Jesús Aguado huye de Jesús Aguado
12 diciembre, 2011
01:00
El fugitivo (Vaso Roto Ediciones) reúne la poesía completa (y no es poca: casi seiscientas páginas) del casi sevillano Jesús Aguado (1961), uno de nuestros poetas más variados, heterogéneos y brillantes. Con ese motivo hemos charlado un poco.
-Empecemos la entrevista con una naturaleza muerta. ¿Qué libros tiene ahora mismo Jesús Aguado sobre la mesa?
-Los trece tomos (editorial Gredos) de escritos morales de Plutarco. Últimamente sólo por obligación o por despiste dejo de leer a los clásicos.
-La poesía de Jesús Aguado no se parece a la de ningún otro poeta español de su quinta. Explícame eso.
-Se parece, o me gustaría que se pareciese, a la de muchos. Pero quizás no sea lo suficientemente bueno como para que se me note.
-Una de las cosas que más me gusta de tu escritura es esa, diría, necesidad, de no escribir dos veces el mismo libro (y de ahí en parte, imagino, lo de "El fugitivo"). Eso supone un compromiso que acerca más tu poesía a la autoindagación que al mero desahogo. ¿Cuál es para ti la función de la escritura, qué pretende cada libro tuyo?
-Es como en el cuento de las puertas. Uno, llegado el momento, sabe que sólo detrás de una de esas puertas está el tesoro, y que todas las demás esconden peligros mortales. Cada libro mío es una puerta que elijo abrir: un riesgo y una apuesta que, hasta la fecha, me ha matado más veces de las que me ha ofrecido un tesoro. Pero sigo intentándolo porque elegir puertas (elegir la diferencia que hace visible cada puerta) es lo único que sé hacer.
-La India tiene una gran presencia en tu poesía, a un nivel formal y sobre todo, podríamos decir, "espiritual". ¿Qué aprendiste viviendo allí que cambiara tu mirada?
-Aprendí a no dirigir el tráfico interior (y, por lo tanto, a confiar en el caos). Aprendí a no darme órdenes (y, al hacerlo, a relajarme, a dejarme llevar). Aprendí que era más importante ser mirado (por el río, por los monos, por los otros seres humanos, por los árboles, por los edificios, por los conceptos, por los buitres, por las imágenes) que mirar.
-¿Sigues teniendo casa en Benarés? ¿Y haciendo fotografías de perros dormidos?
-La dejé hace un año. Ya no hago fotos de perros dormidos porque eso, para mí, sólo tenía sentido cuando vivía allí por razones que explico en mi libro La astucia del vacío. Cuadernos de Benarés 1987-2004 (DVD).
-Tampoco es ajena tu poesía a la filosofía contemporánea, aunque sea de un modo transversal. ¿Cuáles te parece que son los puntos de confluencia entre la poesía y la filosofía? ¿Qué puede un poeta que no puede un filósofo, y vicecersa?
-De los filósofos espero preguntas sin respuesta: el vacío del que procedemos. A los poetas les pido respuestas sin preguntas: el vacío hacia el que nos dirigimos.
-En general, tu poesía pone en cuestión la dualidad oriente-occidente, busca una especie de equilibrio. ¿Cómo se construye ese equilibrio?
-Borrando dentro de uno la raya que separa oriente de occidente, que no es tarea para héroes (el sabio, el aventurero, el científico) sino para barrenderos, es decir, para personas que piensan con una escoba en vez de con un ordenador.
-¿En qué se parece el Oriente real al que se ha inventado para consumo occidental?
-En nada. Lo real (el oriente real, el occidente real, etc.) tiene que ver con el cuerpo y las maneras en que este se desplaza (se cuenta, se siente, se ofrece) por los distintos lugares del mundo, algo irreductible a fórmulas ni estereotipos.
-Hay algunos poemas tuyos que me hacen volver a Tagore, que me dejan esa misma sensación de calma espiritual, de aprehender más que de aprender, aunque a menudo en tus poemas hay esa búsqueda de una cierta calma acompañada de un sentimiento de desequilibrio, de caminar sobre algún alambre. ¿Tendría sentido hoy un poeta como Tagore?
-Los genios como Tagore (que, pese al esfuerzo de Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez, sigue siendo un gran desconocido entre nosotros) siempre tienen sentido, y más en un mundo que en la actualidad se rige por un contumaz sinsentido ametafísico y sociológico.
-¿Qué ha pasado al final con aquel documental en el que ibas a salir bailando desnudo?
-Ese es un proyecto que aún no me he merecido ver hecho realidad.
-¿Quiénes son los contemporáneos de Jesús Aguado, aquellos en los que piensa cuando publica un nuevo libro?
-Me preocupan mis contemporáneos mucho pero no caigo en la inútil arrogancia de pensar en ellos. Mis libros, cuando tienen la suerte de ser publicados, abren los brazos alegrándose por los que se los llevan a casa y sin disgustarse con los que no se los llevan o con los que, de hacerlo, pronto se olvidan de ellos.
