José Ramón Fernández, Javier Yagöe y Yolanda Pallín estrenan "Imagina"
"Hemos intentado oñlvidar el éxito de "Las manos"
28 febrero, 2001 01:00Crearon historia alternativa al teatro comercial con Las manos y demostraron que los jóvenes creadores tiene mucho que decir sobre la escena. Dos años después sus autores, Yolanda Pallín, Javier Yagöe y José Ramón Fernández vuelven a la Cuarta Pared desde mañana hasta el 4 de marzo con Imagina, la esperada segunda parte de la Trilogía de la Juventud.
Han sobrevivido al éxito, a las expectativas y a las prisas generadas por Las manos, un montaje sorprendente y fresco que devolvió al teatro alternativo la atención que se merece y que demostró la viveza y solidez del lenguaje escénico de nuestros actuales creadores. Dos años después y dentro de Escena Contemporánea, Javier Yagöe, Yolanda Pallín y José Ramón Fernández dan otra lección de escritura colectiva y estrenan Imagina, la segunda parte de la Trilogía de la Juventud en la que vuelven a poner en funcionamiento la memoria colectiva para revisar, con manos jóvenes, la historia de nuestro país. De la España rural de los 40 a los barrios industriales de los 70. Los hijos de Delibes paren hijos de los Beatles. Dirigidos por Javier Yagöe, los actores José Antonio Ruiz, Verónica Regueiro, Elena Benito, Eugenio Gómez, Barde y Audrey Amigo son en escena una pandilla de veinteañeros que crece en un barrio industrial, en el espacio cerrado de una fábrica donde la brillantina del pelo se mezcla con la grasa de la maquinaria. Son el símbolo de una generación anónima que creció escuchando a Los Brincos y los Rolling -la música, tan importante aquí- mientras el franquismo daba sus últimos coletazos y la democracia sus primeros pasos.-¿Cuáles son los miedos y los retos ante un proyecto que ha levantado tanta expectativa?
-José Ramón Fernández: Para empezar llevamos dos años oyendo decir constantemente ¿cómo va la segunda parte de Las manos? Hemos intentado olvidar ese éxito para poder centrarnos en la nueva obra. La euforia inicial desapareció al darnos cuenta de lo que teníamos delante con este texto, ya que hay una parte de la historia de este país, la de los años 70, que nadie se había atrevido a contar desde otro punto de vista. Esa responsabilidad ante una generación entera ha pesado mucho.
-Javier Yagöe: También hemos tenido cierta presión porque los años que reflejamos están más cercanos y mucha gente tiene ya su idea de cómo fue ese momento. Lo difícil es conectar con un público amplio, que se vea reflejado ahí y que salga de la obra contrastando vivencias.
-Yolanda Pallín: Además nos preocupaba no repetirnos, y buscar una unidad de estilo, un lenguaje que fuera adecuado al momento del que se está hablando. Desechamos muchas propuestas por no plantear los mismos esquemas de Las manos.
-¿Cuál es la principal idea que ha generado el texto y el montaje?
Pérdida de la memoria
-Fernández: Queríamos reflejar una España que pasa de ser rural a convertirse en un país industrializado, aunque nosotros nos hemos centrado en cómo esos cambios afectaron a la vida cotidiana de esa gente. Entre los años de Las manos y los de Imagina hay una sensación de pérdida de la memoria colectiva de una generación a la que le han robado su pasado. ése es el punto de unión con la primera parte.
-Yagöe: El hecho de que transcurra en un barrio obrero fue un recurso para centrar la historia, aunque lo que contamos afectó a mucha gente en muchos ámbitos. Además es la primera vez que aparece el conflicto generacional, y eso nos interesaba mucho reflejarlo.
-Pallín: También queríamos reflexionar sobre los logros de aquella generación que se dejó la piel por conseguir ciertas conquistas que son las que ahora disfrutamos nosotros, y que no está lo suficientemente recordada. Queríamos atender a una generación que no estaba en las altas esferas y que creía que podía cambiar el mundo. Antes se daba la utopía, ahora sólo queremos cambiar pequeñas cosas.
-Fernández: La Historia la escribimos siempre los pijos, los ilustrados, pero en muchas ocasiones quien hace la Historia es gente anónima.
-Yagöe: Y esa gente no tiene voz, no tiene quien ponga en su boca la palabra. De ellos estamos hablando nosotros, y por eso lo hemos centrado en el barrio industrial, porque es símbolo de una generación.
-¿Qué diferencias hay entre el proceso de creación de Imagina y el de Las manos?
