Image: Chéjov vive, por Jorge Saura

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Teatro

Chéjov vive, por Jorge Saura

100 años de Anton Chéjov

8 julio, 2004 02:00

Anton Chéjov

El 15 de julio de 1904 murió Anton Chéjov, fecha que en el calendario anterior a la revolución soviética equivalía al 2 de julio. A la crítica de sus Cuentos Completos, El Cultural añade este artículo de Jorge Saura, profesor de la Escuela de Arte Dramático de Madrid, traductor y estudioso del teatro ruso, en el que reflexiona sobre las causas que, cien años después de su muerte, hacen del autor de Tío Vania uno de los grandes del teatro y la literatura.

Anton Pávlovich Chéjov es uno de los escritores de mayor difusión en todo el mundo; sus cuentos y relatos han sido traducidos a múltiples idiomas, sus obras teatrales son representadas en países tan dispares como Hungría, Méjico, India, Israel o Egipto, es reconocida la influencia ejercida sobre escritores de todas las culturas y el éxito entre el público que empuja a reeditar constantemente sus escritos. Sin embargo, Chéjov es un autor de temática y estilo aparentemente limitados. Nacido poco antes de la abolición de la servidumbre y muerto poco antes del primer estallido revolucionario, retrató siempre a sus contemporáneos rusos, sin hacer incursiones en otras épocas u otros países, viviendo situaciones de aparente cotidianeidad, carentes de acontecimientos extraordinarios o acciones heroicas; sus personajes habituales son comerciantes, esposas y viudas de terratenientes, criadas, escritores sin éxito, militares sin dotes de mando, oficinistas, gendarmes y maestros de escuela. El lugar donde transcurre la acción es casi siempre una aldea rusa o una finca rural. Sus argumentos, en una primera lectura, parecen desprovistos de conflictos y de continuidad, se pasa de una conversación a otra sin que aparentemente nada las una y cuando llega el desenlace lo hace de forma brusca, inesperada, sin una preparación de la atmósfera. Con todos estos elementos ¿cómo es posible que Chéjov haya tenido tanto éxito, que tantos lectores y espectadores sigan atraídos por sus libros y obras de teatro? Creo que la respuesta es muy simple: Chéjov plantea preguntas y no da respuestas. Nuestro autor muestra con frecuencia a personas con un comportamiento claramente contradictorio que no hacen nada por salir de la contradicción en que se mueven. Uno de los personajes característicos de Chéjov es el hombre o la mujer de elevados ideales, defensores de sueños que rayan en la utopía, pero que con el paso de los años la vida y los desengaños les ha hecho perder fuerza. Lo que Chéjov nos enseña es el resultado, el hombrecillo gris que antaño fue un proyecto de héroe. Pero nada nos dice el autor sobre las causas de tal evolución ni sobre la posibilidad de recuperar la ilusión. Creo que eso es, precisamente, lo que vuelve atrayente la obra de Chéjov. Veamos algunos ejemplos.

El doctor Astrov, uno de los personajes principales de Tío Vania, es un ardiente defensor de la naturaleza, preocupado por la degradación que sufren los bosques de su región y por la progresiva desaparición de la fauna; por otra parte es un hombre de carácter firme que parece seguro de sí mismo, tal y como demuestra el diálogo con Voinítsky sobre el frasco de morfina que éste le ha quitado. ¿Cómo es posible que haya caído en brazos del alcohol? ¿Va a ser capaz de mantener por mucho tiempo la promesa de no beber más?

Gáiev, hermano de la propietaria de la finca en El jardín de los cerezos, es un hombre culto e inteligente a quien no le gusta el despilfarro propio de su hermana. ¿Por qué no intenta salir de la ruina y evitar la venta de la finca? ¿Por qué la pareja protagonista de La dama con perrito no hace nada para separarse de sus respectivos cónyuges, pero tampoco es capaz de romper, prefiriendo mantener una angustiosa relación clandestina? ¿Por qué el coronel Vershinin de Tres hermanas, a pesar de sentirse respetado, querido, feliz, en casa de Prójorov, regresa cada día a su casa, donde le esperan una mujer y unas hijas a las que no quiere? Si él lo pidiera, su esposa le otorgaría el divorcio sin resistencia.

Las demandas de un lector o espectador actual son muy diferentes a las de uno de comienzos del siglo XX, época en que las literaturas "con mensaje" estaban llenas de sentido. Es sintomático que durante aquella época se considerase a Chéjov como un autor anticuado, retratista de los problemas de una clase social a la que los acontecimientos parecían haber arrojado al basurero de la historia, un autor que trataba problemas que a nadie interesaban ya. Ahora a pocos les gusta que desde un libro o desde un escenario se diga cuál es el camino a seguir. En ese sentido, Chéjov satisface plenamente los deseos de un público deseoso de reflexionar sobre la naturaleza humana y los erráticos caminos que guían el comportamiento.

