El incomodador por Juan Sardá

Los rombos

18 julio, 2013 02:00

Hace pocos días nos sorprendía la noticia de que el Gobierno tiene previsto volver a utilizar los añejos rombos para anunciar en televisión que determinados contenidos no son aptos para menores de edad en distintos grados. En España actualmente gobierna un partido de derechas y es una medida lógica, el sector conservador de la sociedad se llama así por algo, vivimos en una democracia y si ganan, tienen todo el derecho del mundo a imponer un mayor control sobre el acceso de niños y adolescentes a películas o series con altos niveles de sexo y violencia, los dos motivos básicos que se tienen en cuenta para este tipo de cosas.

Habrá a quien le parezca mal o "franquista" cuando no tiene nada de malo. En todos los países existe un sistema de calificación por edades y, de hecho, ya existe uno que va desde películas "especialmente recomendadas para la infancia" hasta la "recomendación" de no apto para menores de 14, 16 y 18 hasta llegar a la X que indica un contenido prohibido para quienes no hayan alcanzado la mayoría de edad. Como es sabido, en los puritanos Estados Unidos se aplica a rajatabla y en ese país son frecuentes las polémicas porque determinados títulos son considerados X limitando de forma efectiva su difusión.

La cuestión es compleja. Por una parte, más allá de la moral, existe el hecho de la pura práctica. Cuando yo era niño, acceder a material pornográfico era sumamente complicado y se organizaba una escandalera cuando alguien encontraba una revista porno. Actualmente, a la inmensa mayoría de los niños le basta con sentarse delante del ordenador, cosa que hacen infinitas horas al día, para ver no solo escenas sexuales, también todas las perversiones, locuras, sandeces, sofisticaciones y placeres que puede dar de sí la sexualidad humana e incluso la equina.

El triunfo de la pornografía ha sido devastador e inmenso. En una sociedad en la que la gente cada vez está más sola, donde las parejas se rompen antes y la celeridad del mundo contemporáneo así como sus costumbres sexuales empujan hacia la promiscuidad en el mejor de los casos o la abstinencia en el peor, la realidad es que el porno se ha convertido en un elemento cotidiano y constante para millones de personas. Ahí está una novela como Ejército enemigo, de Alberto Olmos, para certificarlo o una película como la siguiente de Joseph Gordon Levitt, Don Jon's Addiction (por la adicción al porno) para mostrárnoslo. Internet, además, ha eliminado el inevitable elemento de reparo o vergüenza que antes implicaba comprar una revista al kioskero o meterse en un cine con el riesgo de ser vistos.

¿Es realmente posible proteger a los niños hoy en día?, existe la cuestión de su verdadero efectividad. Los niños de hoy crecerán habiendo consumido muchas más imágenes y de contenido mucho más brutal que ninguna generación a lo largo de la historia de la humanidad. Actualmente, prácticamente ningún chaval llega a los 15 años sin haberlo visto literalmente todo. Porque además del sexo, hay que hablar de la violencia. Y los límites en este campo han sido ampliamente sobrepasados. Lo que hoy es normal, hace diez años no lo era y hace tan solo 20 era puro gore.

Pensemos en el cine negro de los años 40 y 50, cine muy violento psicológicamente en el que se mataba y moría mucho pero donde jamás veíamos sangre. Actualmente, lo normal es que haya víctimas descabezadas, asesinos mutiladores, cuchilladas brutales y etc etc. Es cierto que cambió en los 70 de la manera de autores como Peckinpah, Brian de Palma o Scorsese, pero hoy la violencia no es una forma de realismo crudo con una intención política o estética, sino una parte más del espectáculo perfectamente asumido en productos ultrapopulares. Acabo de llegar de ver Lobezno inmortal, película que se estrena en todo el mundo la semana que viene para un público eminentemente juvenil e incluso infantil, y la brutalidad de sus escenas hace parecer a aquel Superman de los 70 como un cuento de hadas.

¿Es todo esto malo? ¿Serán los chavales del futuro unos pervertidos sexuales o unos maníacos por haber consumido porno y violencia extrema a granel desde edades muy tempranas? Respuesta: No. Hasta es posible que salgan más listos, menos fáciles de engañar e incluso más pacíficos porque los niños no son tan tontos como parecen y aunque les den gato por liebre todo el mundo intuye que vivimos en un mundo peligroso y violento desde muy pequeño. En su magnífico ensayo Juegos mortales: katanas, mentiras y cintas de vídeo, el crítico Jesús Palacios teoriza sobre la histeria que conduce a la sociedad a pensar que los crímenes se cometen por culpa de los videojuegos. Vale mucho la pena leerlo.

Está muy bien que el Gobierno quiera advertir a los jóvenes y sus padres sobre lo que van a ver, pero la práctica demuestra que las sociedades que censuran son mucho más peligrosas, y violentas, que aquéllas en las que triunfa la libertad. Es una realidad como un templo.

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