Image: Cortometrajes a medida

Image: Cortometrajes a medida

Cine

Cortometrajes a medida

Boom del corto español. Mientras llueven los premios internacionales, una nueva generación sufre la falta de reconocimiento en España. Ocho directores debaten sobre el presente y el futuro del formato más pujante

13 diciembre, 2007 01:00

De dcha. a izq: Carlota Coronado, Xavi Sala, Aitor Merino, Alberto González, Eduardo Chapero, Arturo Ruiz, Fernando Franco y Esteban Crespo

Zanjada la polémica por la retirada de la gala de la entrega del Goya al Mejor Cortometraje, solucionada con la rectificación de la Academia, El Cultural reúne a algunos de los mejores cortometrajistas de España. Son ocho de los cineastas más activos en este formato: Carlota Coronado, Arturo Ruiz, Fernando Franco, Xavi Sala, Aitor Merino, Alberto González, Esteban Crespo y Eduardo Chapero Jackson, quien acaba de recibir en Berlín el Premio de la Academia Europea al Mejor Corto del Año. Son siete hombres y una mujer, todos multipremiados en diversos festivales tanto nacionales como internacionales, que vienen apostando fuerte con piezas cuyo valor va más allá de ser una "tarjeta de visita" para hacer una película de larga duración, tal y como reivindican. Se sienten bastante apoyados por las instituciones pero descuidados por el público, confían en que internet logre expandir su difusión y reclaman que se valore su aportación al cine español. Así piensa una nueva generación de cineastas.

Relegados a un segundo plano la mayor parte de las veces por la prensa, el público e incluso la propia industria, la agria polémica de los cortometrajistas con la Academia de Cine ha sido un toque de atención para muchos sobre la riqueza de su trabajo. Mientras algunos se empeñaban en marginarlos de la gala, trasladándolos a la gala de nominados, celebrada una semana antes y a la que hasta el año pasado los propios directores no eran invitados, en los últimos años se han multiplicado las señales en el sentido de que el mundo del corto es, precisamente, uno de los más pujantes y creativos de todo el panorama audiovisual español. Para celebrarlo y conocer mejor la realidad del corto en nuestro país, El Cultural reunió en pleno centro de Madrid, a una nutrida representación de los mejores directores en este formato.

Son ocho cineastas que se sumaron de forma entusiasta a la cita con la voluntad de no seguir polemizando con la Academia. Están contentos por la atención que han recibido merced a ello pero se muestran molestos porque a la prensa, opinan, le ha preocupado más el conflicto que su trabajo. Además, "no queremos dar la sensación de que somos unos protestones. Al final han dado marcha atrás y no se trata de seguir hurgando en la herida", como adujo Eduardo Chapero Jackson (Madrid, 1971), estrella del momento.

Y eso que Chapero tendría motivos para sentirse molesto con la institución, su corto Alumbramiento no ha sido nominado este año a pesar de haberse llevado el máximo premio en el último Festival de Venecia. Un "descuido" que se hizo más sangrante cuando, hace menos de dos semanas, la Academia Europea le concedió el Premio al Mejor Corto. Allí, según explica Chapero, se quedó sorprendido al "comprobar el grado de respeto que mostraron hacia nuestro trabajo. En España solemos ser los segundones de toda entrega de premios o Festival no exclusivo de este soporte. En cambio, en Berlín, uno se sentía respaldado y valorado". Nacho Vigalondo y Borja Cobeaga, el primero a punto de estrenar su primera película, Cronocrímenes, y el segundo en plena preparación de su debut en largo, contaban algo parecido a su regreso de la gala de los Oscar. Arturo Ruiz (Madrid, 1972), nominado este año a los Goya por Paseo, abunda en la misma idea: "Hace poco participé a concurso en uno de los grandes certámenes de España y al principio ni me invitaban al viaje y al hotel para presentarlo. A última hora me llamaron y cuando llegué no me hicieron ni caso. No tiene sentido que muchos festivales incluyan sección de cortos para luego ningunearnos".

