Y tú que lo veas

Petit Tour al Gianicolo. Segunda etapa

27 marzo, 2013 01:00
Los becarios no constituyen ni mucho menos el mayor gasto para la Academia: sus dotaciones suman este año 192.000 euros. Cada uno de ellos -19 en esta temporada- recibe 1.200 euros mensuales, además de 500 euros iniciales para el viaje; se cubre el alojamiento pero no las comidas. En la Academia de Francia, los becarios reciben 3.500 euros al mes. A pesar de que César Espada considere que sería preferible conceder becas más cortas para desarrollar proyectos más concretos y así poder añadir unas cantidades para producirlos, los becarios creen que es una cantidad suficiente para vivir y trabajar, y no reducirían la estancia. Téngase, por otra parte, en cuenta que el presupuesto para el personal propio de la Academia debe superar al de las becas. No he conseguido que me den la cifra; la última publicada es de 2003, cuando se hizo una fiscalización a causa de los enormes gastos sin justificar en la época de Elorza: eran 320.880 euros en sueldos. El grueso debe ir para el salario del director, que es uno de los más altos en la Administración: me dicen que son 15.000 euros al mes, pero no sé si creerlo. Estaré encantada de corregir la cantidad si me comunican el dato. [caption id="attachment_774" width="500"] Uno de los estudios de pintura en la Academia[/caption] ¿Qué hay que hacer para optar a la beca? Cada año se publica una convocatoria -la de éste, por cierto, se retrasa- a la que se presentan creadores e investigadores en diversos campos: alrededor de 700 en la última. El Patronato nombra unas comisiones para cada una de las especialidades; mientras que antes estaban compuestas de dos o más miembros ahora es sólo uno. Y existe un curioso sistema de remuneración: 4 euros por dossier visto. En 2012 los encargados fueron, para artes plásticas, José Guirao, Rosa Olivares, Teresa Velázquez y Fernando Castro Flórez. Tras una primera selección hay una entrevista ante un tribunal con miembros del Patronato y después se comunica la resolución. Cuando los becarios artistas dejan la Academia deben entregar una obra. Han pasado cientos de artistas por allí, por lo que la colección debe ser grande. Parte de ellas se instala en la Academia, en espacios comunes y públicos, pero lo mismo se topa uno con un cuadro que con un cartel, y la selección deja que desear: un becario habla de un “pasillo de los horrores”. El resto se almacena allí. He preguntado a César Espada sobre esa colección y sí hay un plan para “ponerla en valor”. La idea es que esas obras, debidamente catalogadas, se sumen al fondo artístico del que el Ministerio de Asuntos Exteriores echa mano cuando debe decorar embajadas y dependencias tanto en España como en el extranjero. No es un destino muy glorioso pero mejor estarán expuestas que criando moho. [caption id="attachment_773" width="500"] Paula Anta. Retratos de los becarios en la temporada 2011-2012[/caption]  

He consultado a siete becarios que han pasado por la Academia en los dos últimos años: Paula Anta, Tamara Arroyo, Fernando Buide, José Luis Corazón Ardura, Ruth Morán y Miguel Ángel Torneron y Jorge Yeregui. Como algunos de ellos han solicitado que sus opiniones se citen de forma anónima no identificaré las palabras de ninguno de ellos. Una cosa comparten: definen la estancia en la Academia como una experiencia tremendamente positiva, que deja huella. Roma, evidentemente, no es una de las grandes capitales de la creación contemporánea. Mantenemos allí la Academia, al igual que otros países, como un vestigio del pasado. ¿Qué aporta la ciudad a los becarios? En general, les fascina el poso histórico, que pueden conocer despaciosamente. Roma afecta y motiva. La propia Academia es descrita como un lugar privilegiado, aunque acusan las mencionadas malas condiciones de las instalaciones. La luz se va a menudo, especialmente en el taller de música, donde no se puede estar del frío que hace. La gripe campa a su antojo. Al menos en estos dos últimos años las relaciones entre los becarios han sido muy buenas, a pesar de que uno se refiera a “esta especie de Gran Hermano en la jaula de oro” y otro piense que “tiene el peligro de convertirse en una suerte de encerramiento, para divisar la ciudad desde arriba”. Es en el seno de la Academia donde se establecen las relaciones profesionales más intensas. A la fuerza obligan: las visitas de parejas y familias están muy restringidas. Alguien explica que, a pesar de que existe un circuito de Academias nacionales, en el que se integra un buen número de artistas e investigadores, los contactos son superficiales y se concentran en las fiestas.

