Claridad y precisión: esa disyuntiva ineludible en las artes y en la vida
Si uno quiere tener lo primero, no puede tener lo segundo. O se es claro, o se es preciso. Elijan ustedes. Yo me quedo con la puntería de José Balza.
Hace un par de días, escuché una charla pública mi amigo Juan Carlos Arencibia, doctor en astrofísica y, durante muchos tiempo, investigador en el Astrofísico de Canarias, en el Roque de los Muchachos, isla de La Palma. Afirmaba haber leído hace un tiempo un artículo en el New York Times, firmado por un especialista importántisimo en astrofísica de cuyo nombre ahora no me acuerdo.
En ese artículo el astrofísico venía a decir que en el Universo, y en general, la claridad es inversamente proporcional a la precisión: a más claridad menos precisión, a más precisión menos claridad.
He reflexionado estos últimos días al sol de la Isla Bonita sobre tal afirmación, por otro lado evidente si, como seres inteligentes, pensamos aunque sea solo un poco. A más claridad, menos precisión. En la vida real y en la misma literatura a la que nos dedicamos desde hace muchos años.
Quiero ser claro, resulto oscuro
El poeta latino Horacio escribió un verso que tal vez tenga entronque con el comentario de mi amigo tomado del New York Times cuando lo publicaron. El verso de Horacio en latín traducido al español: "Quiero ser claro, resulto oscuro". ¿Hay que leer el verso de Horacio con más de un sentido? ¿Es un verso irónico frente a los que decían que su poesía no era clara?
La literatura y todas las artes de creación en general no pueden ser claras. Casi toda la pintura del siglo XX, la pintura abstracta, es oscura, es decir, precisa. Pollock es oscuro, pero preciso en su voluntad y efectos de artista.
Góngora, que no es precisamente sino con toda claridad un poeta del siglo pasado, no es un poeta claro sino todo lo contrario, un poeta tan oscuro como preciso, sobre todo para quienes no saben leer y creen que son lectores de postín. Para entrar en Lezama Lima hay que conocer y haber leído y estudiado a, por lo menos, Góngora y Joyce, lo que equivale a decir dos escritores de la precisión frente a la claridad.
El lector fácil, que es la inmensa mayoría, cree que leer es, en el más amplio sentido, un acto de entretenimiento. Por lo tanto, en cuanto "no entiende" el texto, o ese mismo texto que está leyendo no le resulta suficientemente claro para su "entretenimiento", abandona el libro y llega a afirmar, en su fuero interno y a veces externo, que eso no es literatura.
Para él, la literatura es claridad, no precisión. Sin embargo, y por contra, el lector que sabe leer literatura, y que no lee por entretenimiento sino por aprender más, cuanto más preciso es el texto que lee más satisfactorio le resulta.
Todo esto viene a cuento por mis conversaciones en estos últimos días con un grande -enorme- escritor de Venezuela llamado José Balza. Durante muchos años, décadas, Balza ha estado sometido, dentro y fuera de Venezuela, a algo muy parecido al ostracismo griego: el silencio absoluto.
Balza, escritor preciso donde haya que encontrarlos, publicó en su momento una novela llamada Percusión, que acaba de ser otra vez publicada por Cátedra en edición crítica del también escritor venezolano Juan Carlos Chirinos. Yo creo que esa novela debería de haberse llamado Precisión, pero hay que aclarar que esa referencia a la percusión hace alusión secreta y homenajea a la música, de la que Balza es un gran experto.
Sucede que en la prosa de Balza, no sólo en Percusión, sino en todas sus novelas y ensayos, existe una precisión (o sea una "oscuridad" para los malos y fáciles lectores) que sitúa su literatura en las antípodas de la claridad (de la facilidad). Por eso yo lo leo y releo con un placer de aprendizaje y retorno que es lo que yo llamo la merecida satisfacción del lector.
Balza es, además, un profundo y preciso conocedor de todas las músicas secretas y desconocidas del rio Orinoco, porque nació y siempre ha vivido en el Delta del Orinoco, aunque esté en cualquier otra parte del mundo en cualquier momento de su existencia. De modo que su arte creativo literario es fundamentalmente creador de música inéditas y de precisiones absolutas.
Mis desayunos con Balza durante esta última semana han sido para mí un aprendizaje literario y artístico de tal intensidad y profundidad que no tengo más que agradecer en público al escritor venezolano su prodigalidad intelectual pasar tiempo conmigo. Vivir vale la pena, y más allá, cuando tienes la ocasión de conocer, como es mi caso, a decenas de maestros que me han educado en la precisión de la literatura y de mi vida.
José Balza es uno de ellos. No puedo, ni quiero, ni debo dejar de leerlo. Al contrario, para un escritor como yo, viejo y desvencijado, leer al maestro Balza es una suerte de resurrección y rejuvenecimiento. Hasta el punto de que, aunque ustedes, mis improbables lectores, no se lo crean, ahora estoy más encantado de conocerme que nunca. Espero, por el bien de ustedes, que lean a Balza. Se lo sugiero por su bien mental, por su salud intelectual. Y por todo lo demás.