Rima interna por Martín López-Vega

Tres poemas de Rose McLarney

13 abril, 2015 09:46

It’s day Being Gone fue elegido el año pasado por Robert Wrigley como uno de los ganadores de The National Poetry Series para ser publicado por Penguin Books. También es uno de los libros más variados y con más capas de sentido publicados en los últimos meses en Estados Unidos. Su autora, Rose McLarney, aúna el detalle de la escena cotidiana y la trascendencia del tiempo acumulado. Dejo como muestra mi traducción de tres de los poemas del libro, que mezclan anécdota personal y reflexión sobre la historia.

 

 

 

Arcadia

Quise dejar atras

cuanto pudiera hacerme arder

para evadirme de la urgencia

del cambio, para acallarme a mí misma

 

en el campo. Vivo apartada

en la quietud y paso las tardes

en búsquedas silenciosas, estudiando

historia. Lo que he aprendido

 

es que la casa que elegí

por su descuidada madera crujiente

se construyó después de que una mujer

prendiera fuego a su primera casa,

 

desesperada por tener algo

nuevo. Es a la casa de su

deseo, a sus azaleas en llamas

alrededor, creciendo cada vez más cerca,

 

adonde he venido a simplificar

mis deseos. Vadeo el arroyo,

recojo del agua fragmentos

de porcelana con los bordes chamuscados.

 

Conservadores

Nosotros otorgamos a los artefactos galería, cristal, candados,

los manejamos con guantes de algodón blancos

para preservarlos del cambio. Aunque ya estén

corroídos, decoloridos, algo rotos,

pensamos que nuestro tiempo aún puede detenerse.

 

Es lo que mejor hacemos, formular un gran deseo,

apaciguar reliquias: los vientos que soportas

son de un tiempo anterior al nuestro. El daño

hecho es un daño del pasado.

 

Sólo en los museos profesamos ahora

tal devoción profunda, oteando las cabezas

de la multitud que se inclina ante el objeto de su reverencia.

 

El hombre histórico merece nuestros corazones;

su comportamiento ha sido determinado.

(Sabemos que en el período silvícola

había arte, ceremonias, cultivos).

No nos defraudará. ¿Y nosotros?

De la forma de una flecha deducimos

qué cazaba. De un hacha de cobre exótico,

con quién comerciaba. Si los conservadores

estudian algún día las esquirlas de nuestros tarros

encontrarán, más que roturas, caricias

modelando nuestros cuerpos en barro.

 

Homenaje

Una vez Jerónimo Matute montó su caballo

hasta el bar, pidió una bebida y se la tragó

sin apearse. Muchas tardes

 

su caballo entraba en casa mientras mi madre

servía la cena y él gritaba: ¡Mejor a tiempo que invitado!

Casi cada mañana, al amanecer

 

galopaba hacia el mar, enlucía con arena

el vello gris de su pecho, se arrancaba el parche de su ojo

blanco y ciego y gritaba con todas sus fuerzas. Hoy

 

ha muerto. Pero ¿no es cierto que en el continente

donde una vez le conocí tal color se oscurece

bajo una colocasia, sorbe caña de azúcar, golpea

 

fichas de dominó sobre un barril de aceite resonante?

El juego sigue, el ron en la habitación trasera,

esa vida—

 

la de los hurras de Matute o los monos aulladores

que me despertaban de mi sueño infantil. Es su

pérdida, su simpatía por el otro. Eso es lo que lloro,

 

al despertarme con sólo café negro, toda esta mañana silenciosa.

Image: Manuel Vicent: Si salimos de la crisis, volveremos a repetir la misma feria

Manuel Vicent: "Si salimos de la crisis, volveremos a repetir la misma feria"

Anterior

Concha Velasco gana el IX Premio Valle-Inclán de Teatro

Siguiente