Rima interna por Martín López-Vega

João Cabral de Melo Neto, sobre la poesía

21 diciembre, 2015 10:58

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João Cabral de Melo Neto[/caption]

Habitualmente se incluye a João Cabral de Melo Neto entre los nombres más destacados de la Generación del 45 brasileña, si bien él negaba pertenecer a ninguna generación y afirmaba que aquella fue un invento de su amigo Lêdo Ivo mientras él estaba en España (el propio Ivo negaba pertenecer a ninguna generación). Dada su conocida relación con España, Cabral es bien conocido de los lectores de poesía, y aún pueden encontrarse en las librerías libros suyos como La educación por la piedra (Visor).

Gracias a un acuerdo con la Académia Brasileira de Letras, la editorial Glaciar está publicando en Portugal algunos de los textos más notables de la literatura de aquellas latitudes. El último es la Poesia completa de Cabral, mil páginas al cuidado del poeta Antonio Carlos Secchin (editor también ejemplar, por ejemplo, de la poesía completa de Cecília Meireles). El volumen incluye, además de toda la poesía y un lúcido prólogo del propio Secchin, quien distingue entre los poetas que escriben textos fundamentales (como Drummond) y los que crean una nueva gramática, como Cabral, una larga entrevista, dos prosas fundamentales (“Poesía y composición” y “De la función moderna de la poesía”) y una sección, “Cabral por él mismo”, donde se recogen declaraciones a modo de aforismos de los que dejo aquí una muestra.

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Si uno piensa en los griegos: Pegaso, el caballo volador, es el símbolo de la poesía. Nosotros deberíamos usar antes, como símbolo de la poesía, la gallina o el pavo, que no vuelan. Para el poeta eso es lo difícil: no volar, ese es el esfuerzo que debería hacer.

El movimiento del escritor no es escribir para crear ambigüedades. Debe escribir contra la ambigüedad. No creo en el poeta ni me gusta la poesía que escribe de cosas que son poéticas de antemano.

Nuestra suerte es que, como artistas de tradición ibérica, podemos recurrir a esa mezcla entre lo erudito y lo popular que viene de las fuentes.

Acepto la innovación si es funcional, no como medio de ser diferente. El escritor debe procurar escribir para que el lector lo entienda.

Si la literatura es problemática es porque existe. El día en que esté burocratizada, con el poeta sentado en una mesa con la función de escribir versos, entonces sí que la literatura estará muerta.

No veo una frontera nítida entre el arte y la artesanía. Para mí, un poeta, un escritor, un novelista es un tan artista como un zapatero.

El escritor no debe hablar de política, debe limitarse a lo social.

El verso libre es un invento fabuloso. Cualquier intento de volver a las formas preestablecidas es una estupidez.

El verso nunca es libre. Eliot lo decía: ningún verso es libre si uno está haciendo las cosas bien hechas. Estoy en contra de las reglas estratificadas del verso medido. Uno tiene que crear su propia arte poética.

También existe la emoción intelectual.

Cualquier cosa escrita espontáneamente es un eco de algo leído, oído o percibido de cualquier otra manera.

Creo que ha llegado el momento de volver a la forma rígida. Pero no hablo de volver al parnasianismo, al sonetismo, o a cualquier otra forma rígida exterior. Tengo la impresión de que cada uno debería encontrar su forma rígida para su manera de ser y seguirla.

También es importante lo que digan los críticos estúpidos, porque abundan los lectores estúpidos.

Para mí, el gran arte es la pintura. Aunque los pintores sean malos teóricos. Miró por ejemplo casi no tiene teoría: cuando leyó mi libro sobre él no se enteró de nada.

Me produce muchos escrúpulos juzgar a quienes son más jóvenes que yo, porque me he dado cuenta de que cuando a uno le gusta algo hecho por alguien más joven, o alguien más joven, lo que le gusta es aquello en lo que se reconoce, y si trae una experiencia nueva ¿cómo va uno a identificarse con una experiencia que nunca tuvo?

Para escribir tengo una necesidad enorme de ver lo que estoy escribiendo, soy incapaz de componer una cosa en la cabeza y luego dictarla. El poema, para mí, es como si pintase un cuadro.

Soy profundamente perezoso. Tengo la impresión de que el escepticismo es la dedicación ideal para el perezoso. Porque si uno cree en algo, de alguna manera se siente obligado a hacer algo por ello. Pero si uno se desinteresa de las cosas, entonces no se siente comprometido con ninguna.

 

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