-Yagöe: Desde el principio tuvimos una idea clara sobre los materiales con los que trabajar: pasamos de la presencia de la naturaleza de Las manos a la tecnología, y de la narración oral a la música, que es muy importante en este montaje y que para esa generación era una vía de escape. Este ha sido un trabajo colectivo y, a diferencia de Las manos, los protagonistas no son tanto los personajes como los actores. De hecho ellos han contribuido a su escritura con sus reflexiones sobre los guateques, las drogas, el sexo.
-Pallín: El reto aquí estaba en aglutinar el habla de los barrios obreros. Nos la hemos jugado con el lenguaje, hemos buscado fuentes no literarias y documentos como el Informe Petras, los textos de la sección femenina, de comisiones obreras, catecismos. En cuanto a la dramaturgia nos condicionó el espacio cerrado de la fábrica.
-¿Qué es lo que cada uno ha aportado a la creación de esta historia?
-Yagöe: Yo conozco el lenguaje teatral práctico mejor que el de la palabra escrita. Desde la escritura Yolanda es mucho más intuitiva y visceral y eso es un buen complemento con la labor pausada y de documentación de José Ramón.
-Pallín: Yo necesito tiempo para integrar y para escuchar el lenguaje común que se va generando. Eso es lo que nos une a los tres, que sabemos que esto requiere tiempo y somos capaces de dedicárselo. Es un trabajo de sedimentación, de crear capas poco a poco y de ir fabulando, imaginando la historia.
-Fernández: Y eso es algo que sólo te dan las alternativas. También nos han ayudado las improvisaciones de los actores, llegando a cambiar la escritura en algunas escenas.
-Escriben sobre una época que a ustedes les tocó vivir. ¿Esa cercanía ha sido un obstáculo o ha favorecido la escritura?¿Cuál ha sido el grado de implicación emocional?
-Pallín: Es cierto que todo lo que reflejamos lo he vivido de pequeña, de refilón; pero mis primas, por ejemplo, sí han vivido eso en primera persona. Es más difícil representar lo que uno ha vivido que lo que a uno le han contado.
Hablando del presente
-Yagöe: La foto antigua del programa inicial es de mi padre. Mi abuelo vivió en el campo, mi padre vino a la ciudad a trabajar en un taller. Y yo estoy en el teatro. ¿Ves? Se trata de un proceso en el que todas las familias están más o menos implicadas. Los cambios son tan rápidos que cuesta digerirlos y esto es una forma de reflexionar acerca de dónde estamos. No hablamos del pasado sino del presente.
-¿Cuál es la visión particular sobre esos tiempos que el teatro puede aportar a diferencia de artes como el cine o la narrativa?
-Fernández: El puñetazo en el estómago. Hay una cosa que el cine no te ofrece: la emoción directa y colectiva que lleva a un conocimiento. Y eso se da en teatro más que en otras artes. Esperemos que se produzca otra vez esa empatía, porque además de la reflexión histórica existe una afinidad con quien ha tenido los 20 años.
-¿Tanto este montaje como Las manos demuestran que algo está cambiando en el teatro joven?
-Yagöe: Sí. Ambas son representativas de un cambio radical que tiene que ver con nuestra generación, con Rodrigo García, Laila Ripoll, Ortiz de Gondra. El autor ya no escribe el texto y se desentiende. Se implica mucho más e implica a muchos más.
-A pesar del éxito la primera parte, hubo quien criticó la falta de riesgo.
-Pallín: Eso depende del concepto que cada uno tenga del riesgo. A mí me parece que montar una obra como Las manos que hable de la España rural de los años 40 es mucho más arriesgado que hablar de temas candentes como la droga. Nos arriesgamos con tema y forma.
-Yagöe: El problema está en que se confunde el riesgo con el efectismo. Hay obras que están escritas como pura investigación formal, con su valor, y otras en las que esa investigación no es tan evidente. El mérito de Las manos fue que se hicieron sencillas un montón de cosas que eran difíciles, como la integración entre texto y actor o hacer atractiva para el público de hoy una historia antigua. La propuesta de Imagina es un paso adelante en esa investigación.
-Pallín: En ese sentido creo que hemos recuperado una modalidad discursiva.
-Fernández: A mí no me importa tanto ser moderno como ser honrado y coherente con lo que hago. Y con estos trabajos hemos reflexionado sobre algo que nos interesaba.
-¿A qué creen que se debe este buen momento que vive la autoría contemporánea en España?
-Pallín: Esto que vivimos ahora es producto de unas acciones directas de personas concretas que se realizaron en el pasado, sobre una gente que teníamos menos años y que empezábamos a escribir. Tuvimos talleres, hubo un Centro de Nuevas Tendencias Escénicas, y vimos determinadas cosas que formaron nuestro imaginario teatral.
-Fernández: Y de no haber existido aquello no se hubiera dado todo esto que vivimos ahora. Todo eso provocó el nacimiento de las salas alternativas.
