
Un fotograma de 'Kingdom Come: Deliverance II'
'Kingdom Come: Deliverance II': una simulación medieval ambiciosa como ninguna
La secuela del videojuego de Warhorse nos lleva a la Bohemia del siglo XV para luchar contra las huestes húngaras en las filas del gran héroe nacional checo Jan Zizka.
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Kingdom Come: Deliverance (2018) formó parte de esa primera oleada de juegos creados a partir de campañas de financiación colectiva a través de Kickstarter. La razón es que Daniel Vavra tenía dificultades para atraer inversores para una propuesta radical: un RPG en primera persona ambientado en la Bohemia de 1403 que abrazara un rigor histórico sin precedentes.
Consiguió atraer una cantidad mínima de la comunidad que usó para demostrar el interés del público ante otros inversores y se puso a trabajar de manera intensa en el proyecto. Cuando al final el juego se lanzó, quedó deslucido por una ristra de imperfecciones técnicas, en cierta manera fruto de su ambición desmedida, pero puso el enorme potencial de la idea. Ahora, siete años después, Vavra y su estudio Warhorse vuelven para entregarnos una continuación directa a las aventuras de Henry, con el respaldo económico de Embracer y la promesa de una experiencia fluida y sin bugs que sacara el máximo partido a la ambientación.
En verano de 1403, Hans Capon y Henry encabezan una comitiva diplomática al castillo de Trotsky para intentar convencer a Otto von Bergow de establecer una alianza con los señores de Leipa y contra el rey de Hungría, Segismundo de Luxemburgo, que ha desatado una campaña a sangre y fuego por las tierras de Bohemia para arrebatarle el trono a su hermano Wenceslao. Sin embargo, antes de llegar a su destino, son atacados por salteadores de caminos y a duras penas consiguen sobrevivir.
Tras muchos azares y desventuras, consiguen una audiencia con el señor de Trotsky y se ponen a su servicio para intentar neutralizar a unos bandidos que parecen contar con el apoyo de la hidalguía del lugar. Su compromiso con la misión que les fue encomendada les pone en una trayectoria de colisión con el mismísimo Jan Zizka, figura controvertida donde las haya, un comandante guerrillero destinado a jugar un papel trascendental en las guerras husitas y elevarse al rango de leyenda para la nación checa.
A pesar de los siete años transcurridos entre las dos entregas, Kingdom Come: Deliverance II es una secuela en el aspecto más estricto del término. Warhorse retoma la acción apenas días después del anticlimático final de la primera parte (donde prácticamente todo quedaba sin resolver), por lo que resulta fundamental conocer los eventos transcurridos en el juego anterior. Henry revive algunas de las escenas principales (la destrucción de su hogar, la muerte de sus padres, el acogimiento de su señor Radzig Kobyla, etc) en sus delirios, pero no es ni de lejos una recapitulación efectiva y he de confesar que durante las primeras horas me encontré bastante perdido.
El juego parece operar bajo la asunción de que los siete años de diferencia entre los dos lanzamientos han sido más bien una semana de interludio y aunque pone a nuestro servicio un códice muy lucido como base de datos, podría haber hecho un mejor trabajo a la hora de refrescar nuestras memorias. Ni que decir tiene que está completamente contraindicado empezar directamente por aquí, obviando el primero.
Más allá de la narrativa, el juego es también muy continuista en todo lo demás. Todo está más pulido y más conseguido, pero los postulados son los mismos: una simulación medieval sin concesiones que aboga por una dosis contudente de realismo en todos los aspectos de la experiencia. Desde la forma de vestir a los usos sociales, desde la higiene personal al trabajo en la forja o en el laboratorio alquimista. Warhorse construye sobre lo desarrollado en el primer juego para dotar al mundo de vida propia, una legión de sistemas interactuando entre sí de maneras ignotas para producir algunos de los mejores momentos de jugabilidad emergente imaginables.
Incluso a riesgo de presentarse en ocasiones como un claro ejemplo de sobrediseño. Las primeras horas no son fáciles. El juego nos arroja toneladas de información y no tiene piedad, sobre todo en el combate, letal y con poco margen para cometer errores. Vuelve el sistema direccional con el que lanzar tajos y estoques, reconfigurado y aumentado pero tan abstruso como siempre. Nunca termina de sentirse cómodo y aunque es de suponer que está diseñado así a propósito, hay suficientes combates obligatorios como para que sea un engorro de campeonato, sobre todo al principio.
Con el tiempo, las cosas empiezan a encajar y aprendemos a operar bajo las condiciones del juego. Pero antes de llegar a ese momento de clarividencia, nos habremos estrellado contra el muro muchísimas veces, generando momentos de frustración que condenarían a la irrelevancia a juegos menores. Sin embargo, incluso en esos momentos de desesperación profunda, las virtudes de Kingdom Come: Deliverance II resultan evidentes.

