Férreo helenismo
Irene Papas, La Fura dels Baus y Calatrava estrenan Las troyanas
19 septiembre, 2001 02:00Es uno de los acontecimientos teatrales del año. Las troyanas se estrena pasado mañana en la Bienal de Valencia arropada por la conjunción de genios de la talla de Irene Papas, Santiago Calatrava y los controvertidos La Fura dels Baus. Entre construcciones derrumbadas, incendios y llamas que hacen arder Troya, la eterna obra de Eurípides cobra un nuevo sentido "antibelicista" en estos días. La tecnológica puesta en escena que realiza La Fura se mezcla con la escenografía tubular y férrera del arquitecto Santiago Calatrava. Una envolvente partitura firmada por Vangelis, y el trabajo conjunto de dirección de Papas y el "furero" Jörgen Möller convierten a Las troyanas en un sorprendente crisol estético. Irene Papas reinará nuevamente como Hécuba en la nave de los talleres generales de Sagunto.
La gente de La Fura, siempre en un proceso de autofagia no necesariamente positivo, y de comunión caníbal, ha dicho que si Eurípides hiciera hoy teatro utilizaría el vídeo, el maquinismo y la tecnología refinada. Puede ser. De hecho, nada hay que se oponga al uso de cualquier medio avanzado y modernizante que refuerce el hecho dramático.
Una tragedia laica
Eurípides fue, además, un contestatario de su tiempo, tenía muy poca fe en los dioses y ninguna en las intenciones conciliadoras de la divinidad. Se inventó lo que podríamos llamar una "tragedia laica". Es decir, una tragedia en la cual el destino del hombre no está marcado por la cólera o el capricho de los dioses, sino por las conductas de los propios hombres. Los dioses niegan la libertad de los humanos, secuestran su conciencia: no hay tragedia sin libertad. El ser humano no es el cauce por el que discurre la voluntad de los dioses; es el terrenal cauce de las pasiones y del conocimiento. Un precedente, acaso, aunque demasiado remoto del sentido de la libertad trágica en Jean Paul Sartre; y de lo que Alfonso Sastre ha llamado "tragedia compleja" y que, con otros matices y significados, Buero Vallejo definió como "tragedia de la esperanza".
Una de las representaciones de Las troyanas (Festival de Mérida, mediados los años 90) se apoyó precisamente en una adaptación de Alfonso Sastre sobre la versión de Jean Paul Sartre. Las troyanas es, probablemente, el texto de más ambiciosa y problemática modernidad de Eurípides. No es de extrañar que haya tentado a la tribu furera. Tiene Las troyanas acción interna, vivamente encarnada en el dolor de écuba, la vieja reina humillada; plantea conflictos colectivos como es la desesperación del pueblo troyano. Y, en la implacable brutalidad de los aqueos demuestra que, pese a la confabulación conspiratoria de los dioses, los malos y vengativos son los hombres. La espantosa muerte de Casandra, por ella misma profetizada, y Andrómaca, condenada al lecho nupcial del hijo de Aquiles que mató a Héctor, su esposo, no reafirman la autoridad de los dioses, sino la perversidad de los griegos en particular y del ser humano en general.
Tiene también Las troyanas, algo que habrá seducido a La Fura: acción externa, los incendios y los derrumbamientos que destruyen las casas de Troya tras la derrota. Ese esplendor de ruinas, llamas y cenizas violentas cuadra muy bien con la dinámica y a la acción furera. La victoria no hace a los griegos ni más piadosos ni más humanos: los hace, simplemente, vencedores y poderosos al estilo militar. El antibelicismo puro y la condenación de la guerra por parte de Eurípides es comparable, en la Antigöedad, a los del comediógrafo Aristófanes.
En principio, pues, el mundo de Las troyanas no parece ajeno a los orígenes salvajes de La Fura: lenguaje del cuerpo, violencia contra la pasividad del espectador. La Fura se autodefinía como "canalla y delictiva". Y radicalizaba las rupturas del happening del Living Theatre y de la vía depurativa y cruel de Antonin Artaud. Aún recordamos aquellos seres reptantes, embadurnados y pringosos de Accions, la violencia de sus mutaciones, la agresividad del gesto y la traumática abolición del espacio escénico. La Fura llegaba, digo llegaba y no sé si llega, a la catarsis del espectador por el miedo y la violencia física, igual que la tragedia llega por la compasión y el dolor.
La catarsis del miedo
Los textos de Eurípides, como los de Shakespeare, son palabra dramática, imágenes sugeridas y acción; eso lo vio bien Artaud convencido de que el teatro es un lenguaje específico y autónomo. En base a todo esto, La Fura alzó la rebelión y el imperio de los sentidos. En la actualidad, el fetiche histórico del lenguaje articulado en torno a la palabra y a la lógica del discurso literario lo ha sustituido el fetiche de la digitalización y el vídeo interdisciplinar. No me parece que fuera esto, aunque nunca se sabe, lo que algunos teatreros de vanguardia perseguían con sus aplicaciones cinematográficas al teatro.
Para Las troyanas, La Fura cuenta con una diosa griega, Irene Papas, que ya hizo de écuba en el cine bajo la dirección de Michael Cacoyannis. Y con Marina Saura y Manuel de Blas, Rosana Pastor, Mónica López, Carles Figols, y otros comediantes cantantes y bailarines, poco o nada fureros hasta el momento. Y ha elegido un espacio que es todo un símbolo: Sagunto. Sobre los restos del helenismo y la romanidad se alzó una ciudad industrial y metalúrgica. En estos talleres y naves vacías, Troya en llamas. El fuego y el estruendo destruyendo los edificios y las murallas de la ciudad vencida.
Grecia según La Fura
En los 60 metros cuadrados de los Talleres Generales de Sagunto, Jörgen Möller, codirector y miembro de La Fura, ha concebido un montaje iconoclasta, donde predomina el hierro, y en el que el clasicismo griego se mezcla con la ultramodernidad de la era digital. "Proyecciones, vídeos, imágenes abstractas son la base sobre la que he trabajado -comenta el director-. Las troyanas se aleja del lenguaje furero de Obs, aunque tiene partes muy oscuras. He buscado un equilibrio entre acción teatral y texto, pero siempre he estado muy condicionado por las dimensiones del espacio, que es inmenso y con el que tienes que contar. Es inevitable el peso de la estética furera, de la que tampoco he querido huir. Por eso he recurrido al teatro hablado, a la acción física, a la comunicación en directo".