Image: El Kirov a orillas del Nervión

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Música

El Kirov a orillas del Nervión

19 diciembre, 2002 01:00

Boris en su nueva producción. Foto: T. Kirov

El Teatro Kirov, ahora más conocido como Mariinski, de San Petersburgo, desembarca desde el 16 de diciembre en el Palacio Euskalduna bilbaíno, dirigida por su titular, el ruso Valeri Gergiev. Presentará dos títulos de su repertorio, Boris Godunov de Modest Mussorgski y El príncipe Igor de Alexander Borodin, el 19 y 20 de diciembre el primero, y el 21 y 22, el segundo. Boris se podrá ver en una muy nueva producción (en la imagen), estrenada el pasado mayo y realizada por Victor Kramer. El regisseur ya había asumido, con disparidad de opiniones, nada menos que Los troyanos de Berlioz. Gergiev se decanta por la versión de 1869 que llevara al disco en su día. A la hora de confeccionar este artículo se desconoce el reparto definitivo para esta obra como tampoco se sabe quiénes asumirán las máximas responsabilidades de El príncipe Igor que se verá en la algo vetusta versión, de 1954, realizada por Eugene Sokovnin -para algunos, un clásico de la dirección soviética- aunque reelaborada por Irkin Gabitov en 2001. Tiene el interés, y la curiosidad, añadidos de contar con la coreografía que Mijail Fokin llevara a cabo en 1909 de las célebres danzas polovtsianas.

Nadie niega que el Teatro Mariisnki ha conocido una nueva vida gracias a ese vendaval que es su director artístico, Valeri Gergiev. En los últimos años ha dejado muestras de su talento por toda la geografía española, desde Barcelona a Oviedo. En Bilbao ya tuvieron ocasión de ver su acercamiento a Jovantchina y en el Real se apreció su lectura de Guerra y paz. Gracias a su estrecha relación con el multimillonario Alberto Vilar, que ha patrocinado con generosidad esta compañía, el Kirov se mantiene en primera línea.

Los últimos tiempos, sin embargo, han complicado las cosas. La crisis tanto del disco, importante soporte en los noventa, como de la compañía de su amigo Vilar, han descolocado a Gergiev en plena renovación del edificio que sustenta al Mariinski, cuya transformación se ha encomendado, no sin polémica, al arquitecto neoexpresionista americano Eric Owen Moss. Aprovechando la enorme plantilla del Kirov, Gergiev desdobla sus efectivos, dejando un bloque en San Petersburgo mientras con el segundo se encuentra de gira casi permanentemente. Poco antes de aterrizar en Bilbao, sus efectivos han estado en el Teatro del Châtelet de París. Es de augurar que el conjunto, conocedor del repertorio ruso al dedillo, será buen soporte para sendos programas de excepción que incrementan la ya de por sí activa vida lírica bilbaína.


Ven Emmanuel
En los últimos años el británico James McMillan se confirma como uno de los compositores más activos y omnipresentes en el panorama internacional. Una de sus obras más impactantes, por recursos y medios técnicos, es Veni, Veni, Emmanuel, para percusión y orquesta, creada para la célebre Evelyn Glennie. La Orquesta de Córdoba, el 19 de diciembre en su concierto de Navidad, incluye esta composición, que será interpretada por la percusionista Carolina Alcaraz, en un programa que completa obras de Haydn y Borodin, dirigido por Giuseppe Lanzetta.


Sones de Navidad
Es casi inevitable por estas fechas la inclusión, en las diversas programaciones, de oratorios u óperas con alguna vinculación religiosa. Así, la Orquesta Nacional, si las huelgas de sus miembros no lo impiden, presentará este fin de semana La infancia de Cristo de Berlioz, en un preámbulo a lo que serán las celebraciones del centenario del compositor de la Fantástica que se desarrollarán en 2003. Esta pieza íntima será dirigida por Fröhbeck de Burgos y contará con un reparto en el que destacan la soprano Katarina Karneus, el excelente barítono Wolfgang Holzmair y el bajo Peter Lika. La Filarmónica de Gran Canaria, por su parte, se decanta por el inevitable Mesías haendeliano -21 y 22 de diciembre en el Teatro Cuyás de Las Palmas- aunque con el interés añadido de contar con un gran especialista al frente, el maestro y violinista alemán Reinhard Goebel, creador de Musica Antiqua de Colonia. Entre los solistas, Catherine Bott y Josep Miquel Ramón. También la Sinfónica del Principado de Asturias apuesta por el más célebre oratorio de todos los tiempos, como tiene costumbre por estas fechas. Junto al Coro Príncipe de Asturias, recién llegado de sus conciertos ante el Papa en Roma, actúa el 19 de diciembre en Gijón y el 20 en Oviedo.


París se sale
En torno a la Navidad, la vida lírica parisina alcanza su más alta temperatura. La Bastilla y el Palais Garnier despliegan sus mejores galas. La primera con la nueva producción de La mujer sin sombra de Richard Strauss, una ópera compleja como pocas, donde el muy apreciado por esos pagos Robert Wilson, apostará por su inevitable control minimalista. En el reparto, Thomas Moser, Susan Anthony y Jean Philippe Lafont y en el foso, la batuta en alza de Ulf Schirmer (hasta el 8 de enero). Y alternando con ella, la producción de Francesca Zambello de Turandot, con Andrea Gruber y Vladimir Galouzine (hasta el 30 de diciembre). En Garnier, se repone La Cenerentola de Savary que ya se viera en el Real. Su mayor aliciente es contar con Juan Diego Flórez como protagonista, aunque a su lado tiene un buen reparto como Alessandro Corbelli, Simone Alaimo y Joyce DiDonato (hasta el 31 de diciembre). Esta misma tarde, el Teatro de los Campos Elíseos se decanta por una rareza, Die Gezeichneten (Los dibujantes) de Franz Schreker, con dirección de Armin Jordan. Y el Châtelet abre su temporada rusa con El gallo de oro de Rimski, dirigida por Nagano, en nueva producción realizada por Ennousuke III (hasta el 26 de diciembre).


Vuelve La Atlántida
El 20 de diciembre vuelve a escucharse La Atlántida de Falla, una obra relativamente inhabitual de nuestros escenarios. Esta vez será en versión de concierto en el Palau de Valencia, con la orquesta sinfónica de la capital del Turia, dirigida por Gómez Martínez y con una invitada de excepción, la mezzo Teresa Berganza. Sobre la inacabada obra de Falla, culminada por su amigo Ernesto Halffter, se proyecta un fantasma, característico de aquellas composiciones que han demandado la colaboración de otra mano para poder ser llevadas a buen fin. Porque por mucho que se quiera valorar el trabajo de Ernesto Halffter, que indudablemente fue muy meritorio, siempre nos cabrá una duda muy similar a la que nos asalta cuando vemos el final de Turandot de Puccini en manos, primero de Alfano, ahora de Berio, estudiamos la conclusión de Lulú de Berg, propuesta por Cerha o de la Tercera Sinfonía de Elgar tras la reelaboración de Anthony Payne. Con un libro inspirado en el poema de Verdaguer, La Atlántida se yergue como una obra genial e irregular y que sigue siendo, para el aficionado, casi una incógnita. Buen motivo para desplazarse a Valencia.