
Noémi Merlant. Foto: Cézaro De Luca / Europa Press
Noémi Merlant dirige 'Las chicas del balcón': "El miedo está cambiando de bando, las mujeres no se rinden"
Rostro del nuevo cine francés, la actriz estrena su segunda película, sobre tres amigas cuyas vidas dan un giro sangriento durante un sofocante verano en Marsella.
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En su segunda película como directora, la actriz y guionista Noémie Merlant hibrida la comedia con el género de terror para denunciar las violencias sexuales. Las chicas del balcón está protagonizada por tres amigas cuyas vidas dan un giro sangriento durante un sofocante verano en Marsella. La trama es una historia de amistad y de catarsis que tiene su origen en una experiencia traumática vivida por la propia creadora en su adolescencia, de la que consiguió aliviarse en sus conversaciones con su mejor amiga y coprotagonista de la película, Sandra Codreanu, en el umbral entre la intimidad y el espacio público del piso que compartían, el balcón.
Pregunta. Esta película está plagada de fantasmas de hombres que han ejercido violencia contra las mujeres. ¿Qué simbolismo tienen estos espectros?
Respuesta. Vivimos en un mundo donde la opresión ocupa demasiado espacio y condiciona mucho el comportamiento de las mujeres. El agresor está potencialmente en todas partes, en nuestro pasado, en nuestro presente y en nuestro futuro. Y cuando rascamos, comprobamos que, de hecho, muchas mujeres a nuestro alrededor han experimentado agresiones.
»Desde el principio quería establecer que estamos en el universo literario de una de las tres protagonistas, la escritora, de modo que el marco resulta un tanto irreal. Así que mi intención era mostrar esa presencia a modo de fantasmas y que en esta realidad un tanto distópica, las mujeres que han sido víctimas comienzan a defenderse. Es como la Tierra, que se está rebelando contra las altas temperaturas con incendios. El planeta se defiende, como también las mujeres.
P. De hecho, ha declarado que el deseo expresado por Virginie Despentes en Teoría King Kong de haberse defendido con una navaja de su violador le ha servido de inspiración.
R. Sí, Virginie Despentes dice que si los hombres tuvieran un poco más de miedo a que les laceraran la polla, tal vez controlarían un poco mejor sus impulsos. El miedo está cambiando de bando y al fin sentimos que las mujeres no se rinden. Así que la idea era crear un universo donde los atacantes son asesinados por sus víctimas y hacerlos regresar como fantasmas que no saben por qué están allí.
»Es un poco como el caso de Gisèle Pelicot, donde los 50 acusados decían que no entendían la acusación, ya que el marido había consentido. Es alucinante. Los espectros de mi película plasman la debilidad y la monstruosidad en el comportamiento del agresor.
P. El fantasma definitivo es el evocado a través de su personaje, que adopta una gestualidad y una peluca rubia con la que parece rendir homenaje a Marilyn Monroe. ¿Qué significado personal tiene para usted?
R. Es una pregunta que siempre me planteo. Tengo la impresión de que acabamos de empezar a descubrirla. Tenía una manera de actuar magnífica, pero en torno a su figura siempre ha habido un malestar. Su interpretación se amoldó al placer de los hombres, pero detrás del texto y de la imagen icónica, de la salud mental y de las noticias sobre su vida, se puede apreciar toda su inteligencia, que nos reveló también en lo que dejó escrito. Siempre me he preguntado quién era esta mujer en realidad.
P. De las tres protagonistas, la agredida es la joven que gana dinero como cam girl. ¿Fue intencionado para subrayar el perfil de víctima imperfecta?
R. Efectivamente, es la víctima a quien nadie creerá porque se lo ha buscado, como la mujer que tiene muchas relaciones o la que viste de determinada manera. En la sociedad siempre nos inclinamos a creer más fácilmente a la mujer sin mácula, cuando, de hecho, no importa su apariencia, cuál sea su trabajo ni cuáles sus relaciones sexuales. Lo mismo ocurre con la violación conyugal: puedes ser la esposa o la novia de alguien y acostarte con él tres veces al día, pero la cuarta vez tienes derecho a decir que no.
