública?
-El coleccionismo público es un deber y en lo privado, es una pasión. Así de rotundo.