-¿Qué sensación has tenido al preparar esta poesía completa? Has hecho muchos cambios, especialmente en los primeros libros, ¿has sentido que le enmendabas la plana al que fuiste?
-Muchas veces, en efecto. He cambiado poemas enteros, he suprimido dos libros (aunque a algunos poemas de esos libros les he buscado un hueco en esta poesía reunida mía), he corregido estructuras, etc. La sensación final es que he hecho un libro nuevo que, por más que repita títulos y series de textos, me parece completamente diferente: no una suma de hijos sino un hijo recién llegado.
-Diriges una colección, MaRemoto, dedicada a publicar autores extranjeros poco conocidos, que se inventa en poesía lo que son las "nuevas músicas"... ¿Qué aportan a la nuestra esas otras tradiciones?
-Son el origen y el futuro de la nuestra. Esas otras tradiciones remotas (las africanas, las orientales, las de los pueblos indígenas de Latinoamérica) hablan nuestra lengua mejor que nosotros. Atenderlas no sólo es un acto de justicia poética y social sino una necesidad, ya que ellas tienen, a precios de saldo, soluciones a muchos de nuestros más graves problemas.
-Dices que escribes para dejar de ser borroso y, a la vez, para dejar de ser transparente. ¿En qué se parece el Jesús Aguado ciudadano al Jesús Aguado que transparentan sus poemas?
-El ciudadano es tan borroso y tan transparente como el poeta, es decir, esa mezcla de certezas-incertezas y de aciertos-errores en que consiste la vida.
-¿Qué ha aprendido Jesús Aguado escribiendo sus poemas?
-A reconocer a mi hija cuando quiso presentarse en mi vida de la mano de mi compañera. Hasta ese momento creo que sólo había escrito para hacer posible un milagro como este. Desde ese momento sólo escribo para que ese milagro no se evapore como si hubiera sido un sueño.
-¿Qué tres poemas ajenos te hubiera gustado escribir?
-El Bhagavad Gita, La muerte de Virgilio de Herman Broch y El canto a mí mismo de Whitman. Ni más ni menos.
-¿Qué poema tuyo le recomendarías leer primero a quien nunca se haya acercado a un libro tuyo, que de todo hay?
-La serie de poemas breves titulada Mendigo.
-¿De qué huye ahora Jesús Aguado?
-De lo de siempre: de Jesús Aguado: mi perseguidor, mi enemigo, mi semejante, mi trampa, mi horizonte forzoso, mi vacío inatendido, el encargado de matarme, el que me impide convertirme en una gota de agua.
Buscar a Jesús Aguado mientras él huye de sí mismo es una forma de encontrarnos con nuestro otro yo. Ese otro que podríamos haber sido, más sabio y más leve. Disfrútenlo.
-Empecemos la entrevista con una naturaleza muerta. ¿Qué libros tiene ahora mismo Jesús Aguado sobre la mesa?
-Los trece tomos (editorial Gredos) de escritos morales de Plutarco. Últimamente sólo por obligación o por despiste dejo de leer a los clásicos.
-La poesía de Jesús Aguado no se parece a la de ningún otro poeta español de su quinta. Explícame eso.
-Se parece, o me gustaría que se pareciese, a la de muchos. Pero quizás no sea lo suficientemente bueno como para que se me note.
-Una de las cosas que más me gusta de tu escritura es esa, diría, necesidad, de no escribir dos veces el mismo libro (y de ahí en parte, imagino, lo de "El fugitivo"). Eso supone un compromiso que acerca más tu poesía a la autoindagación que al mero desahogo. ¿Cuál es para ti la función de la escritura, qué pretende cada libro tuyo?
-Es como en el cuento de las puertas. Uno, llegado el momento, sabe que sólo detrás de una de esas puertas está el tesoro, y que todas las demás esconden peligros mortales. Cada libro mío es una puerta que elijo abrir: un riesgo y una apuesta que, hasta la fecha, me ha matado más veces de las que me ha ofrecido un tesoro. Pero sigo intentándolo porque elegir puertas (elegir la diferencia que hace visible cada puerta) es lo único que sé hacer.
-La India tiene una gran presencia en tu poesía, a un nivel formal y sobre todo, podríamos decir, "espiritual". ¿Qué aprendiste viviendo allí que cambiara tu mirada?
-Aprendí a no dirigir el tráfico interior (y, por lo tanto, a confiar en el caos). Aprendí a no darme órdenes (y, al hacerlo, a relajarme, a dejarme llevar). Aprendí que era más importante ser mirado (por el río, por los monos, por los otros seres humanos, por los árboles, por los edificios, por los conceptos, por los buitres, por las imágenes) que mirar.
-¿Sigues teniendo casa en Benarés? ¿Y haciendo fotografías de perros dormidos?
-La dejé hace un año. Ya no hago fotos de perros dormidos porque eso, para mí, sólo tenía sentido cuando vivía allí por razones que explico en mi libro La astucia del vacío. Cuadernos de Benarés 1987-2004 (DVD).