»Por eso era importante para mí que la víctima fuera una mujer a la que le gusta desnudarse y que considera que no hay ningún problema en ir con el pecho descubierto, de la misma forma que los hombres. Y quería partir del principio de que inmediatamente la creemos. Sus amigas la creen y listo.
P. Ahí entra también su conducta después de ser violada, que la sociedad reprueba.
P. Sí, porque continúa con su vida: se sigue maquillando, se ríe, se desnuda, sale. La buena víctima es aquella que llora y se queda en casa. Si la mujer sigue con su existencia, se sospecha que ha mentido. Eso es problemático.
P. La tercera protagonista está interpretada por Sandra Codreanu, de la que ha apuntado que estuvo en el origen de la trama. ¿De qué forma?
R. Sandra ha sido mi mejor amiga durante más de 15 años. Nos conocimos en la escuela de teatro Cours Florent. Descubrí que era una actriz increíble, única, y hubo un momento en que comencé a vivir con ella y sus hermanas. Junto a ella me sentí por primera vez completamente libre.
»Hacíamos mucha vida en su balcón, que se convirtió en un pequeño refugio donde compartí todos mis traumas. Para poder abrirme así me hacía falta una escucha particular que me permitiera destensar mi cuerpo. Allí éramos nosotras mismas. La idea de esta película se me ocurrió junto a ella, en su balcón.

Noémi Merlant, Sandra Codreanu y Souheila Yacoub, en 'Las chicas del balcón'
P. La audiencia que no conoce esta anécdota personal puede encontrar en el balcón el símbolo de libertad en el que se convirtió durante la pandemia.
R. Sí, pero fíjese que en el balcón también existe esta idea de la representación tradicional de la mujer en su intimidad. Muchas veces se habla de nosotras como las que cuidamos la casa, mientras que la calle ha pertenecido a los hombres. Mi intención fue que mis tres protagonistas pasaran de ese interior al exterior a través de la proyección que pueden hacer en el lugar seguro del balcón, desde el que pueden apropiarse del espacio público.
P. A ese respecto, ¿también tuvo en mente La ventana indiscreta (1954) de Hitchcock?
R. Sí, es un guiño a ese hombre que está encerrado en su casa porque tiene la pierna enyesada y se dedica a observar a su vecinos. Es algo que experimentamos mucho cuando estábamos en confinamiento, ya que pasábamos el tiempo mirando lo que sucedía en otras casas. No fue intencionado, pero obviamente es algo que resuena.

P. ¿Cómo ha resultado la experiencia de coescribir el guion junto a Céline Sciamma, bajo cuyas órdenes protagonizó Retrato de una mujer en llamas (2019)?
R. Somos amigas y Céline tiene un gran sentido del humor. Es muy muy graciosa. Nos hemos partido de risa durante el proceso, nos hemos dicho: vamos a pasarlo bien, creemos un espacio donde podamos permitírnoslo todo. Siempre hemos tenido en mente la estructura de la película, pero nos hemos dado libertades a partir del absurdo, porque en el mundo en el que vivimos hay muchas cosas que no tienen sentido.
P. ¿Qué le ha llevado a elegir como su próximo proyecto adaptar el libro de Cristina Rodríguez Moi, Sporus?
R. Leí el libro y me enamoré del personaje de tal forma que sentí el impulso de contactar con Cristina para adaptarlo. En esta historia hay aspectos que me tocan enormemente y que me permiten transmitir ideas fuertes en las que creo, pensamientos sobre las dinámicas de poder, sobre el género, sobre qué nos hace hombres o mujeres, si el sexo nos define, sobre la violencia sexual y mostrar relaciones sentimentales diferentes. Ya veremos si conseguimos el dinero para este peplum queer.