El director de la Academia afirma que las actividades de la Academia tienen eco en el medio artístico romano pero no todos los becarios piensan lo mismo. Un ejemplo: dice Bordallo que la asistencia a los eventos podría cuantificarse en más de 6.000 visitas anuales -que no es tanto-; pero me cuentan cómo varios becarios se esforzaron mucho el año pasado para organizar unos open studios a los que invitaron a comisarios, galeristas, coleccionistas, instituciones... y acudieron veinte personas. Es prueba, me temo, de que no tiene gran poder de convocatoria, al contrario de la Academia alemana, muy frecuentada. Los eventos musicales y literarios suelen tener mayor repercusión en la ciudad; las exposiciones y conferencias están a veces bastante vacías, siendo la distancia del centro y el control de acceso -por la vecindad de la embajada- factores disuasorios; pero falla fundamentalmente la difusión. Algunas actividades se improvisan sobre la marcha, aprovechando la estancia de algún escritor o artista en la Academia, involucrando en ocasiones a becarios. La línea expositiva, por otra parte, es calificada por alguien como “muy extraña”; cuando se organiza algo más atractivo, como una muestra comisariada por José Luis Corazón Ardura con obras de los becarios, la asistencia se eleva, pero no gran cosa: unas 300 personas. Si no fuera porque los visitantes suben para ver el templete de Bramante... El establecimiento de contactos con creadores e investigadores italianos o de otros países depende de cada cual. Subordinadas a esa actitud personal sí surgen oportunidades profesionales, aunque parece que más para otras disciplinas que para las artes plásticas. Mientras alguien piensa que “ser residente en la Academia despierta poco interés entre comisarios y galeristas” otros creen que hay allí atención a lo que se hace en España y que “ser borsista te abre puertas en ciertos sitios -especialmente en medios universitarios- porque Roma tiene una larga tradición de becarios extranjeros y es una buena carta de presentación”. [caption id="attachment_775" width="500"] Instalación de Avelino Sala, que provocó una gran polémica[/caption] Los becarios no reciben un apoyo eficaz, en este sentido, por parte del personal de la academia. La responsable de becarios, Mª Luisa Contenta, que lleva más de treinta años allí, soluciona con buena disposición los problemas del día a día, sobre todo logísticos, y en muchas ocasiones supone una gran ayuda, pero las necesidades van más allá. “Apenas existe conexión con la trama artística/cultural romana”. Hay una persona, Arturo Escudero, que se ocupa de los eventos culturales que, ya lo han visto, deben ser low cost... aunque él tiene un muy, muy buen sueldo. El gran problema, apuntan dos de ellos, es que el funcionamiento es arcaico. Hay mucha burocracia para hacer cualquier cosa, cualquier movimiento hay que consultarlo y eso retarda las posibles iniciativas, si es que son aprobadas. “Uno de los problemas graves es la cantidad de tiempo y energía que se pierde en circuitos burocráticos entre director, secretario, secretaria, administradores, colaboradores, bedeles, técnicos, vigilantes y becarios”. La propia organización de esta exposición en la Calcografía fue una lucha. Fueron los alumnos los que se empeñaron en que debía retomarse la tradición de exponer en Madrid los trabajos realizados en Roma y quienes propusieron a Rosa Olivares como comisaria para las dos muestras, en Roma y aquí. Y les costó convencer al director (anterior). La comisaria, con unos honorarios muy modestos, tuvo que bregar en la AECID para sacar el proyecto adelante, con el único apoyo de la Real Academia de San Fernando y, especialmente, de Juan Bordes, antiguo becario. No ha habido ni catálogo ni rueda de prensa. Finalmente, dado que se ha colocado a la Academia en el contexto de la acción exterior, hemos de preguntarnos qué imagen de la cultura española transmite. José Antonio Bordallo retoma su discurso institucional: “Todos aquellos que en España tenga algo importante que decir en el mundo de la cultura en sus numerosísimas facetas, de manera individual o colectiva, y que quieran hacer oír su voz en Italia, tienen que saber que está a su disposición la Academia de España en Roma, con el único límite del buen gusto y la excelencia, especialmente a aquellas almas generosas que quieran contribuir con su arte al engrandecimiento de la Academia”. Entre los becarios existe la opinión de que la Academia es conocida y goza de cierto respeto pero “es tirando a un modelo escurialense, como el Ministerio de Asuntos Exteriores”; “unas formas que no son las de nuestro tiempo”. O, por el contrario, “en el caso de la música, el prestigio de muchos de los becarios en las últimas décadas (un buen número de premios nacionales pasaron por allí) contribuye a darle una sólida proyección”. Roma está llena de instituciones españolas: la embajada, el Instituto Cervantes, la Escuela Española de Historia y Arqueología, la Librería Española, el Instituto Español... “Si realmente se coordinaran todas estas Instituciones, con todos los contactos y actividades, se podrían apoyar en la autopromoción de los propios centros y de la cultura española en Roma”. Esa es, en general, una de las asignaturas pendientes de nuestra acción cultural.
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