50 ediciones del festival de Mérida
Representación de Medea en 1933, con Margarita Xirgu y dirigida por Rivas Cherif en la primera edición del festival. Abajo, imagen del teatro en la actualidad
Yo, Claudio, dirigida por José Carlos Plaza y protagonizada por Héctor Alterio, abre el 1 de julio el 50 Festival de Teatro Clásico de Mérida, el más antiguo de España. Tan señalada edición se celebra con una ambiciosa programación que se prolongará hasta el 29 de agosto, una exposición en el Museo Romano de fotografías sobre los espectáculos representados en el teatro, un ciclo de conferencias y la edición de un libro sobre su historia.
Hasta 1953 no se retoman los estrenos en Mérida. Un años después comienza lo que Monleón llama la "segunda experiencia" del Festival, en la que tiene un papel destacado el director José Tamayo.
Los éxitos de Tamayo
Este obtiene grandes éxitos con el estreno en 1954 de Edipo, protagonizado por Paco Rabal (se repondría en 1960) o al año siguiente de Julio César, en versión de José María Pemán con quien volvería a colaborar en sucesivas producciones. Es una etapa que tampoco convence a Monleón: "Pertenece al populismo, para el que importa el número de participantes y no la característica del espectáculo y los niveles de conciencia de la participación" (conciencia política, se entiende). Tamayo, "en su doble faceta de director y productor, consigue darle una dimensión nacional al Festival, concitar a toda la crítica aquí. Luego es el primero en introducir la luminotecnia, en hacer autores no grecolatinos como Shakespeare o en utilizar el anfiteatro. Aprovecha la grandiosidad del teatro y lo llena de figurantes, quién no ha hecho en Mérida de ‘pecholata’", explica Márquez. Sus aportaciones fueron muy valiosas y colaboró intensamente con el Festival hasta 1961, fecha en la que éste se integró en la red de los Festivales de España. Luego espació sus intervenciones hasta entrados los años 80. Además de los citados títulos, Tamayo montó para Mérida Numancia, La Orestiada, Calígula con José María Rodero y Medea, el título más representado en el teatro romano. De estos años es célebre también la Medea de Nuria Espert, dirigida por su marido Armando Moreno y que la catapultó como una de nuestras trágicas; luego la volvería a protagonizar en 1979 dirigida por Tamayo, y en 2001 por Cacoyannis.
El primer desnudo emeritense
Tras una etapa (1965 a 1967) en la que se programa ópera y danza (Julio César de Haendel y La Atlántida de Falla), e incluso se plantea dedicar el Festival a la ópera, Mérida sufre tres años de interrupción. En 1971, José Luis Alonso estrena Antígona, con María Fernanda D’Ocon, y la danza vuelve a convivir con las tragedias griegas. Pero es en 1977 cuando se retoma con determinación la representación de los textos grecolatinos. Domingo Miras adapta Ayax, de Sófocles, y Francisco Nieva La paz, de Aristófanes, con Julia Trujillo . Esta última obra, dirigida por Manuel Canseco, pasará a la historia del teatro emeritense porque propició el primer desnudo del festival, protagonizado por ángela Reyno.
En 1984 la Junta de Extremadura asume las competencias culturales y crea el patronato del festival que establece que las obras nazcan y mueran en Mérida para que no sean repetidas en otros escenarios. Como dice Márquez, "una utopía, una barbaridad imposible de mantener". Se nombra director del Festival a Monleón, quien rompe con el regionalismo extremeño que se había observado en las ediciones previas fruto de la nueva España autonómica. Monleón se propone investigar en la representación de la tragedia griega e invita a compañías extranjeras (la primera vez se hizo en 1963 con el Teatro del Pireo). Supone la colaboración de los directores Terzopoulos, Spyros Evangelatos o Cacoyannis y se suscita el debate de las dificultades que entrañan las representaciones en un idioma extranjero. Sobre esta etapa, Márquez explica que "es interesante porque Monleón consigue darle una identidad al Festival, pero quizá haya un exceso de carga ideológica que ignora la idiosincrasia del público y que produce enormes éxitos minoritarios".
En 1990 Manuel Canseco se hace cargo del Festival con la pretensión de universalizarlo -estamos en Europa-, y confecciona una programación que divide el capítulo musical del dramático y que se abre a las nuevas tendencias. Se repone uno de los espectáculos de Tamayo más sonados, Calígula, en esta ocasión protagonizado por Imanol Arias.
La última etapa, antes de la actual, se encomienda a la empresa Espectáculos Ibéricos, cuya política pretende atraer al público joven y ganar espectadores. Durante seis años ofrecen una programación heterogénea y lúdica, con títulos grecolatinos y otros de difícil encaje en este género.
Dos millones de euros
Márquez dirige el festival desde el año 2000. En estos años su política ha sido la de "intentar buscar el equilibrio entre popularidad y calidad. No quiero hacer un festival para minorías. Por eso, baso la programación más en los directores que en los actores". Terzopoulos, Daniel Benoin, Cacoyannis, Lluís Pasqual, Peter Stein o Daniel Barenboim han sido algunos de los que ha programado, y Bob Wilson y Mario Gas los convocados este año. Con poco más de dos millones de euros (unos 400 millones de pesetas), es uno de los pocos festivales españoles que produce espectáculos y, posiblemente de no existir, difícilmente se haría en nuestro país teatro grecolatino. "Es la coproducción con otros festivales como el Grec de Barcelona o el de Sagunto", explica Márquez, "lo que nos permite amortizarlos y nuestra intención es que las obras sean más perdurables". Y añade: "También las coproducciones con otros festivales extranjeros con los que hay una concordancia de intereses es una vía en la que queremos continuar, contribuye a darle una proyección internacional al Festival. Proserpina de Bob Wilson lo hemos hecho con el de Epidauro (Grecia) y el de Darío Fo con el de Siracusa (Italia)".