Se ha escrito repetidas veces que Chéjov es un fiel pintor del alma rusa. Sabemos que muchos de sus personajes los tomó de la realidad más cercana: el hombre enfundado y el médico Iónich, que dan título a dos de sus relatos más conocidos, fueron dos habitantes de Taganrog, la ciudad natal del escritor, y las casas en las que vivieron están en la actualidad señaladas por placas en la fachada; la familia propietaria de la finca que da título a la última de sus obras teatrales -título mal traducido, pues en realidad es El huerto de los guindos y no El jardín de los cerezos- existió realmente y se conserva una foto suya en el Museo Chéjov de Taganrog; las ciudades de provincias que aparecen en cientos de sus relatos son descripciones más o menos reconocibles de Taganrog y seguramente muchos de los personajes que atraviesan los más de mil cuentos publicados corresponden a seres reales.

Sin embargo, esa pintura del alma rusa está ejecutada con trazos tales que se ha vuelto universal. ¿Quién no ha conocido, aunque sea en carne ajena, el drama sin aparente salida de los amantes de La dama con perrito? ¿Quién no se ha encontrado con un funcionario o un policía arrogante y cobarde, similar al gendarme de El camaleón? ¿O con una mujer que no parece tener opiniones propias, sino que reproduce las de sus sucesivas parejas, como le ocurre a Olenka en Amorcito? Los personajes de Chéjov son, efectivamente, rusos, pero no son tan rusos que no puedan ser percibidos como cercanos por lectores y espectadores de otras culturas. El caso de Chéjov no es el caso de Ostrovsky, Nekrásov, Saltykov-Schedrín y otros grandes escritores rusos cuya obra salta con dificultad por encima de las fronteras culturales eslavas. No se agotan aquí los motivos que hacen de Chéjov un escritor universal, pero espero que tengan suficiente impulso para hacer reflexionar al lector más allá de la aparente paradoja que inicia este artículo.

Jorge SAURA

Renuncia frustrada

Chéjov comenzó a escribir teatro a una edad temprana (Platonov, descubierta tras su muerte, la escribió a los 20 o 21 años), sin embargo el teatro lo repelía y lo atraía. Ante el frío recibimiento que tuvo la lectura de La gaviota escribió: "En los relatos me encuentro en mi ámbito; en cambio, cuando escribo una obra me siento incómodo, como si alguien me estuviera mirando por encima del hombro". Frente a la rapidez con la que escribía sus relatos, tardó un año en componer Tres hermanas y otro tanto El jardín de los cerezos. Cuando Dáchenko le pidió montar La gaviota en el Teatro de Arte, Chèjov había renunciado al teatro y se negó. Pero Dáchenko insistió con éxito.


1860-1904
1860. Nació en el 29 de enero en Taganrog, una ciudad a orillas del Mar Negro (Ucrania), tercer hijo de un comerciante que había conseguido emanciparse de su condición de siervo. Estudió Medicina en la Universidad Estatal de Moscú, pero apenas ejerció como doctor pues se le diagnosticó tuberculosis.
1880. Empezó a publicar con seudónimo relatos de humor en revistas de Moscú. Eran cortas historias, en las que trataba temas como la pobreza, la tiranía de la burocracia, el hambre ..., pero en los que ya le interesa describir los estados emocionales y los ambientes de los personajes.
1886. Se hace muy popular en San Petersburgo gracias a sus relatos. Aparece la primera colección de sus escritos humorísticos, Relatos de Motley, y estrena por primera vez, al año siguiente, en un teatro de Moscú la obra Ivanov. Comienza la época más productiva de su carrera.
1888-90. Recibe el Premio Pushkin de la Academia de Ciencias.Visita la isla penitenciaria de Sajalín, en la costa de Siberia (recoge sus impresiones del viaje en La isla de Sajalín).
1894. Visita a Tolstoi en su casa, por el que siente admiración, pero descubre sus divergencias en torno al papel de la literatura y el arte.
1897. Su frágil salud le obliga a trasladarse de su pequeña propiedad cercana a Moscú a Crimea, de clima más cálido. Es una época en la que también viaja a los balnearios de Europa y a la costa francesa. Conoce a Stanislavski, director del Teatro de Arte de Moscú, que estrenará al año siguiente La gaviota. Esta asociación con el director la mantuvo hasta su muerte y permitió la representación de sus obras más significativas -El tío Vania (estrenada en 1899), Las tres hermanas (1901) y El jardín de los cerezos (1904) - así como otros dramas de un solo acto. El autor publicó más de mil relatos y cuentos.
1901. Se casa con la actriz Olga Knipper, protagonista de algunas de sus obras y con la que mantuvo una intensa correspondencia.
1904. Muere en la madrugada del 15 de julio, en el balneario alemán de Badweiler, en compañía de su mujer.