Gracias Sarah Kane
por Antonio Álamo
6 febrero, 2002 01:00Sarah Kane dirigiendo Woyzeck. Foto: Pau Ros
El festival Escena Contemporánea dedica hasta el 17 de febrero, en la sala Pradillo de Madrid, un ciclo a Sarah Kane, autora británica que con tan sólo 27 años se suicidó hace tres. De los cinco títulos que dejó escritos se representarán tres y varias debates abordarán su obra. De ella escribe en este artículo Antonio álamo, traductor de su pieza Reventado.
-Grace. Mi vida.
(Cleansed, Sarah Kane)
Me presentaron a Sarah Kane en el Royal Court Theater de Londres en el verano de 1995. Ella era una chica de veintitrés o veinticuatro años que hacía dibujitos en los manteles mientras contestaba a las preguntas con monosílabos. Me gustó, claro. En enero había estrenado una primera obra, Blasted, que, aunque rechazada por buena parte de la crítica, había producido un alboroto que iba más allá del reducido ámbito teatral. Leí la pieza, aún inédita, y también me gustó. Tres años más tarde me encargaron la traducción. Volví a leerla, y me pareció mejor que en la primera lectura. Hice lo que se hace en estos casos: se traduce de una forma más o menos literal y luego se lee y se relee y se corrige como si uno mismo hubiera escrito la cosa. De eso se trata: las frases tienen que llevar incorporada su propia marca. Por desgracia, yo no había escrito Blasted, que traduje como Reventado, pero, de alguna forma, añadió un color a mi paleta.
Reventado es una obra de gran contundencia y precisión. No exagero si digo que se trata de una de las creaciones dramáticas más perturbadoras que yo haya leído jamás. Uno se pregunta cómo escribió eso con tan sólo veintidós o veintitrés años: parece la obra de alguien que ha estado depurando sus recursos durante cierto tiempo.
La presentación de los personajes nos zambulle en un instante en la densa materia de la que está hecha la obra. Cate, una chica de veintiuno de clase media baja, entra en una lujosa habitación de una hotel de Leeds acompañada de Ian, un periodista alcohólico de cuarenta y cinco. Ella se queda pasmada por la categoría de la habitación. Ian, por su parte, tira los periódicos en la cama, se dirige al mini-bar, se sirve un trago, echa un vistazo por la ventana y luego se vuelve y dice: "He cagado en mejores sitios que éste". Lo que viene a continuación está a la altura de esas primeras intervenciones. La bella y la bestia, y sin duda esos dos seres convivían con Kane.
Reventado no te da respiro. Cada línea es una hostia o un beso, o, por decirlo a su modo, como cuando te regalan bombones y luego intentan estrangularte. No obstante, hay una gran ternura indisolublemente mezclada con toda esa violencia. Cuando aparezca el tercer personaje, el hijo de puta de Ian nos parecerá casi inocente. Si Sid Vicious no hubiera sido un pobre diablo descerebrado, le hubiera gustado firmar esta obra, y si Arthur Miller escribiera mañana La muerte de un viajante, ya no podría hacer salir a Willy Loman clamando por ayuda alguna.
Los personajes de Kane están corrompidos y, sin embargo, pese a ese afán explícito de no dejar nada intocado, hay una pureza de fondo que pervive. No se trata, como algunos han dicho, de una pieza exagerada, sino que es más bien generosa. Habla de nuestro mundo sin caer en lugares comunes.
Su siguiente trabajo es una aproximación, irónica y algo descaballeda en ocasiones, sobre el mito de Fedra. En la primera escena sorprendemos a un Hipólito deprimido, voraz devorador de hamburguesas, adicto a la televisión y que, con los calcetines usados, se hace pajas o se suena los mocos. Sarah Kane, en esta pieza, no encuentra impedimentos para hacer convivir la realidad inglesa, el mundo griego y el catolicismo. Este Hipólito es un joven malhumorado, cínico, amargado, obeso, decadente y malcriado. Fedra, no obstante, lo ama.
-Hipólito. Eso no es muy lógico.
-Fedra. El amor no lo es.
Hipólito es un tipo que llena el tiempo más que vivirlo. La única justificación para conceder alguna importancia al sexo es el puro aburrimiento. La vida es demasiado larga, eso es todo. Fedra le hace una felación. El se corre en su boca mientra ve la tele y come golosinas. Es un orgasmo que deja el mundo vacío de sentido.
-Hipólito. Ya está. Se acabó el misterio.
Fedra llora, pero Hipólito pasa de charlas poscoitales.
-Hipólito. Fóllate a cualquier otro y piensa que soy yo. No debería ser difícil, ¿no?, a todo el mundo se le pone la misma cara cuando se corre.
La tragedia de Hipólito es que nada le toca, nada le dice.
-El sacerdote. Dios es misericordioso. él te ha elegido.
-Hipólito. Mala elección.
Cleansed es su tercera pieza teatral, pero confieso que no acabo de entenderla, como si en el papel la luz de la sala estuviera más tiempo apagada que encendida. Hay, al parecer, otras dos obras, ambas póstumas: Crave y Psychosis, 4.48, que aún no conozco. Sé que la primera la dirigió en nuestro país Xavier Albertí, uno de nuestros mejores directores, y que la otra hace referencia a un cómputo estadístico: la hora que eligen la mayoría de los suicidas para destruir el mundo.