A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

Un viejo amigo en Navidad

26 diciembre, 2018 12:14

Siempre nos llamamos por teléfono cuando llega la Navidad. Está en el recuerdo, en el archivo, todo el año, y se cumple cuando llegan las fiestas navideñas. La llamada por teléfono de los viejos amigos: si él se adelanta o lo hago yo, es lo de menos. Siempre deseé escribir un relato con este juego de Navidad, pero nunca lo había hecho, ni siquiera había escrito una línea hasta hoy.

El viejo amigo lo es de verdad: hace más de cuarenta años que lo somos. Él fue uno de los dos editores que me llevó a ser director editorial de la desaparecida Argos Vergara cuando yo no tenía sino 34 años. Nos divertimos mucho durante aquella temporada de aventuras editoriales y, desde la distancia del tiempo, creo que en conjunto hicimos cosas interesantes. El otro personaje inolvidable que me llevó a Argos fue Carlos Barral, mi maestro intelectual en la vida, junto a Caballero Bonald y Vargas Llosa.

Regreso al viejo amigo. Hace unos años se convirtió al independentismo catalán. Siempre se había reído de esa hipótesis, pero cayó como otros muchos en una trampa de la que, cuando hablamos en Navidad por teléfono, no quiere hablar. Yo le recuerdo que somos amigos desde la antigüedad, cuando éramos jóvenes, felices y bastante indocumentados; le digo que somos amigos leales, amigos de verdad; le digo que él cree que su patria es Cataluña y le digo que yo estoy convencido de que mi país es España; me dice que cree que yo estoy equivocado completamente y yo le respondo que su elección, el nacionalismo catalán, la facción independentista catalana, es un error. ¿Qué habría pensado Carlos Barral de este asunto? Me dice que Carlos habría optado por el independentismo; le digo que está de nuevo equivocado: Carlos Barral, catalanista y socialista, creía en España. Me dice que ahora no creería. Le digo que está equivocado. Y volvemos a hablar de la lealtad.

De repente me dice que ha leído mis memorias; que perdió el primer ejemplar en una clínica y que se compró otro para terminar de leerlo; me dice que le gustó mucho. Hablamos de aquella Barcelona que nos hizo tan amigos, de los amigos que ya no están, de Juan Marsé y Joaquina, su mujer, que siguen al pie del cañón, le digo que acabo de estar con Jordi Herralde y Lali Gubern en Guadalajara, México, y que ya me escribieron hablando de las memorias y de aquella Barcelona nuestra.

Vuelvo a hablarle, en medio de la amistosa conversación, de la lealtad de los viejos amigos: intuida, sospechada, probada y constatada. Le digo que el hecho de que él sea independentista catalán y yo me sienta, con todas las consecuencias, ciudadano español, no toca para nada nuestra amistad; él me dice lo mismo y que además se congratula de haberme llamado esta vez él primero y de que, a pesar de las distancias y de no vernos y hablarnos más que una vez al año, seguimos siendo tan cómplices, tan cercanos como siempre. Es la amistad, le digo, la amistad que viene a vernos aunque sea una vez al año: yo no voy a Barcelona, le digo, y tú no vienes a Madrid.

Le respondo a una de sus preguntas que sí, que sigo volando a América por lo menos seis o siete veces al año. El que viene tengo seis viajes, empezando por Córdoba, Argentina, donde he sido invitado al Congreso de la Lengua por la Real Academia. Es a finales de marzo. De ahí para adelante tengo seis viajes más, aunque al final falle alguno de ellos. Me dice que esos, los viajes, sí me lo envidia. Él viajaba todo el tiempo a América a vender ediciones de libros, colecciones enteras, en español, de autores que fueron muy populares hace tan sólo dos décadas y hoy sólo leemos y releemos nosotros, los mismos escritores.

Hablamos de cómo nos conocimos y sale otra vez aquella editorial que Eugenio Padorno y yo nos inventamos en la imprenta de Pedro Lezcano en 1970, hace una antigüedad ya. Ahí fue cuando yo llevé la editorial a Barcelona y quisimos que formara parte de Distribuciones de Enlace. ¡Qué tiempos más bellos, que juventud tan impetuosa! Al final, pero no de una manera menos importante, hablamos de la salud, somos viejos, y de las familias respectivas. Una maravilla: estamos bien, pequeños achaques de los años, un agujero en el estómago, un absceso en una nalga, en fin, cosas domésticas aunque no sean cotidianas.

Nos reímos porque, de repente, yo le hablo de España y de algunos amigos políticos, Albert Rivera sobre todo, que no le gustan nada. Al final, empezamos Rafael Soriano y yo a abrazarnos por teléfono como en los viejos tiempos, cuando nos veíamos todos los días. Un abrazo, Juancho, para todo el año. Un abrazo, Rafael, a ver si nos vemos más, que te vaya bien todo el año. Y colgamos. La Navidad sigue: almejas a la marinera, centollo y los postres dulces de la temporada regados con champán y con sidra servida muy fría. Feliz Navidad a todos.

Homecoming. Para no olvidar

Anterior
Image: Samanta Schweblin: Lo más dañino de la tecnología es el ser humano al otro lado

Samanta Schweblin: "Lo más dañino de la tecnología es el ser humano al otro lado"

Siguiente