El siglo de las lamentaciones
El Grupo Atalaya estrena "Exiliadas", de Borja Ortiz de Gondra
24 mayo, 2000 02:00Cien años en imágenes, palabras y música. Esta es la propuesta de la compañía sevillana Atalaya, que estrena los próximos 27 y 28 de mayo en el Gran Teatro de Elche Exiliadas, una obra del dramaturgo Borja Ortiz de Gondra inspirada en Las Danaides de Esquilo y subtitulada Cantata para un siglo. El montaje, dirigido por Ricardo Iniesta con una cuidada estética, es una reivindicación de la memoria histórica y del papel de las mujeres en este último siglo, marcado por las migraciones y las guerras.
Todas las miserias y grandezas de este último siglo canjeadas por una entrada de teatro. Un pasaje al nacimiento de una centuria teñida de rojo de la mano de una de las compañías más sólidas de nuestro país -se creó hace 17 años- y con parada en algunos de los momentos decisivos de la historia más reciente de la humanidad. Con Exiliadas, Atalaya roba al cine el patrimonio de las grandes epopeyas en imágenes para lanzarse al abismo de la memoria histórica y poner parada final a un periplo por la historia que comenzó con Elektra -un viaje a la Tragedia Griega-, siguió con Divinas Palabras -obra llena de seres grotescos y mezquinos- y que finaliza en el siglo XX con este texto que bebe de la eterna fuente de la mitología griega -en este caso de Esquilo y su tragedia Las Danaides-. "Me planteé hacer algo parecido a La Odisea -explica Ricardo Iniesta, director de la compañía-, pero me pareció más interesante encargarle un texto que habla sobre la modernidad a un autor contemporáneo, cuya escritura se pareciera a la forma que nosotros tenemos de hacer teatro. Debía ser un texto carnal, crudo, irónico, capaz de emocionar y de implicar al espectador".Contra el olvido
Por eso, en el punto de partida del montaje no se encuentra un Ulises cuyo destino esté guiado por los dioses. En su lugar aparecen las Danaides, las 50 hijas del rey Dánaos que, según reza la leyenda, huyeron de un destino cruel que se les había impuesto, convirtiéndose en exiliadas que navegaban a la deriva por el mar. Esta imagen, salida de la tragedia griega, se ha convertido en la más repetida de nuestro siglo, en noticia de portada de los periódicos. Porque ahora las barcas de las Danaides se llaman pateras y las hijas del rey son mujeres exiliadas que huyen de su tierra arrastrando sólo su memoria. "Este es el siglo de los exiliados, de los pueblos emigrantes, de las mujeres que huyen -explica Ortiz de Gondra, premiado autor de obras como Dedos, estrenada en Madrid el año pasado-. De hecho, al principio el texto se iba a llamar Contra el olvido, porque de eso trata principalmente, de cómo la gente huye, va de una tierra a otra, y de cómo a esos exiliados se les pide que abandonen lo que son para convertirse en otros, supuestamente como condición para integrase en la nueva sociedad que les llama cuando le conviene para luego apartarlos, como se ha visto en El Ejido. Por todo esto, tenemos una deuda moral con esas exiliadas".
Frente al olvido su reivindicación. Por eso, las Danaides de Gondra se rebelan a deshacerse de sus recuerdos, las únicas pertenencias de unas mujeres que Iniesta y el propio autor han convertido en protagonistas del montaje. "La mayor revolución de este siglo, marcado por los exilios y las trashumancias, ha sido la de la mujeres", asegura Iniesta. "Comenzaron como figuras silentes, acalladas por la sociedad de principio de siglo, y ahora son las que llevan las riendas en todo y las que nos sacan las castañas del fuego". Costureras, milicianas... mujeres a las que no han querido poner nombre y apellido, ya que es difícil atrapar en dos palabras la identidad de millones de personas, pero de las que sí se ofrecen en esta obra varios referentes, encarnados en mitos. Desde la fémina callada en el albor del siglo, encarnada en Medea, a la mujer utópica, que la compañía sevillana ha visto en Antígona, pasando por la que sufrió en los campos de exterminio nazi -Casandra-, hasta llegar a la mujer actual.
"En la obra también hay personajes masculinos -aclara Iniesta-. Son los escollos con los que se encuentran las protagonistas y en muy pocos momentos están unidos. Son los barqueros de Caronte, los dictadores, los skinhead...".
Aparecen elementos del paisaje histórico de los últimos 100 años distribuidos en unos cuantos metros cuadrados. Y el escenario del teatro convertido en dos enormes mesas, que tan pronto son ríos como campos de concentración, cabarets o grandes avenidas en cuyos lados se sitúa a los espectadores. Un mantel transformado en telón, o en aguas que quizás den al mar, tablero de una escenografía ingeniosa que poco a poco va descubriendo sus fichas: escaleras, máquinas de coser, cascos y sacos. De estos simples objetos surgen trincheras, cadáveres, vías de tren, barrotes, hatillos de viajeros... Y todo visto en blanco y negro "porque así hemos visto la mayor parte de los acontecimientos de este siglo", dice el director. Sólo un color rompe el imperio blanquinegro de la puesta en escena: el rojo de la sangre, de las utopías, del cabaret, de la muerte, de la revolución.
Carácter épico
Y como en el siglo del sonoro no podía faltar la música, en Exiliadas el son lo marcan las vocales arrastradas de Ute Lemper junto a la música de vanguardismo, de la revolución, o los coros de voces. "Los coros le dan un carácter épico y de epopeya a esta obra que, en definitiva, es una cantata" explica el director. Aunque el verdadero compás surge de la obra de Ortiz de Gondra, un autor que con su texto ha sabido dar un carácter de viaje al montaje y que ha trabajado a partir de las propuestas textuales de los propios actores de la compañía. Si en la idea principal estaba La Odisea, en la inspiración se encuentran Bertolt Brecht, Möller, Benedetti, Neruda o Maiakovski, entre otros. "Creo que la fuerza de este texto -dice Ortiz- radica en plantear una pregunta que casi nadie se cuestiona ahora en el teatro: ¿qué nos está pasando? Intento hacer un teatro de hoy para la gente de hoy y preguntarme sobre los problemas de la calle. Este es un arte vinculado a la realidad y creo que se deben plantear problemas políticos. El teatro está unido a la Historia".
Más de un año de preparación ha llevado esta obra "que quiere aportar su granito de arena para que no se olvide la memoria de un siglo en el que ha pasado de todo" según Iniesta. "Sin embargo mi visión del mundo es optimista, tal vez porque el arte tiene la idea de utopía, la idea de que la mujer que llegue al Lago del Olvido no pierda la memoria, o la idea de este arte como un ritual, que provoque emoción. Creo que la gente ya está cansada de la tendencia ordinaria, del ojo en la cerradura de la vida cotidiana. Para eso ya está ‘El gran hermano’".