Hoy se ha publicado en el Boletín Oficial del Estado la orden firmada por el Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo,
por la que se suprime el Centro Cultural de España en São Paulo. Justifica la medida por estar la AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo), de la que depende la
red de centros culturales de España, en “un proceso de concentración geográfica, sectorial y multilateral enmarcado en la agenda de mejora de la eficacia y calidad de la ayuda” y por “ el contexto de ajuste presupuestario, que obliga a reorganizar el despliegue exterior de la AECID, especialmente en relación con sus Oficinas Técnicas de Cooperación, aunque también con otras Unidades de Cooperación en el Exterior, es decir, con
sus Centros Culturales y Centros de Formación”.
[caption id="attachment_873" width="500"]
Centro Cultural de España[/caption]
La orden resta importancia al cierre con el argumento de que “el desarrollo de relaciones culturales y científicas y el mantenimiento de los lazos culturales con São Paulo quedan salvaguardados gracias a la
existencia de una sede del Instituto Cervantes en esta localidad”. Hace una semana, Víctor García de la Concha, director del Cervantes,
decía que probablemente tendrían que deshacerse de una de las tres plantas que ocupa la sede del Instituto en un edificio en la Avenida Paulista. Nadie duda de que el Instituto Cervantes realiza una muy importante tarea en el mundo: la enseñanza del español. Pero hoy
no puede asumir -por carencia de medios, de personal especializado, de espacios adecuados- la carga de la promoción internacional de la cultura española. Frente a las sedes del Cervantes, con programaciones por lo general intermitentes, pobres e incluso contraproducentes, los centros culturales de España se han convertido -unos más que otros- en referentes en las ciudades en las que se han implantado. El de
São Paulo, abierto hace sólo seis años -en el último con un recorte presupuestario del 70%-, había conseguido verdaderamente crear redes de colaboración en esa ardua tarea de inserción internacional de las artes españolas. São Paulo no es una plaza cualquiera: es uno de los motores culturales de América del Sur, del mundo. El propio Partido Popular apostaba, antes de tirar -casi inmediatamente- la toalla, por la alianza de España con las culturas que tendrán la mayor dominancia internacional: México, Brasil, India... ¿Renunciaremos a ello?
Meses atrás quedó claro que el diseño inicial del Gobierno para la acción cultural exterior, con el Cervantes a la cabeza, no iba a desarrollarse (lo comentamos
aquí). Ahora, mientras
se confirman los rumores sobre un ERE extensivo en la sociedad estatal AC/E (Acción Cultural Española), la AECID empieza a recortar su red de centros culturales. De momento sólo se cierra éste, pero se especula con que
cuando en junio venzan los contratos de los directores de diversos centros culturales de España no se convocarán las plazas, que serán cubiertas por los consejeros culturales de las embajadas.
En unas jornadas celebradas en Madrid los días 22 y 23 de octubre, el director de la AECID, Juan López-Dóriga, peresentó el Borrador 2.0 del IV Plan Director de la Cooperación Española 2013-2016. En él, se marcaban como directrices principales: “reducir las desigualdades y la vulnerabilidad a la pobreza extrema y a las crisis, consolidar los procesos democráticos y el Estado de derecho, promover oportunidades económicas para los más pobres, fomentar sistemas de cohesión social (...), promover los derechos de las mujeres y la igualdad de género”. En sus 76 páginas, se dedica un sólo párrafo a la cultura, muy genérico, en el que se habla de respeto a la diversidad cultural y la libertad de expresión y creación, de fomento de las redes de intercambio y cooperación, y de la participación efectiva en la vida cultural. Así, sin detallar mucho más. Al Ministerio de Asuntos Exteriores le interesa, como es lógico, más la cooperación que la cultura. Consecuencias del desorden y la incoherencia entre los organismos estatales con competencias en la acción cultural internacional. Si el ex-Ministerio de Cultura tuviera el mando en este terreno, como tantas veces se ha reclamado, al menos tendría claras sus prioridades.