Image: Boccherini la Italia con sabor español

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Música

Boccherini la Italia con sabor español

26 mayo, 2005 02:00

Retrato de Luigi Boccherini (1743-1805)

Nada hacía presagiar que este compositor, nacido en Lucca (la patria chica de otro grande, Puccini) en 1743, acabara sus días en nuestro país, hasta fallecer en Madrid hace ahora exactamente dos siglos. Desde luego, antes de eso, dio más vueltas que una peonza. Vino al mundo en el seno de una familia singularmente conectada con la música. Adquirió rápidamente inusitada destreza con el chelo y comenzó a viajar, generalmente con su padre, ofreciendo su arte en los escenarios más diversos.

Después de Viena y antes de aterrizar en Madrid, para ingresar en la Compañía de ópera italiana de los Reales Sitios, nuestro músico pasó por París en 1767. Allí tocó, hizo amigos y conectó con importantes editores, que tendrían a partir de entonces y durante mucho tiempo la exclusiva de sus obras. Hacia 1770 se casó con una cantante italiana , llamada Clementina Peliccia, con la que tuvo varios hijos. Ese año entró al servicio del infante Luis Antonio de Borbón, hermano de Carlos III, con quien estuvo hasta 1785 y con quien viajó a sus distintos desplazamientos y residencias, siempre cerca de Madrid. Muerto el infante, pasó a depender de la duquesa de Osuna-Benavente. Parece que no consiguió entrar en la Capilla Real por la oposición de Brunetti, otro de los numerosos italianos que recibían favores de la corte. Durante años, tras una estancia, a veces discutida, en Prusia a lo largo de los ochenta, Federico Guillermo II le estuvo mandando honorarios por la edición de sus obras, una fuente de ingresos que se terminaría a la muerte del rey en 1797. El músico dejaría este mundo el 28 de mayo de 1805.

En el catálogo elaborado por Yves Gérard para Oxford University Press, Londres, 1969, figuran hasta 580 partituras en el haber de Boccherini. Por su número y calidad los quintetos de cuerda, algunos con guitarra, los cuartetos y las sinfonías son las más relevantes. También las sonatas para su instrumento. Algunos contemporáneos, nos recuerda Ramón Barce, calificaban el estilo boccheriniano como celestial. Su obra oscila entre un rococó galante, lo que parece difícil de discutir, con gotas emocionales del Sturm und Drang, y, resalta Barce, un clasicismo equilibrado que apunta hacia la posterior gravedad romántica.ç

Sería largo penetrar algo más en su catálogo. Sí mencionaremos, entre lo más conocido de su creación, la famosa Música nocturna de Madrid y la especial habilidad para recoger temas populares de la villa y corte y estilizar danzas como la seguidilla y el fandango, que aparecen aquí y allí, otorgando un sesgo gracioso y bailable a su música que, en todo caso, nunca perdió su impronta de fuerte ascendencia italiana. No cultivó prácticamente la ópera, de hecho solamente produjo un título, La Clementina. Significativo es sin duda su Stabat Mater. Hay mucho por hacer todavía, y se está haciendo, en el terreno de la recuperación de fuentes y manuscritos. Desde luego Madrid es para ello un lugar privilegiado. Tampoco hay demasiado publicado sobre su persona y su obra. Un descendiente suyo, Alfredo Boccherini y Calonje, hizo unos Apuntes biográficos en 1879, aunque el primer libro sobre el músico, de Carl Ludwig Junker, se había publicado en Berna en un temprano 1776. Según la relación de Miguel ángel Marín, lo más reciente aparece firmado en este país por Jaime Tortella: Un músico italiano en la España ilustrada. Madrid, 2002. Poco a poco, muy lentamente, sus pentagramas van apareciendo en disco compacto.