La guerra contra la memoria
Desde hace décadas el coeficiente intelectual de la Humanidad está bajando y ocurre simultáneamente a la pérdida constante de libertades ya conquistadas
Los enemigos de la memoria son, en realidad, enemigos de la verdad, enemigos de la libertad. Desde siempre se ha luchado, y siempre desde el poder, por evitar que la memoria se sostenga en la Humanidad. Se pretende, desde siempre, y siempre por parte del poder, que la mala memoria inunde de olvido los cerebros de la gente, que debe mostrarse dócil y sumisa a la hora de aceptar todos los abusos que se le ocurren a quienes ordenan y mandan, sean estos quienes sean, los unos o los otros. Tengo para mí que nunca acabará la guerra contra la buena memoria de las cosas, que forman parte del orden natural, porque esa memoria significa la lucha por la libertad frente al olvido.
Creo que en mi generación en los planes de estudios, en las leyes de educación de nuestro país, comenzó escrita con letras mayúsculas con la "reforma" educativa de un tal Villar Palasí, memoria nefasta para la Educación en España como ministro del ramo. Ese ministro copió el fracaso educativo francés de Edgar Faure, eliminó del bachillerato horas en el aprendizaje de la gramática española y rebajó igualmente hasta casi la extinción absoluta la enseñanza obligatoria del latín y del griego. Al fin y al cabo, según todos los analfabetos del mundo, inútil conocimiento que no tiene ningún valor real en la vida...
De aquel momento de los 60 hasta hoy, la memoria buena, la que lucha contra la mala memoria del olvido, cayó en desuso y en un descrédito absoluto. No poco ayudaron los "medios informativos" a la propaganda del régimen franquista contra la memoria en los planes de educación oficial y los defensores de la memoria pasamos a ser "memoriones", y sólo eso como si eso fuera poco.
Se ha hecho popular el dicho de algunos famosos artistas de Hollywood, mirados como si fueran filósofos inteligentísimos, la frase según la cual la felicidad consiste en tener una buena salud y una mala memoria. Al mismo tiempo, deploramos socialmente la enfermedad del olvido que tanto acucia hoy el mundo y a la gente de mayor edad. Tener una mala memoria indica que no nos gusta lo que recordamos, cuando recordar forma parte de la más profunda reflexión del ser humano y el mayor tesoro del hombre junto a la experiencia, el conocimiento y la libertad.
Los filósofos de cartón piedra que hoy abundan y se reproducen como esporas aplauden y apoyan que las disciplinas en las que la memoria es necesaria vayan desapareciendo de los planes de estudios. Hoy todo el mundo cree que tiene una opinión y que, en aras de la libertad de expresión, toda opinión es respetable por muchas barbaridades que contenga. Así vamos proa al marisco, porque la mentira que oscurece el mundo es el ejército armado de la mala memoria que nos hace llegar antes al olvido.
La memoria, y no me cansaré de gritarlo y ponerlo por escrito, es la supervivencia del ser humano. La memoria es un músculo infravalorado que nos mantiene siendo quienes somos y proyectándonos en el futuro mientras recordamos y descubrimos sin cesar la vieja vida que queda atrás, archivada y en forma en esa misma memoria. También hay "expertos" que sostienen que la memoria no tiene nada que ver con la inteligencia, pero si ahora mismo hiciéramos la siguiente prueba no tendríamos más remedio que calificar de estupidez esa mentira "científica": quien más sabe es quien más recuerda lo que ha aprendido, no por experiencia solamente, sino por la memoria; los más inteligentes son casi siempre los que poseen una memoria más viva y expresiva, aunque no siempre lo demuestren.
Desgraciadamente, y esa es la prueba a la que me refiero, desde hace décadas el coeficiente intelectual de la Humanidad está bajando enteros. Eso ocurre simultáneamente a la pérdida constante de libertades ya conquistadas por el ser humano que coincide, en el tiempo y el espacio, con el terrible y creciente esplendor del olvido. De modo que ahí tienen tres elementos que luchan en la vida sin parar de pelearse: la inteligencia, la memoria y el olvido. Todo eso hace el coeficiente intelectual.
Si miramos los países más cultos, y casi siempre los más ricos, veremos con más claridad que tuvieron durante siglos en la defensa a ultranza de la buena memoria de las cosas. Pero ahí está hoy la corriente del olvido ganando enteros a la libertad del ser humano, empujada por los poderes fácticos que gobiernan el mundo que, por regla general y como sistema, no quieren más consumidores. Por este camino, si seguimos así, el consumidor terminará siendo sólo un consumidor, un ciudadano de bien, y mientras más consuma mejor ciudadano, y mientras menos recuerde mejor ciudadano.
Derechos y deberes seguirán siendo olvidados en el desván del pasado, como si nunca hubieran existido, y las enseñanzas y avisos literarios de Orwell serán una triste realidad. Ya estamos viendo muchos episodios orwellianos en la televisión y los llamados "medios informativos". Así vamos, si así os parece, mientras perecemos.