Música

La Zarzuela

por Gonzalo Alonso

21 junio, 2007 02:00

En estos días, además de presentar la próxima temporada, se acaba de publicar un doble dvd en conmemoración de los ciento cincuenta años del Teatro de la Zarzuela. Su contemplación deja un regusto un tanto agridulce a causa de la situación actual de un teatro en celebraciones cuando no pasa, ni mucho menos, por sus mejores momentos. No voy a entrar en las cosas menores, que las hay, como algunas recientes contrataciones en nómina por el solo hecho de su amistad con las máximas alturas de su jerarquía. Me voy a referir exclusivamente a su falta de ambiciones.

Quizá una gran mayoría del público identifique el teatro exclusivamente con la zarzuela. Nada más lejos de la realidad. Es cierto que se creó en 1856, gracias a Barbieri, Gaztambide, Olona y Salas para presentar en él sólo zarzuela, pero apenas cuatro años después, se estaban ofreciendo Trovador, Otello y Poliuto. Pero no sólo eso, sino que por él pasó la opereta -¿se apuntará ahora a una Viuda alegre que preparan varios festivales?-, la revista -hasta con Josephine Baker, Esperanza Roy o Celia Gámez-, las variedades -Sarasate llegó a entretener en los intermedios de algunas funciones, Pastora Imperio, Raquel Meyer, la Argentinita, Estrellita Castro, Lola Flores, Manolo Caracol, la despedida de Concha Piquer, etc-, la comedia o la danza. En la actualidad domina la rutina.

No se trata solamente de hacer El rey que rabió, que ha de hacerse, sino de empujar al género en un momento en que no sólo hay grandes cantantes de habla hispana -Flórez, Villazón, Bros, álvarez, Bayo, Montiel, Sánchez, etc-, sino que hasta figuras como Garanca, Netrebko o DiDonato se apuntan a él.

¿Acaso no supondría un puntazo una temporada con varias de estas figuras internacionales? Podría ser en títulos o en esa antología que se añora. Y no es tan difícil, basta con audacia y no desistir en el empeño. ¿Por qué la Zarzuela dejó que el Real se llevara el gato al agua con la producción de la Scala para Doña Francisquita? Porque faltan convicción y ambición y, sin ellas, no hay vida.