-Tampoco es ajena tu poesía a la filosofía contemporánea, aunque sea de un modo transversal. ¿Cuáles te parece que son los puntos de confluencia entre la poesía y la filosofía? ¿Qué puede un poeta que no puede un filósofo, y vicecersa?
-De los filósofos espero preguntas sin respuesta: el vacío del que procedemos. A los poetas les pido respuestas sin preguntas: el vacío hacia el que nos dirigimos.
-En general, tu poesía pone en cuestión la dualidad oriente-occidente, busca una especie de equilibrio. ¿Cómo se construye ese equilibrio?
-Borrando dentro de uno la raya que separa oriente de occidente, que no es tarea para héroes (el sabio, el aventurero, el científico) sino para barrenderos, es decir, para personas que piensan con una escoba en vez de con un ordenador.
-¿En qué se parece el Oriente real al que se ha inventado para consumo occidental?
-En nada. Lo real (el oriente real, el occidente real, etc.) tiene que ver con el cuerpo y las maneras en que este se desplaza (se cuenta, se siente, se ofrece) por los distintos lugares del mundo, algo irreductible a fórmulas ni estereotipos.
-Hay algunos poemas tuyos que me hacen volver a Tagore, que me dejan esa misma sensación de calma espiritual, de aprehender más que de aprender, aunque a menudo en tus poemas hay esa búsqueda de una cierta calma acompañada de un sentimiento de desequilibrio, de caminar sobre algún alambre. ¿Tendría sentido hoy un poeta como Tagore?
-Los genios como Tagore (que, pese al esfuerzo de Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez, sigue siendo un gran desconocido entre nosotros) siempre tienen sentido, y más en un mundo que en la actualidad se rige por un contumaz sinsentido ametafísico y sociológico.
-¿Qué ha pasado al final con aquel documental en el que ibas a salir bailando desnudo?
-Ese es un proyecto que aún no me he merecido ver hecho realidad.
-¿Quiénes son los contemporáneos de Jesús Aguado, aquellos en los que piensa cuando publica un nuevo libro?
-Me preocupan mis contemporáneos mucho pero no caigo en la inútil arrogancia de pensar en ellos. Mis libros, cuando tienen la suerte de ser publicados, abren los brazos alegrándose por los que se los llevan a casa y sin disgustarse con los que no se los llevan o con los que, de hacerlo, pronto se olvidan de ellos.
-¿Qué sensación has tenido al preparar esta poesía completa? Has hecho muchos cambios, especialmente en los primeros libros, ¿has sentido que le enmendabas la plana al que fuiste?
-Muchas veces, en efecto. He cambiado poemas enteros, he suprimido dos libros (aunque a algunos poemas de esos libros les he buscado un hueco en esta poesía reunida mía), he corregido estructuras, etc. La sensación final es que he hecho un libro nuevo que, por más que repita títulos y series de textos, me parece completamente diferente: no una suma de hijos sino un hijo recién llegado.
-Diriges una colección, MaRemoto, dedicada a publicar autores extranjeros poco conocidos, que se inventa en poesía lo que son las "nuevas músicas"... ¿Qué aportan a la nuestra esas otras tradiciones?
-Son el origen y el futuro de la nuestra. Esas otras tradiciones remotas (las africanas, las orientales, las de los pueblos indígenas de Latinoamérica) hablan nuestra lengua mejor que nosotros. Atenderlas no sólo es un acto de justicia poética y social sino una necesidad, ya que ellas tienen, a precios de saldo, soluciones a muchos de nuestros más graves problemas.
-Dices que escribes para dejar de ser borroso y, a la vez, para dejar de ser transparente. ¿En qué se parece el Jesús Aguado ciudadano al Jesús Aguado que transparentan sus poemas?
-El ciudadano es tan borroso y tan transparente como el poeta, es decir, esa mezcla de certezas-incertezas y de aciertos-errores en que consiste la vida.
-¿Qué ha aprendido Jesús Aguado escribiendo sus poemas?
-A reconocer a mi hija cuando quiso presentarse en mi vida de la mano de mi compañera. Hasta ese momento creo que sólo había escrito para hacer posible un milagro como este. Desde ese momento sólo escribo para que ese milagro no se evapore como si hubiera sido un sueño.
-¿Qué tres poemas ajenos te hubiera gustado escribir?
-El Bhagavad Gita, La muerte de Virgilio de Herman Broch y El canto a mí mismo de Whitman. Ni más ni menos.
-¿Qué poema tuyo le recomendarías leer primero a quien nunca se haya acercado a un libro tuyo, que de todo hay?
-La serie de poemas breves titulada Mendigo.
-¿De qué huye ahora Jesús Aguado?
-De lo de siempre: de Jesús Aguado: mi perseguidor, mi enemigo, mi semejante, mi trampa, mi horizonte forzoso, mi vacío inatendido, el encargado de matarme, el que me impide convertirme en una gota de agua.
Buscar a Jesús Aguado mientras él huye de sí mismo es una forma de encontrarnos con nuestro otro yo. Ese otro que podríamos haber sido, más sabio y más leve. Disfrútenlo.