Oficios de David Mayor
De entre los poetas nacidos en la primera mitad de los setenta, pocos consiguieron un reconocimiento general ya desde su primer libro como el que logró David Mayor (Zaragoza, 1972) tras la publicación de su entrega inicial, En otra parte, publicado por Pre-Textos en 2005. En ese libro, Mayor demostraba ser un excelente y profundo lector de la poesía ajena, algo tan esencial como peligroso; tantos poetas prometedores se han quedado en anotadores de glosas.
Tardó David Mayor en entregar un nuevo libro, y hasta 2013 no se publicaría, también en Pre-Textos, 31 poemas, título modesto para una colección de poemas de ambición minimalista que rebajaba un poco la ambición de su primera entrega. Los aciertos de ese libro alternaban con caídas raras en un poeta como él, que tiene en la inteligencia clara de las cosas una de sus mayores virtudes, especialmente en alguno de los poemas que proponía un juego lógico que no funcionaba.
Ahora, apenas dos años después (no es ni mucho ni poco, pero llama felizmente la atención después del largo lapso entre sus dos libros primeros) aparece Conciencia de clase en la colección La Gruta de las Palabras, dirigida por Fernando Sanmartín en las Prensas Universitarias de Zaragoza. Un libro que es, al humilde parecer de uno, el mejor de los publicados hasta ahora por David Mayor y también un muestrario amplio de sus capacidades, como si hubiera dejado libre su capacidad para alternar tonos y acercamientos, o hubiera recopilado poemas descartados de otras entregas no por calidad, sino por no encajar en un corsé determinado.
Hay, desde luego, poemas que recuerdan a lo que ha habíamos leído en 31 poemas en su dicción, como “Agradecimiento”. Pero Mayor nos advierte con una cita de Pasolini de la ambición de este libro: "Renuncio a ser poeta original, pues su precio es falta / de libertad: un sistema estilístico es demasiado exclusivo. / Adopto esquemas literarios trillados para ser más libre. / Naturalmente, por razones prácticas". La elección de Pasolini tampoco es azarosa: Mayor ha dedicado páginas lúcidas a la obra del poeta italiano. Y cumple con creces su programa. En Conciencia de clase alternan poemas meditativos e ingeniosos, memoria y deseo, poemas en verso y poemas en prosa. El poema que da título al libro recupera una vieja idea, la de los poetas (o escritores) que lo son sin haber escrito una sola línea, los poetas de la vida, por decirlo en román paladino. Una hermosa idea que ya encontramos, por ejemplo, en el discurso del Nobel de Wislawa Szymborska. Este es el poema de Mayor:
CONCIENCIA DE CLASE
Divido a los escritores entre los que no escriben
-mi padre, tornero fresador, era uno de ellos-
y los que no saben vivir sin escribir -aquí pongo
a mi maestro-: Quijotes ambos adentrándose por
caminos sin camino, inmortales en su luz artificial
y letra de imprenta, siempre destronados por la
mejor página que han leído, siempre jóvenes y bellos
pese al cruel tiempo de los días y la parca que nos
asombra, siempre en un mundo que se derrumba.
No prefieren la vida al honor ni por salvar la vida
pierden la razón de vivir que escribió Juvenal.
Me acompañan más por la actividad que por la
creación, más por la práctica que por la obra.
Con ellos sé de dónde vengo y adónde voy.
Con el resto, por mucho oficio que tengan en la vida y sus costumbres, no atacaría Troya, no la defendería. Cuando David Mayor pone todas sus armas y oficios redondea poemas que revelan lo que esconde lo cotidiano y en los que el ángel de la historia mira de reojo. Muchos de los mejores suyos están en este libro, ya uno de los esenciales de su generación.