-¿Esas mismas circunstancias se repiten ahora?
-Pallín: En absoluto. Recuerdo que mi primer trabajo como autora lo estrené en la Cuarta Pared en el 92, y por entonces a mí ni se me ocurría considerarme autora.
-Yagöe: Esos primeros textos se hubieran quedado olvidados si no fuera porque tuvieron un lugar donde estrenarse, y a su vez motivó al autor a seguir escribiendo. Los autores que se programan ahora no son de ayer, es gente que lleva diez o quince años escribiendo y que ahora están en su madurez.
-Fernández: Recuerdo que los grandes nombres del teatro mundial los vi aquí con 20 años.
-Pallín: Y ahora no se ven.
-Fernández: Exacto. Determinados referentes han desaparecido, en unos años ha habido un déficit y eso hace que la gente de veintitantos le apetezca hacer otra cosas.
-¿Por ejemplo?
-Pallín: Cine.
-¿Cuál ha sido la principal contribución de las salas alternativas?
-Fernández: Han provocado que los jóvenes crean que lo que les pasa por la cabeza puede realizarse.
-¿Eso significa que las alternativas son la tabla salvavidas de ciertos creadores?
-Yagöe: Más que eso son espacios específicos para determinados lenguajes. Imagina difícilmente puede hacerse en otros lugares. Pero no hay que confundirse: las alternativas no son la selección juvenil.
-Fernández: Creo que no se deben considerar los espacios alternativos como un paso para estrenar en otro sitio. Además marcan un modo de puesta en escena, de interpretación y de escritura que no se daba antes.
-¿Imagina tendría cabida en un espacio público como el María Guerrero?
-Yagöe: Tal y como está estructurado el sistema teatral eso es imposible. El hecho de que un autor de treinta y tantos, como Juan Mayorga, estrene en el María Guerrero es algo excepcional. Pero desde las instituciones queda mucho por hacer. ¿Acaso tenemos un sitio público que estimule la investigación sin que tenga como fin la rentabilidad comercial que supone un estreno?
La mirada joven
La historia de la humanidad es la historia de las manos. Manos tendidas, manos cerradas, puños. Manos con un corazón en cada dedo. Manos agrarias, manos artesanas, manos metalúrgicas. Manos que acarician o matan. Los hombres y las mujeres son, ante todo, sus manos. Las manos toman el pan y lo reparten, organizan las palabras en signos, dicen adiós, dan la bienvenida.
Yolanda Pallín, José Ramón Fernández y Javier Yagöe iniciaron hace tres o cuatro años la Trilogía de la Juventud. La juventud del campo en desbandada hacia la gran ciudad. La huida y los pueblos fantasmas y deshabitados de la meseta. Los autores vieron el poder, la indefensión también, de las manos operarias. Y han mirado a los jóvenes a través de ellas. Hace algunos años, esta avanzadilla de la mejor vanguardia del teatro de hoy empezó a meterse en la sociología de la España del cambio, en la historia de España del último medio siglo. Y lo hicieron con un texto hermoso y una función bella e intensa. Los espectadores, campestres o urbanitas, se miraron las manos y vieron que allí estaba todo. Y llenaron los teatros. Y vieron en ellas arcilla alfarera, tierra de labor, miedos malditos, injusticias seculares: manos condenadas, pero libres; endurecidas por los callos y purificadas por el sudor. Manos de sementera que cogían el sol por las mañanas y lo sembraban en los surcos y en las hojas de los chopos camineros como monedas de oro y plata.
Las Manos fue un éxito asombroso y, además, legítimo. De pronto, el circuito llamado alternativo rompió sus límites. Y desde la Cuarta Pared, lugar sacro y ritual (como El Canto de la Cabra, como la Pradillo, como algunos otros) Las manos voló a provincias y a los templos de los mercaderes. Lo puro, lo sagrado también resultaba comercial. O sea que lo veía mucha gente. Llega ahora la segunda parte de la trilogía, impacientemente esperada: manos metalúrgicas, barrio proletario de la gran ciudad, jóvenes desarraigados. Una generación nacida ya en el cinturón cruel y obrero de las grandes ciudades inhóspitas y hostiles; allá donde un aire de humo y de soledad da vueltas y revueltas: el Somorrostro de Barcelona, los suburbios de Badalona o el Baracaldo bilbaíno. Una historia de maquetos y de charnegos: castellanos, murcianos, andaluces. Y coplas y guitarras. Y sombrías Casas Regionales para ponerle bálsamo a la nostalgia. Y vino malo. Los hijos de aquellos que emigraron. Sin acabar de ver, del todo, sus raíces. Las manos.
Javier Villán