El contable: escalas del gris
Una imagen de la película
La película de Gavin O'Connor, una sofisticada reflexión sobre los mecanismos del sistema, crea turbulencia sin subrayados y tiene estilo sin recurrir a grandes alardes. Ben Affleck se vuelve a meter en la piel de un personaje torturado
A Ben Affleck se le dan bien los personajes torturados, como ya demostró en The Town. Ciudad de ladrones, y aquí es capaz de brillar dando vida a un genio precoz y meticuloso convertido en hombre fuerte de la mafia. Sus méritos para desempeñar ese inopinado papel no solo descansan en su falta de piedad, aunque también, sino en su prodigiosa cabeza para los números.
El contable, desde su propio título, convierte en virtud la aparente grisura de su protagonista ya que la figura del contable se asocia normalmente a un hombre de vida pulcra y ordenada y no al protagonista de grandes aventuras. Pero este color también sirve a la película para plantear un aspecto interesante: el crimen organizado se incrusta en los mecanismos de la sociedad también de manera gris, con la normalidad que se le supone a un negocio cualquiera.
Anna Kendrick, como la despistada compañera de peripecias del protagonista, y J. K. Simmons, como jefe policial, aderezan el reparto de un filme que logra tener estilo sin recurrir a grandes alardes. El protagonista recuerda por momentos al samurái legendario de Alain Delon en aquella película dirigida por Melville. Con un crescendo dramático dotado de nervio y ritmo, El contable ofrece un ambiguo retrato de un sistema en el que legalidad e ilegalidad se complementan, lo que no quiere decir que el bien y el mal no existan. Como aquellas películas de los 70, El contable es sobre todo un thriller moral. Además hay algo fascinante en la forma en que está rodada, creando turbulencia sin subrayados.
@juansarda