Una escena de 'Kingdom Come: Deliverance II'
Para empezar, la historia es apasionante, a todos los niveles. Estamos ante una obra monumental, de unas dimensiones difíciles de comprender. El guion casi triplica la extensión del primero. Según Warhorse, más de 2,2 millones de palabras, lo que probablemente les haya hecho batir el record de Baldur’s Gate 3 de hace año y medio. El juego tiene en cuenta tantísimas permutaciones de la trama y de las subtramas que es imposible que un jugador lo vea todo en una sola partida, pero aun así, estamos ante un caso de gigantismo avasallador. Llevo semanas con él y todavía me falta para llegar al final. Tengo la certeza de que superará ampliamente la barrera de las 100 horas de juego.
Sin embargo, no es simplemente una cuestión de cantidad. La calidad de los diálogos es altísima. Vávra y su equipo de escritores han hecho un trabajo excelente en la caracterización de personajes, sin descuidar a ninguno del medio centenar que intervienen con asiduidad en la trama principal. El foco está puesto sobre Hans Capon y el propio Henry, pero el abanico está plagado de figuras importantísimas de la historia del Sacro Imperio Romano a las que vemos desfilar en una colección de cinemáticas muy cuidadas que saben bascular entre el acento cómico o dramático con naturalidad.
Jobst de Moravia, Juan de Liechstentein, Otto von Bergow, Segismundo de Luxemburgo, el propio Jan Zizka o Markvart von Aulitz, todos son figuras centrales en el argumento y su presencia se hace notar, con unos actores en estado de gracia que los habitan con fastuosidad.
A no ser que estemos versados en historia medieval centroeuropea, la trama nos va a sorprender muchísimo, con unos giros de guion muy efectivos que siempre se las apañan para sorprender y elevar la tensión de las circunstancias. Es un relato muy complejo, con muchas piezas en movimiento, que no se arredra a la hora de plasmar las tensiones raciales, religiosas y sociales del momento, así como el politiqueo calculador y mezquino de una nobleza taimada y decadente.
El propio mundo que Warhorse ha construido es fascinante. A través de dos mapas muy extensos (el primero en torno al Paraíso Checo y el segundo con Kuttemberg y sus alrededores), el estudio consigue planificar unas misiones brillantes que sacan el máximo partido a su idiosincrasia rolera.
Hay momentos que se han quedado grabados en mi memoria, como el pogromo contra el barrio judío, la infiltración en el castillo de Trotsky como un sirviente (una carrera contra el tiempo para intentar detener una ejecución que se aproxima con el tañir de las campanas), la boda en Semine y la decisión trascendental cuando descubrimos los motivos de la ausencia del novio en la celebración... Algunas de las misiones secundarias incluso superan en valores de producción lo que podemos ver en la trama principal.
Mención aparte merece la investigación sobre una serie de asesinatos de mujeres en la ciudad, donde Henry se ve en la tesitura de seguir la pista a un asesino en serie y dilucidar su identidad entre varios posibles sospechosos. Es una secuencia muy larga, muy compleja y con un final espectacular que consiguió sorprenderme cuando creía que lo tenía todo claro. En esta misión es cuando Katherine, confidente de Zizka, se corona como un absoluto portento de personaje, de largo el mejor papel femenino que he presenciado en años, capaz de equilibrar por sí misma la innegable ausencia de mujeres entre los actores del conflicto.
Kingdom Come: Deliverance II es un juego muy exigente, muy áspero y con una curva de aprendizaje absolutamente impía. Pero es también un juego magistral, con garra, muy seguro de sí mismo. En estos siete años desde el primero, Warhorse ha crecido como estudio desarrollador de manera exponencial. Han cogido todas la ideas del primero y las han llevado hasta sus últimas consecuencias, perfeccionando una propuesta que sobre el papel nunca tendría que haber funcionado y que claramente va a contracorriente de las tendencias del mercado.
Posee muchas excentricidades que te obligan a interactuar con él en su terreno y bajo sus condiciones: el sistema de guardado es irritante y proclive a hacernos perder progreso, el sigilo es demencial al principio, el tener que comer y dormir nos puede colocar en aprietos, la imposibilidad de cambiar de armadura en combate nos va a jugar malas pasadas (no hay nada peor que ir vestido como un aristócrata, que te sorprendan en una emboscada y que te maten de dos estocadas) y el esquema de control en consola es infernal, donde algo tan sencillo como sacar la espada se puede convertir en una odisea.
Puede llegar a ser muy frustrante y desde luego no es un juego para todo el mundo. Pero si persistimos a través del barro, lo que nos vamos a encontrar es una simulación medieval ambiciosa como ninguna, un mundo repleto de detalles interesantes, un diseño de misiones sumamente creativo y una historia maravillosa. Hay que tomárselo con mucha calma y con la mentalidad adecuada, pero merece muchísimo la pena.
Si consiguen bajarse del caballo con algunos de sus excesos más obtusos y deciden abordar de lleno las guerras husitas en Praga en la próxima entrega, tengo la certeza de que se convertirán en historia viva de los videojuegos. En palabras del entrañable Hans Capon: “Audentes fortuna iuvat”. La fortuna sonríe a los audaces.
Kingdom Come: Deliverance II
Estudio: Warhorse
Editora: Deep Silver
Director creativo: Daniel Vávra
Plataformas: PC, PS5, Xbox Series
País: República Checa