Cine

Bryan Singer

“Me identifico plenamente con Superman”

6 julio, 2006 02:00

Bryan Singer

Casi treinta años después de que Christopher Reeve convirtiera en icono del cine al máximo exponente de los superhéroes, el realizador Bryan Singer resucita a Superman para la gran pantalla en Superman Returns. Con Brandon Routh en su piel, el director de Sospechosos habituales y X-Men explica a El Cultural cómo ha tratado de mantener el equilibrio entre el legado del personaje y los nuevos tiempos.

Escondido detrás de esa cara de monaguillo revoltoso, se pasa todo el día jugando a hacer películas y perdido en el mundo de los cómics. Es como un niño. Nada fuera de lo normal, si no fuera que Bryan Singer ya ha superado la cuarentena. Una edad en la que la mayoría de sus congéneres lucha contra la calvicie y la rutina. Es fácil sospechar, entonces, que en algún momento de su vida se cruzara con el mismo diablo para pactar un intercambio eterno. De esos que garantizan, por un precio nada módico, la juventud imperecedera y el éxito.

No hay más que ver filmografía de seis películas. Si bien su segundo largo, el sorprendente Sospechosos habituales (1995) le sirvió para ganarse el respeto, no fue hasta que tomó las riendas de la saga de X-Men -en 1999-, que su apellido adquirió una importancia que en Hollywood se traduce en poder, sobre todo en lo que se refiere a las adaptaciones de cómic. Su especialidad.

Ahora acaba de escribir una página más de su corta vida como director. Lo ha hecho reviviendo a otro rey. El de los superhéroes. Es decir, a Superman, el hombre de acero. La película, que se estrena en España el miércoles, pretende recuperar el testigo dejado por Christopher Reeve en Superman II -la segunda de las cuatro adaptaciones cinematográficas que protagonizó el malogrado actor-. La trama se centra en el retorno de Superman, cinco años después de desaparecer en busca de sus orígenes, en un viaje por el universo. Habrá que ver como reacciona la gente ante este kriptonita septuagenario -nació en 1932- que parece no sufrir las consecuencias del paso del tiempo... Casi igual que el propio Singer.

-¿Cree que hacer una nueva historia de Superman tendrá el mismo impacto que hace treinta años?
-El secreto está en contar una buena historia que involucre emocionalmente al espectador, a la vez que se le da un espectáculo visual. Si eso se cumple, funcionará. En cuanto al deseo de la gente a ver de nuevo a Superman, creo que se reduce a su capacidad para volar, su fortaleza, el carisma y el hecho que supone una bocanada de aire fresco, sobre todo ahora que estamos pasando, tanto aquí como en el resto del mundo, por unos tiempos complicados.

-¿A qué se refiere?
-Durante la Segunda Guerra Mundial, la figura de Superman floreció en parte por el conflicto armado. Fue utilizado como propaganda militar y como inspiración para las tropas, pero nunca luchó (en su mundo de ficción, lógicamente) contra los nazis ni eliminó a Adolf Hitler. Esa tarea cayó en manos de los verdaderos héroes de carne y hueso, los soldados. Esa participación en conflictos reales fue algo que comentamos a la hora de crear el guión. Incluso pensamos en mandarle a Iraq. Pero al final decidimos mantener a sus enemigos en el reino de la fantasía a pesar de que tal como le dice Jor-El (padre de Superman, interpretado por Marlon Brando en la original) en una de las películas anteriores: "aprenderás a ser un líder predicando con el ejemplo". Lo mejor era recuperar a uno de sus peores antagonistas. Alguien que ya es conocido y cuya presentación es menos necesaria como es el caso de Lex Luthor.

-La comunidad gay parece haber adoptado Superman como uno de sus iconos, lo mismo que algunos católicos quieren ver en él una metáfora de Jesucristo. ¿Que lectura hace de tanta diversidad de opiniones?
-Cada uno ve en él lo que mejor representa ya que se trata del máximo exponente del superhéroe. Permite proyectar cualquier causa o concepto. Tanta variedad es sana. De todos modos, sería estúpido no admitir la clara alegoría judeo-cristiana de los orígenes de Superman. La primera película de Superman se inspira en la de Moisés. La familia que manda a su hijo a un país lejano para que sea educado y cumpla con su destino. Es lógico, ya que vivimos en una sociedad judeo-cristiana y eso se nota. Pero no olvidemos que al fin y al cabo Superman es un hombre que se pasea en leotardos (risas). La diversidad de opiniones responde a la riqueza de los mundos de ficción.

