Rima interna por Martín López-Vega

Los mejores libros de poesía de 2015

28 diciembre, 2015 11:02

Sí, ya sé que suena un poco grandilocuente, pero tenía que llamar su atención de alguna manera… Conste que: (1) no creo en las listas y (2) me encantan las listas. Dicho esto, probablemente esta lista sería distinta si la hubiera hecho una semana antes o una semana después, pero tampoco creo que cambiase mucho. Estos son, en mi humilde opinión, los libros de poesía publicados en España en 2015 que un buen aficionado no debería perderse. De la mayoría he hablado ya en este blog, pero otros se habían ido quedando pendientes. Ah: téngase en cuenta que queda fuera de concurso la nueva traducción que de la poesía de Kavafis ha hecho Juan Manuel Macías para Pre-Textos, del mismo modo que algunos puertos del Tour de Francia son “fuera de categoría”...


1. Gemma Gorga, Mur (Meteora).

Gemma Gorga (Barcelona, 1968) es una rara avis en la poesía catalana contemporánea. Si sus libros anteriores daban sobradamente cuenta de la altura de su obra poética, con Mur ha cerrado un libro pleno de aciertos, de hondura poética e inteligencia política –en el sentido más amplio de la palabra; aquí hay poesía de un ahora intemporal, no de un ayer de tertulia- que no se acaba nunca. Alegórico sin abandonar el suelo, íntimo sin confesión, abierto sin exposición, Mur es uno de los libros más impactantes de la poesía catalana, española y europea de las últimas décadas.


2. Julieta Valero, Que concierne (Vaso Roto).

Son muchos los libros de poemas que han reflejado los estragos de la crisis económica, y algunos de ellos incluso se han atrevido a abrir en sus páginas una plaza a la plaza del 15M. La única forma de esquivar lo periodístico es ser consciente de los diferentes niveles a los que opera el lenguaje, y ningún poeta español actual sabe hacer eso como Julieta Valero. Que concierne es a la poesía en castellano lo que la música electrónica de vanguardia a la música: una investigación de cómo lenguajes diferentes interactúan para crear significados nuevos, más complejos, y más capaces de interpretar la experiencia cotidiana.


3. Berta García Faet, Edad de merecer (La Bella Varsovia).

Como uno ya se va haciendo mayor no debería cometer el error de hablar de los más jóvenes; uno no se va a reconocer en ellos y probablemente acabe por despreciar lo que no entiende. Sin embargo, es difícil no reconocer en Berta García Faet a uno de los nombres esenciales de la nueva hornada. Su anhelo de complejidad la lleva un paso más allá; atiende a las mismas preocupaciones que sus compañeros de generación pero su mirada tiene múltiples capas, curiosidad con interrogación, y cuestionamiento constante de la propia inteligencia. Ojalá la poesía española de mañana vaya por donde Berta García Faet va.


4. Daniel Faria, Explicación de los árboles y de otros animales (Sígueme). Traducción de Luis María Marina.

Daniel Faria (1971-1991) es uno más de tantos poetas portugueses distintos. Si existe la posibilidad de un poeta místico en el siglo XX, ese fue Faria. Un misticismo entre pucheros, como el que quería Santa Teresa. Un misticismo libre de vanos ornamentos y chamarilería religiosa, abierto a quienes buscan hondura y no indulgencias. Aquí hay sólo parte de su obra; si leen portugués háganse con su Poesia completa y dejen que les crezca dentro, como un árbol en el que poco a poco uno se va transformando, hacia lo alto.


5. Miriam Reyes, Haz lo que te digo (Bartleby).

Cuando uno se acerca a un libro de Miriam Reyes, uno nunca sabe lo que se va a encontrar, pero sí sabe cómo se lo va a encontrar: rehecho, subvertido, dado la vuelta para mostrar sus contradicciones.Miriam Reyes no se cree un solo tópico: todos han de pasar la prueba de la realidad.Eso ocurre de nuevo en Haz lo que te digo. Reyes subvierte las categorías de lo masculino y lo femenino, remezcla esas categorías para asumir una nueva identidad que contenga todas las anteriores, subrayando la posesión adquirida de aquellas que pertenecían a la que le estaba negada.


6. Hasier Larretxea, Niebla fronteriza (El Gaviero).

En Niebla fronteriza respira la familia, la memoria colectiva, la dureza de la vida de las generaciones anteriores (la abuela que no sabía besar)… Niebla fronteriza es un libro honesto, inteligente, lleno de hondura y habilidad en la disección de los asuntos más delicados. Un buen ejemplo de que no hace falta retorcer el lenguaje para hacerle decir lo que queremos; es una opción más.


7. Amelia Rosselli, La libélula (Sexto Piso). Traducción de Esperanza Ortega.

El argumento principal de la poesía de Rosselli es la imposibilidad de una comunicación plena, que se busca por todos los medios posibles, dándole todas las vueltas posibles intentando lograr lo que el lenguaje, por sí solo, es incapaz de dar: respuestas. Lo que sí logra Rosselli después de su titánica (y muy matérica) lucha con la lengua es plantear nuevas preguntas, lo que no es poco. La libélulaes un largo poema de maneras surrealistas y hondura hiperrealista. Lo que busca Rosselli es desentrañar la realidad; lo que queda en los versos, primero, son las vísceras de esa realidad descuartizada, y corresponde a nuestra lectura interpretarlas.


8. Kjell Espmark, El espacio interior (Golpe de Dados). Traducción de Francisco J. Uriz.

En algún momento las traducciones deberían incorporarse a la historia de nuestra poesía. Sin la influencia de las que Francisco J. Uriz ha hecho de los poetas nórdicos sería difícil entender buena parte de la obra de los poetas españoles nacidos después de los setenta. Del sueco Kjell Espmark había traducido ya la antología Voces sin tumba, entre otras obras, muestra de un poeta con una capacidad de atención al detalle fuera de lo común. El espacio interior es una especie de biografía en verso, que incluye capítulos como la visita a la casa veraniega de otro gran poeta sueco, Tomas Tranströmer.


9. Marcin Kurek, El Sur (Bartleby). Traducción de Amelia Serraller.

El sur representa una tercera vía de la poesía europea contemporánea, entre la más radical heredera de Ashbery y Salamun y la más tradicional, si se quiere, en la línea de un Zagajewski. Poema largo dividido en siete cantos,la noticia de las muertes de Milosz y Herbert sobrevuela un texto que sin embargo no trata del asesinato de los padres, sino del sentimiento de horfandad que deja su marcha.


10. Jorge Riechmann, Himnos craquelados (Calambur).

Hay más de un libro en este último libro de Jorge Riechmann. Si bien del lado de lo político no es una de sus mejores obras (demasiadas obviedades planteadas sin correlato alguno, como pintadas en un muro; que tendrán sin duda sus seguidores, pero que no dan el salto del panfleto al poema) incluye algunos poemas memorables que, sin dejar de ser políticos en el sentido más inmediato del término, trascienden y consiguen ser un reflejo vivo de la experiencia humana. Poemas como “Estación de tren de Morata de Jalón” o sobre todo el impresionante “Estatua de madera de una mujer moliendo cereales” dan la medida de lo que Riechmann es capaz de hacer cuando distingue entre el altavoz y la pluma.

Un Craig Thompson galáctico y familiar

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