Image: Coppola íntimo

Image: Coppola íntimo

Cine

Coppola íntimo

Gerardo Herrero escribe sobre la producción de su filme Tetro, dirigido por Francis Ford Coppola

8 mayo, 2009 02:00

Francis Ford Coppola y Maribel Verdú en el rodaje de Tetro

En Hollywood, diez millones de euros de presupuesto es una cantidad ridícula. Para nosotros, es una fortuna. Sin embargo, desde que me enteré que Coppola pensaba rodar una película con dos actores españoles (Maribel Verdú y, en un principio, Javier Bardem, al que luego sustituiría Carmen Maura) supe que era una ocasión única para trabajar con uno de los grandes maestros.

El cine es una cuestión de dinero, de contratos y de negociaciones, por supuesto, pero también hay un elemento de ilusión y yo estaba dispuesto a pelear hasta la extenuación para que, finalmente, Tetro fuera también una película española. Cuando el próximo 14 de mayo inaugure la Quincena de los Realizadores de Cannes, será el principio de una nueva etapa para el filme pero también el final de otra muy larga y nada fácil.

Todo ha llevado mucho trabajo. No fue fácil contactar con la productora de Coppola y mucho menos convencerla de que les beneficiaba trabajar con nosotros. En Europa tenemos una larga tradición de colaborar entre varios países, pero en Estados Unidos no están nada acostumbrados. Fueron muchas madrugadas soportando largas videoconferencias con los abogados de la productora de Coppola y tratando de persuadirles con argumentos pero también con pasión por el proyecto.

Cuando finalmente se avinieron a dejarnos entrar en el proyecto, tuve ocasión de leer el guión. Era el germen de una película muy personal del director, uno detectaba enseguida que había muchas cosas de su infancia y su propia familia. Una de las condiciones que nos pusieron para seguir adelante fue la confidencialidad, de modo que apenas puedo hablar sobre la película, que no vi hasta hace muy poco y que apenas ha visto nadie.

Trata sobre dos hermanos separados durante mucho tiempo y sobre lo que sucede cuando el pequeño reencuentra al otro en Buenos Aires. La aparición del padre será crucial en esta peripecia. Es, en realidad, un filme sobre la infancia, sobre las relaciones entre padres e hijos. La consideraría rabiosamente original puesto que además incluye un ballet y varias escenas oníricas.

El presente está filmado en blanco y negro y el pasado en color. A Coppola no lo conocimos hasta que arrancó el rodaje en Argentina. Nos acercamos por allí y le invitamos a cenar. Jamás he conocido a nadie a quien le guste tanto comer. Se comía lo suyo y lo de al lado. Yo creo que, si le dejas, se comería todos los platos. Tiene fama de bon vivant y la tiene bien ganada.

Es alguien próximo, amabilísimo, un conversador incansable y un enamorado del cine y del vino, no sé en qué orden. Nos volvimos a ver en Valencia y también en Madrid con el rodaje casi terminado. Nuestra idea de la coproducción significaba intervenir, poder opinar y aportar cosas. He de decir que le dejamos un margen de libertad muy superior al que habríamos dejado a un director español.

Prueba de la bonhomía de Coppola es que mis dos hijos pequeños lo acabaron adorando. Martín, de once años, tuvo con él una conversación genial:
- ¿Has ganado mucho dinero con el videojuego de El Padrino?
-(Coppola) Nada.
- Deberías quejarte, es un gran videojuego. Se mata a mucha gente...
- ...No me gusta precisamente por eso.
- Es normal que se maten, son mafiosos.
- Sí, pero también son personas.
Me preguntan por qué iremos a Cannes dentro de la Quincena de Realizadores y no a la sección oficial. El Festival nos ofreció estar en la oficial fuera de competición y Coppola lo rechazó. Para él, inaugurar la Quincena de Realizadores es una manera de reivindicar la independencia de su trabajo. Creo que muchos se sorprenderán. Por todo esto, ha sido un honor producir esta película.