Al servicio del legado
-Si es cierto que hay aspectos más trascendentales en Superman, ¿hay algún tipo de precaución a la hora de construir la historia para no caer en una película proselitista?
-A mí me gusta mantener un equilibrio que esté al servicio de la historia y del legado del personaje. Para ello, he mirado con cariño la mitología original de Superman, si se puede llamar mitología, ya que ha cambiado con los años. Por ejemplo, su primera aparición en la radio le otorgó la capacidad para volar, algo que antes no podía hacer en el cómic original, donde saltaba de edificio en edificio. Luthor fue rebautizado como Lex Luthor y empezó siendo científico para acabar como un experto financiero. Lo que hago es ver todos estos detalles y escoger lo más relevante, aquello que más me interesa y lo que más me afecta.

-¿Y qué es lo que vio en Superman que le dejó prendado?
-A mí me adoptaron. Soy hijo único y tengo los ojos azules, es normal que sienta una debilidad especial por él.

-¿Cómo se identifica con Superman entonces?
-Me identifico plenamente. Sobre todo por la idea de que puedes ser educado y aceptado por una pareja magnífica que no son tus padres biológicos sabiendo que existe en alguna parte una herencia o un linaje al que no puedes acceder. Y del que no sabes nada. Te obliga a preguntarte muchas cosas. Desde tu apariencia, distinta, por supuesto, a la de tus padres adoptivos, hasta las comparaciones con ellos. Veo cosas suyas en mí, pero hay una parte que desconozco y que es un misterio.

-Al final, aparece una dedicatoria a Christopher Reeve. ¿Puede comentar un poco lo que significa ese nombre para usted?
-No le conocía personalmente, pero le vi en persona una vez. Fue cuando me encontraba en Cannes promocionando Sospechosos habituales en 1995. Estaba comiendo en el Hotel du Cap y Reeve estaba en la mesa de al lado. No le dije nada. Luego, más tarde le vi jugando al tenis en las instalaciones del mismo hotel. Me quedé observándole durante media hora. Una semana más tarde, cuando llegué a casa, me enteré que había tenido el accidente. No me lo podía creer. Tenía la imagen de él jugando al tenis todavía muy fresca. Fue duro y difícil imaginar que no volvería a caminar. Esa sensación de impotencia me ha perseguido desde entonces. Más recientemente, mi madre se hizo amiga de su madre Barbara Johnson. Se conocieron a través de internet protestando por causas comunes en favor del medio ambiente. Lo irónico es que su relación no ha tenido nada que ver conmigo. Sólo hay que ver a Brandon (Routh) en la película. Su similitud con Christopher Reeve no es algo gratuito. Sería un error no ver que es una prueba de la inspiración que tuvo Reeve en la saga y de su impacto.

Ejercicio de nostalgia
-¿Piensa que existe el peligro de convertir este Superman en una pieza demasiado nostálgica?
-Por supuesto. Lo gracioso es que las nuevas generaciones ni siquiera han visto la original. Sin embargo, mi obsesión ha sido mantener un equilibrio. Incluir ciertos elementos para que los que crecieron con la primera versión cinematográfica (aún recordándola al dedillo), pudieran recuperar las emociones que sintieron. Volver a una sensación familiar de cuando tenían ocho o diez años.

-¿Puede explicar el proceso de selección de Brandon Routh y qué hizo para "convertirlo" en la versión ideal del nuevo Superman?
-Sabía que el disfraz no podía ser como una armadura porque se supone que Superman es el hombre de acero y las balas rebotan de su cuerpo, no de su disfraz. Así que había que hacerlo de forma tradicional, manteniendo la simbología tradicional, pero añadiendo una pizca de modernidad. Dejando ver sus músculos. Como consecuencia, Brandon tuvo que mantener una dieta constante. Era imperativo que quien llevara el traje lo hiciera con autoridad. El traje no hace al hombre, sino al revés.