Calidad sin reconocimiento. Son la cara y la cruz del corto español. Por una parte, su éxito internacional y su calidad; por la otra, su escaso reconocimiento en España. Y eso que las cosas han ido cambiando a lo largo de los años hasta llegar al relativo auge actual. Cambios que se han dejado notar en todas las áreas. Por ejemplo, desde hace algún tiempo "comienzan a surgir productores que apuestan por los cortos. Se está creando una miniindustria y se empieza a dejar de ver como un negocio ruinoso", según explica Xavi Sala (Alicante, 1971), nominado al Goya el año pasado por su pieza Hiyab. Y si los productores se han sumado a la fiesta es porque los caminos del corto se han ido multiplicando. Por una parte, dice Chapero Jackson, "el tipo de mundo en el que vivimos, en el que se prima la rapidez y lo escueto, lo favorece". Por la otra, como apunta Aitor Merino (San Sebastián, 1972), nominado al Goya de este año por El pan nuestro, "la democratización de la producción mediante el vídeo ha abaratado los costes y ha permitido una explosión de talento".

Además, Carlota Coronado (Madrid, 1978) señala que "van muy bien para determinados contextos. A mí me han llamado de centros cívicos o institutos porque mi pieza puede provocar el debate y no es necesario encerrar a la gente noventa minutos". No en vano, su filme Libra, galardonado en el Festival de Alcalá de Henares, está dedicado a las "mujeres trabajadoras" y es un retrato amargo y jocoso de sus vicisitudes.

No sólo eso, "la multiplicación de canales de distribución, principalmente Internet, el mayor interés de las televisiones aunque sea una asignatura pendiente, y la próxima aparición de terminales móviles que reproducen vídeo han sido factores clave", tercia Ruiz. Además, todos agradecen las numerosas ayudas a la producción dispensadas por ayuntamientos, comunidades autónomas o el Ministerio, aunque también se plantean dudas en cuanto a que "se suelen presentar los proyectos menos arriesgados para complacer a los tribunales",según Merino.

Proliferación de festivales. Y, finalmente, el factor quizá más decisivo para el boom ha sido la proliferación de festivales de cortos. "Está visto que hay un interés por parte de la gente en ver estas piezas si tenemos en cuenta que cada pueblo y ciudad de España tiene su propio Festival", apunta Chapero. Para muchos, los festivales han sido también, o sobre todo, el lugar idóneo para conocer a personas con inquietudes afines. "Yo provengo del mundo de la arquitectura -explica Esteban Crespo (Madrid, 1971)- Y he estudiado pintura y escultura. Creo que tengo una buena formación artística pero siempre he echado de menos poder compartir ideas con personas con las mismas inquietudes por dedicarse al cine. Ese vacío lo he suplido en los festivales". Ruiz incluso habla de una "generación ron con coca-cola" a la hora de referirse a la importancia que han cobrado esas tertulias en certámenes: "Al final, lo que pasa es que nos conocemos todos y yo creo que eso es bueno". Coronado explica que en ese contexto "he impulsado proyectos y he hecho contactos que me han sido utilísimos". Eso sí, tal y como denuncia Franco (Sevilla, 1976), "muchas veces estos certámenes están al albur del politiqueo. Recientemente se acaba de cerrar uno de los mejores, el Eff de Vitoria, por un cambio de equipo municipal".

Elementos generacionales. Los Festivales también son fuente de situaciones curiosas. Por ejemplo, muchos se han dado cuenta de que su base de fans la engrosan personas de la tercera edad. "Lo que pasa es que los viejos muchas veces son los únicos que tienen tiempo de ir a estas cosas y es muy divertido porque siempre te vienen señoras mayores a decirte lo mucho que les ha gustado tu trabajo", comenta divertido Ruiz.

Como quizá no podía ser de otra manera, cunde la endogamia. En este sentido, González explica que "son sitios a los que no puedes llevar a gente que no esté en el mundillo. Se habla de cine de una forma obsesiva, hay que tener un amor casi ilimitado por este arte". Y eso que González, autoproclamado irónicamente como "el Walt Disney español" y el único de los ocho que se dedica a la animación, lo tiene más crudo que sus compañeros ya que esta técnica sufre un cierto menosprecio: "Parece que comienza a estar de moda lo que podría ser bueno pero está ahondando en una tendencia absurda y es que en los festivales se creen categorías sólo de animación como si fuera un género. Lo lógico sería que continuáramos como hasta ahora, con animación y ficción convencional mezclados".

