Todos los mitos de Gauguin
La exposición de la Tate será un auténtico bombazo de taquilla y revelará nuevas lecturas sobre el pintor
29 septiembre, 2010 02:00Autorretrato con sombrero 1893-4
Tate Modern, Londres. Del 30 de septiembre al 16 de enero
A esto se está acostumbrando la Tate Modern, lo cual no quiere decir que las exposiciones desmerezcan la visita. La de Gauguin será un auténtico bombazo de taquilla pero será una exposición que revelará nuevas lecturas sobre el pintor y que nace de la voluntad de Nicholas Serota de mostrar los cimientos del arte de hoy, esto es, los movimientos de vanguardia y los artistas que serían enormemente influyentes en décadas sucesivas. Así, las muestras Picasso Matisse, la dedicada al "aduanero" Rousseau o la de Albers-Moholy Nagy. Esta de Gauguin, a quien Serota atribuye un papel prefigurador de trabajos de artistas contemporáneos como Peter Doig o Chris Ofili, entra como un guante en ese planteamiento que tiene tanto sentido didáctico como ambición empresarial.
La figura de Gauguin tiene tanta literatura como relevancia en el campo de las artes visuales. El lugar irreverente que ocupa en la sociedad finisecular francesa, la osadía -vital y artística- y originalidad de su pintura, le sitúan entre los grandes personajes del arte del siglo XIX. Su título es esclarecedor, Gauguin, Maker of Myths, y la lectura que de él hace ahora la Tate no elude el riesgo de una mitificación excesiva pues presenta al artista como una construcción del mismo modo que su pintura se compone a partir de modelos e influencias muy diversas. Ya desde el principio de la exposición, el equipo de cuatro comisarios, liderado por Belinda Thompson y Christine Riding, ha querido incidir en la personalidad de Gauguin, la noción que de sí mismo tenía como artista, a partir de una primera parte dedicada al autorretrato.
Gauguin se revela aquí como el pintor de los mil rostros y de los mil estilos. Los hay pastosos y los hay caricaturescos, y a menudo muestran a un hombre que avanza dando tumbos por las diferentes etapas de su vida. Más adelante, cuadros de interiores domésticos, entre el bodegón, el retrato y una visión perpleja y oblicua de la experiencia cotidiana. Hay cuadros pintados en Bretaña que podrían aludir a una visión bucólica del paisaje, pero cuando irrumpe la figura de un niño desnudo que se sonroja ante la mirada intimidadora del pintor comprendemos no es un joie de vivre al uso, como si la mirada de Gauguin pervirtiera toda imagen, violentando sus formas, sus colores y el aire mismo que encierran. No se observan grandes alardes aparentes en su pintura, pues semeja sencilla e incluso ingenua, pero la fuerza y la tensión psicológica que desprende puede inquietar al espectador. Hay un buen número de cuadros religiosos, irreverentes y tachados por muchos de obscenos, y hay imágenes bíblicas descontextualizadas y traducidas al color y a la atmósfera del Pacífico.
En definitiva, el mejor Gauguin, pero también un Gauguin atrayente, cautivador y pegadizo. La exposición estará abierta hasta el próximo 16 de enero y más tarde viajará a Washington.