A la hora de designar sus influencias, todos apuntan hacia el eclecticismo. Merino señala que "tiene que haber una serie de elementos comunes desde el momento en que todos hemos visto los mismos canales de televisión". Para Sala, "seguro que hay puntos de conexión, pero quizás eso le resulta más fácil decirlo a quienes no están en esto que a nosotros". Chapero apunta a ese eclecticismo como un elemento generacional en sí mismo. Visto el trabajo de los convocados, sí pueden apuntarse una serie de coincidencias. Por ejemplo, se produce de forma curiosa una afición compartida a la hora de introducir una "sorpresa final" que cambie el sentido en el último momento. De esta manera, Libra, de Coronado, juega con el medio plano y el plano general para que el espectador se replantee lo visto casi una vez terminado el corto. O Crespo, en Fin, anuncia desde el principio una conclusión que después la trama truncara en un punto esencial. Lo mismo sucede con Hiyab, de Sala, donde un significativo último plano destroza la tesis que parecía defenderse.

Más importante como elemento común es la atención a los problemas sociales, resueltos normalmente mediante la ironía o el humor cómplice. De esta manera, el primer corto de Eduardo Chapero, Contracuerpo, esconde detrás de su tono poético una acerada reflexión sobre los modelos estándar de belleza impuestos por decreto. En La parabólica, también de Sala, se contrapone el mundo rural a la locura exterminadora que vemos todos los días en televisión. Incluso el muy abstracto e intimista Amar, de Esteban Crespo, propone una indagación sobre el intercambio de roles masculino-femenino que está significando nuestro tiempo. Algo parecido a lo que sucede en Mensajes de voz, de Fernando Franco, en el que la desintegración de una pareja se solapa a la frialdad de los sistemas de comunicación modernos. En esta línea, Aitor Merino viajó hasta Perú para realizar una interesante pieza sobre el choque entre el mundo desarrollado y el tercero: El pan nuestro. Se aprecian innovaciones formales, sobre todo en el caso de Chapero, Franco, Sala, Crespo o González, y al mismo tiempo, la misma atención a los problemas cotidianos tan habitual en el cine español, con personajes de clase media, media baja y algún tipo de mensaje final.

Envidiando a Francia. Al reunirse, los propios cortometrajistas se sorprenden por dos cosas. En primer lugar, por su "avanzada" edad, todos se sitúan claramente por encima de la barrera de los 30. Y en segundo, por sus muy distintas procedencias académicas y ocupaciones laborales, en la que destaca un hecho como mínimo chocante: sólo Chapero (quien estudió en Nueva York) ha pasado por la escuela de cine, los demás sólo han hecho cursos puntuales. De esta manera, Aitor Merino es un conocido actor sin estudios que ha participado en películas como Te doy mis ojos o El calentito. Arturo Ruiz se licenció en derecho y actualmente trabaja como guionista free-lance, el mismo oficio de Xavi Sala. Coronado terminó la carrera de Comunicación Audiovisual y ahora da clases en la Universidad, y Fernando Franco es el montador de filmes como Nordeste. En cualquier caso, esa falta de preparación académica específica no parece alarmarles. Crespo recuerda las palabras de Orson Welles por las que éste aseguraba que "quería fundar una escuela de cine con una carrera de tres años de los cuales sólo una semana se dedicaría a la técnica cinematográfica, que es lo más sencillo. El resto del tiempo, Welles lo quería dedicar a la literatura, el arte, la filosofía... Es difícil estar preparado para dirigir una película pero no por los conocimientos del propio medio, sino porque requiere un bagaje vital e intelectual que lleva tiempo adquirir".

Dirigir un largo podría parecer el sueño de estos cineastas. Pero todos reivindican el valor intrínseco del corto y citan a Daniel Sánchez Arévalo, quien, tras triunfar con Azuloscurocasinegro, ha vuelto al formato. Fernando incluso dice que no tiene "ninguna necesidad de dirigir largos". A lo que Crespo objeta que él sí ,"porque yo hasta ahora he pagado por dirigir y para cobrar la única manera es dar ese salto". González opina que "si haces cortos, nadie se entera de quién eres". Y Chapero reivindica el medio no sólo como "escuela de directores, también de ayudantes de dirección, productores, actores y eléctricos".

Como es frecuente en el cine español, el referente es Francia. Un país en el que, dicen, uno puede vivir de hacer cortos. Con el Festival de Clermont Ferrand como referente, están de acuerdo en que si en España existiera el mismo interés, se sacarían de encima el ansia del largo. Al fin y al cabo, Cheever y Carver sólo escribieron cuentos. Y a nadie se le ocurriría discutirles su lugar preeminente en la historia de la literatura.